El nacionalismo exige apellidos vascos

EL MUNDO – 17/09/16

· Un estudio demuestra que el 66% de los diputados de EH Bildu y el PNV tienen dos apellidos euskéricos, frente al 56% de la población vasca que se llama García o MartínezEn la localidad de Soraluze (Guipúzcoa), ni un solo político nacionalista carece de patronímicos vascos.

Los apellidos más frecuentes en el País Vasco son García, González, Fernández, Rodríguez, Pérez, López, Martínez… y así sucesivamente. Para llegar al primer patronímico genuinamente vasco –Aguirre, ni más ni menos– habría que retroceder, según el censo, hasta el puesto número 20. No se sorprenda. Ni Igartiburu, ni Urdangarin, ni Zabala aparecen, pese a la leyenda eficazmente apuntalada por la película de los ocho apellidos.

Soraluze-Placencia de las Armas es una localidad de en torno a 4.000 personas de la provincia de Guipúzcoa.

«¿Y usted cómo se apellida?», le preguntamos a una mujer que camina con una amiga y su hija. Pongamos que dice [en los pueblos pequeños aún hay cierta renuencia a hablar a los medios] García Fernández. La amiga responde algo parecido.

A pocos metros, unos ancianos se sientan al sol tibio de septiembre. «Nosotros vinimos en los 60 a trabajar. Tenemos los dos apellidos castellanos. Mira, mira…», sonríen mostrando su DNI. A pocas manzanas del Ayuntamiento, hay una terraza en la que los placentinos suelen tomarse el cafelito. Unas señoras muy recias presumen de su ristra de patronímicos vascos. Como en la película. «Pero eso no quiere decir que eres nacionalista», dice una, «¿verdad?». Y el resto asiente.

Pero eso no es cierto en lo que a la política nacionalista se refiere. Según el censo de Soraluze-Placencia, el 40% de sus habitantes tiene dos apellidos castellanos, el mismo porcentaje que de vecinos con dos patronímicos de origen vasco. [Por el 19% restante –hay algunos inmigrantes– que tiene un apellido euskérico y otro castellano]. ¿Y cómo se llama el alcalde (PNV)? Iker Aldazabal Basauri, dos apellidos vascos, como el 85% de los integrantes de las candidaturas nacionalistas (esto es, PNV y EH Bildu) que en mayo de 2015 se presentaron a las elecciones municipales en Soraluce-Placencia. ¿Y cuántos concejales hay con dos apellidos castellanos? Ninguno, tras la holgada ventaja de EH Bildu y PNV en los pasados comicios municipales [nueve de 11 ediles].

La situación es aún más acusada en el resto de Euskadi. El 56% de los vascos tiene dos apellidos castellanos. Sin embargo, esta mayoría no está representada políticamente entre el nacionalismo, ya sea radical o moderado. Según un estudio de Manuel Montero, catedrático de Historia Contemporánea y ex rector de la UPV, pese a que en el País Vasco las personas con dos apellidos euskéricos apenas llegan al 20,4% (el 24,6% tiene uno vasco y uno castellano), en la clase política nacionalista, los Urkullu Rentería, por ejemplificar con el lehendakari, superan el 70%.

Un caso claro: de los 48 parlamentarios nacionalistas elegidos en 2012, sólo seis (12%) carecían de apellidos vascos, mientras que 32 (66%) diputados tenían los dos patronímicos euskéricos. Frente a ello, los parlamentarios no nacionalistas reflejan la realidad demográfica y patronímica vasca: el 56% de los 2,2 millones de personas que viven en Euskadi no se apellida ni Igartiburu, ni Anasagasti, ni Zubizarreta, sino Gómez, García, González… Otro ejemplo evidente de esta sobrerrepresentatividad de los patronímicos vascos en el nacionalismo –y esta vez no se trata de criterios electorales–: prácticamente la mitad de los 171 cargos de confianza (consejeros, directores y equivalentes) que nombró el Gobierno del PNV en junio de 2013 tenía sus dos primeros apellidos euskéricos, frente al 15% que los tenía castellanos.

Las conclusiones de Montero son tajantes: «No cabe la posibilidad de que [la preeminencia de los apellidos vascos en la administración] sea fruto del azar. (…) El nacionalismo, hasta la fecha, no ha integrado a la población sin apellidos vascos de forma estadísticamente normalizada. En todos los casos presenta un sesgo que lo distancia de la estructura general de población. La cuestión tiene importancia pues este peculiar etnicismo sobrevalora una parte de la sociedad y relega a la otra».

