El mar en la botella

EL MUNDO 07/11/16
SANTIAGO GONZÁLEZ

SABINA es uno de los cantautores con más talento de su generación, lástima que lo desluzca al hacer juicios políticos. Una de sus grandes canciones explicaba en 1980: «Las niñas ya no quieren ser princesas/ y a los niños les da por perseguir/ el mar dentro de un vaso de ginebra,/ pongamos que hablo de Madrid». Ahora son las niñas, pero ya no necesitan vaso; lo buscan a morro en la botella, y quien dice de Madrid dice de San Martín de la Vega o de cualquier localidad que practique la socialización de la borrachera juvenil, a veces con la complicidad de ayuntamientos que habilitaban espacios ad hoc, los botellódromos. Gozó de fama el de Granada, que fue clausurado el pasado mes de septiembre, después de nueve años. Es justo destacar la excepción de Sevilla, cuyo alcalde, el actual ministro del Interior, abortó el proyecto que pretendía abrir su antecesor Monteseirín.

Hace 30 años y 40 los chicos ya se mamaban como mirlos, a base de trago duro, combinados de alto grado, que llegaban a incluir la absenta, el hada verde. No es que los adolescentes llegaran a la borrachera por haberse pasado en la ingesta de sus tragos preferidos. Lo que los chicos buscaban era alcanzar la moña en menos tiempo y con menos dinero. En aquellos años a nadie le pedían el carné en un bar para servirle una bebida alcohólica. Ahora tampoco está claro que se lo exijan en todos los supermercados, pero cabe la posibilidad de que un adulto les saque las botellas por la caja.

Se guardó un minuto de silencio en el centro donde estudiaba Laura F., el Anselmo Lorenzo, dedicado a la memoria de quien fue uno de los precursores del anarquismo español, fundador de la CNT y colaborador de Ferrer Guardia en La Escuela Moderna.

Los padres de la niña se plantean presentar una denuncia contra el Ayuntamiento por incumplir la prohibición legal del botellón. No hay dolor comparable ni que suscite tan universalmente la empatía como el de unos padres que hayan perdido a su hija, pero hay algunas circunstancias que deben considerarse. Cierto que un Ayuntamiento tiene –o debería tener– responsabilidad cuando unos menores acostumbran a emborracharse hasta perder el sentido en su término municipal. Cuentan los medios que Laura y sus amigos solían hacer botellón todos los fines de semana y que la niña había sido llevada a su casa dos veces borracha por la Policía municipal. Hay que tener en cuenta que el término municipal de San Martín tiene 106 kilómetros cuadrados, un territorio muy extenso para ser patrullado todos los fines de semana por un número limitado de agentes.

Pero esta responsabilidad debería tocar más de cerca a los padres que a los guardias que la llevan borracha a casa. Laura tenía una hermana, Patricia, de 15 años, que aquel día no estaba en San Martín porque se había ido «de fiesta a Barcelona», cuenta El Correo, citando el testimonio de una amiga suya. Quince años y de fiesta en Barcelona. Hay algo que no funciona como debería.

Poco más de medio centenar de vecinos guardaron ante el Ayuntamiento un minuto de silencio, después de que el alcalde leyera un comunicado y soltara una paloma, el alma simbólica de Laura. No eran demasiados, teniendo en cuenta que San Martín tiene más de 19.000 habitantes. Cabe la posibilidad de que muchos otros padres de niños de la edad de Laura no pudieran asistir por estar en la huelga contra los deberes escolares. Oí a una madre insumisa quejarse de que los escolares no tengan una asignatura llamada Tiempo libre. Ni tiempo libre, propiamente dicho, para que los niños puedan hacer su botellón.