El muro de las autonomías

TEODORO LEÓN GROSS – EL MUNDO – 24/09/16

· En 2003, The New York Times sufrió una crisis colosal: una de sus estrellas, Jayson Blair, llevaba años inventando o plagiando historias. Más allá del perfil psicopatológico de ese joven cocainómano que aprovechó los agravios del racismo, lo interesante era qué había fallado en la cabecera que dictaba las leyes del buen periodismo desde hacía siglo y medio, The Old Grey Lady. Ellos que se encomendaban la misión de controlar todo, cómo se controlaban a sí mismos. La falta de mecanismos de seguridad destapó desastres.

El Times puso a toda su masa crítica a repensar el periódico, y entre sus conclusiones me interesó una: admitir el pecado de reducir el país a Nueva York, Washington, tres grandes ciudades y el polo californiano de la Costa Oeste, abandonando la inmensa realidad nacional. Esos días teníamos un seminario sobre la prensa española limitada a Madrid, Cataluña y Euskadi según ETA. Lo demás, casi terra ignota en el mapa informativo.

Si uno se pregunta ¿qué se yo de los problemas reales de Aragón en 2016? A la mayoría sólo le saldrá Echenique, y Lambán por los barones. ¿Y de Valencia? Rita, Camps, tanto golfo. ¿Y de Extremadura? Vara, eso de los barones. ¿De Galicia? Pues que Feijóo… Apenas politiqueo; y ni siquiera interesados en su política, sino en el impacto sobre la nuestra. Basta ver lo sucedido con este 25-S: gran despliegue en Galicia y Euskadi, pero con sus problemas territoriales en tercer plano, al grito de ¡es la investidura, estúpido! Un interés informativo tan focalizado genera desinterés por lo demás.

Esto tiene reflejo en la anécdota confesada por un gran arquitecto. Tras una conferencia capitalina, con imágenes de su trabajo, se le acercó señora distinguida:

-¡Extraordinario! Pero no sé si le recuerdo, ¿su estudio…?

-En Málaga, está en Málaga.

Y la señora huyó decepcionada, con el gesto canónico de Maggie Smith en Downton Abbey, pensando «bah, si está en Málaga, no será tan bueno». Es un mal extendido. Al final todos pensamos que si un cirujano no está en Madrid sino en Oviedo, no será tan bueno; que si una ingeniería está en Alicante, no será tan buena… Es un efecto colateral de los muros de cristal del Estado de las Autonomías. Al final cada ciudadano tiene la dieta informativa de Madrid y de su comunidad. Lo de todos es Madrid, y lo otro terruño. De los demás, a falta de información, quedan los tópicos: caciquismo gallego, egoísmo catalán, los vascos de genética montaraz, la pereza subsidiada del andaluz, los valencianos corruptos…

Esas fronteras informativas han contribuido a dos fenómenos, ambos detestables y peligrosos: los corralitos clientelares y el éxito nacionalista. El aislamiento, manejando presupuestos inmensos, facilita un control poderoso en las taifas autonómicas. En las elecciones generales (aparte 20-D y 26-J, sin investidura) ha habido alternancia en el 36% de las veces; pero hay muchas autonomías donde solo ha habido un cambio o no más de dos, a ojo alternancia del 5%. ¿Y eso no tiene que ver con estados de información? Tras esos muros, los nacionalismos desplegaron sus estrategias de construcción de una realidad nacional.

Los Espanya ens roba o «nos militarizan la patria» son su paroxismo ficticio; pero desde las escuelas a los rótulos públicos, se ha invertido en rebajar España. Qué simbólicos esos apellidos vascos y catalanes que dominan las listas, al margen de la realidad social. Excluyen a la mitad, aunque se atribuyen la representación de la totalidad.

Quizá en algún momento habrá que admitirlo y recuperar España.

TEODORO LEÓN GROSS – EL MUNDO – 24/09/16