¿Importan los apellidos en la política vasca? ¿Existe realmente un criterio étnico? Iker Aldazabal Basauri, alcalde de Soraluze-Placencia, lo niega. «No hay criterio étnico porque hay de todo en las filas del PNV. Se pueden tener apellidos gallegos, castellanos… Es verdad que en el pueblo hay bastantes personas con dos apellidos castellanos. En los 60 se vivió cierto auge industrial [la tornillería], lo que atrajo a cierto número de inmigrantes procedentes del resto del Estado. Algunos se volvieron pero otros decidieron permanecer en Soraluze». ¿Y ese 85% de representantes políticos nacionalistas con dos apellidos vascos no indica un cierto desequilibrio con la realidad social del pueblo? «Es que no sé… Será casualidad. Aquí la política se vive de una manera muy intensa, más que en España… Los apellidos no tienen nada que ver. Lo del RH se sacó de madre. Hubo una época en la que se habló de pureza de raza [el fundador del PNV exigía cuatro y hasta ocho apellidos vascos], pero esos tiempos han pasado».

El alcalde se refiere a los famosos exabruptos de Xabier Arzalluz [Antia]. En 2000, dijo que «célebres genetistas» sostenían que el pueblo vasco tenía raíces propias por el RH. Sin embargo, es cierto que en su asamblea de 1977, el PNV ya se definió, como recoge Santiago de Pablo en La Patria Sagrada. Historia del nacionalismo vasco [Biblioteca nueva], como un «partido abierto a los vascos, entendiendo por tales a los que se han integrado en nuestro pueblo y lo conforman. (…) La cualificación primera [para ser vasco] no la constituye ni la sangre ni el nacimiento, sino la voluntad integradora».

Las estadísticas de Montero parecen refutar esta declaración. «La referencia étnica –con la que suele identificarse el apellido– no fija las opciones ideológicas individuales pero tiene gran importancia en la política vasca. Influye sobre todo en la presencia pública del nacionalismo y verosímilmente en su conformación interna. En sus organizaciones el peso de los apellidos vascos es altísimo, mucho mayor que el que tienen en la sociedad vasca. Esta peculiar dimensión étnica, más visible que cualquier otro factor mensurable, contrasta con el silencio público sobre este criterio definitorio del nacionalismo.

El discurso político lo oculta, niega o difumina. Los grupos nacionalistas hablan de identidad cultural, no de etnicidad. Sin embargo, ésta resulta fundamental en la concepción del nacionalismo. Lo demuestra el desequilibrio a favor del apellido vasco –al contrastarlo con el peso que tiene en la población– en todos los espacios políticos, en los de gestión y los de representación. Se produce en todos los niveles, desde el local al autonómico, y en todos los ámbitos geográficos, incluyendo los lugares en los que escasean tales apellidos».

Quizás la clave esté en cómo se distribuyen los apellidos vascos y castellanos. La estadística del estudio de Montero es sin duda reveladora. El patronímico euskérico predomina en las pequeñas poblaciones. Su peso se reduce según aumenta el tamaño de la localidad. Es el 77% en los pueblos con menos de mil habitantes. Por encima de 25.000 habitantes, los dos apellidos vascos resultan minoritarios [y el 62% de los vascos vive en poblaciones mayores de 25.000 habitantes]. En Bilbao, por ejemplo, el 64% del censo es de los García Fernández y algo análogo sucede en Vitoria. En San Sebastián el porcentaje se reduce hasta el 46%.

Estos datos, según Andoni Unzalu, asesor de Patxi López en el Congreso de los Diputados y uno de los mejores conocedores de la realidad social vasca, dan la clave del peculiar etnicismo que se da en la política nacionalista. «Desde el fin del franquismo, las élites han ido variando. El poder político y económico proviene ahora de las zonas rurales (en donde predominan los dos apellidos vascos) y se ignora a los 1,1 millones que viven por ejemplo en Bilbao y la Margen Izquierda. El PNV en los 80 era más rural y le dio el poder a la pequeña burguesía rural. Por ejemplo, bastantes miembros del Gobierno vasco provienen de ciudades pequeñas o pueblos».

Una muestra: la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia Arroniz, es de Ullibarri-Arana (300 habitantes); Ricardo Gatzagaetxebarria y Ángel Toña, de Ondárroa (9.000); Josu Erkoreka, de Bermeo (17.000 habitantes)… «Y con los radicales pasa lo mismo», prosigue Unzalu. «En Euskadi no hay movilidad social porque está determinada por el nacionalismo y fuera de él es difícil prosperar. Hay que tener en cuenta que de la administración vasca dependen laboralmente 310.000 personas (de las 870.000 que trabajan)».

Para ser político nacionalista no hacen falta ya ocho apellidos vascos. Basta con dos.

EMILIA LANDALUCE – EL MUNDO – 17/09/16