EL NOVIO DE LA MUERTE

ABC-IGNACIO CAMACHO

Este Colomines lo tiene tan claro que sólo le falta dar el paso hacia una Historia de estatuas, flores y aniversarios

QUIZÁ tenga razón ese tal Colomines, aunque una razón inversa: no hay secesión sin muertos o, dicho de otra manera, no hay proceso separatista sin una crisis violenta. Los ejemplos de Checoslovaquia y de la antigua URSS no sirven porque la primera era un Estado creado a partir de naciones yuxtapuestas y las repúblicas bálticas o Ucrania se desmembraron de la previa implosión soviética. En la India empezó la cosa muy bien y acabó en un baño de sangre con limpieza étnica. Alguna vez ha dicho Arturo Pérez Reverte, con el que Colomines compartió en primavera un debate de fuerte controversia, que toda independencia implica una guerra de la independencia. Él (Arturo) vivió alguna en los Balcanes y fue bastante cruenta. Pero el soberanismo catalán ha elegido una vía revolucionaria posmoderna, de un pacifismo impostado porque oculta la presión sofocante de media Cataluña sobre la otra media. El resultado es que toda su valiente rebeldía se vino abajo en cuanto el Gobierno apretó un poco –sólo un poquito, y sólo con la ley– las tuercas. Y que el mesías insurgente se dio el piro metido en un maletero para cruzar la frontera y ya no existe forma humana de hacerlo volver de Bruselas. La insurrección fue sofocada de un plumazo tardío y tímido sin mayores problemas, cuando en vez de tanques por la Diagonal hicieron acto de presencia un par de jueces con sus puñetas, y ahí andan los golpistas lloriqueando clemencia. Si alguna vez se salen con la suya, que acaso hasta puedan, será porque los gobernantes españoles renuncien a su obligación suprema y en vez de ejercer la autoridad democrática se avengan –están en ello– a transigir con alguna componenda. El año pasado quedó claro que esta gente no resiste una mínima demostración de firmeza, que no de fuerza, y que si de algo pecó el Estado fue de apocamiento y de paciencia.

Así que adelante, Colomines, ya que lo tienes tan claro. Te falta dar el paso para que la cosa vaya más rápido. Agarra un kalashnikov y tírate al monte, como el Che, a proclamar la república por las bravas y a liberar a los encarcelados. Ahí, en primera persona del singular, en plan novio de la muerte, pero voluntario, porque un hombre tan bizarro no querrá usar de carne de cañón a jubilados, como en el día del referéndum falso. Te espera la Historia, el destino manifiesto, el santoral laico, una posteridad mártir con su esplendor de estatuas, sus ofrendas de flores y su liturgia de aniversarios. Incluso si te sale mal, tienes el prestigio asegurado entre una sociedad tan victimista y proclive a celebrar fracasos. Deja de dar discursos con pose de intelectual sobrado y baja a dar ejemplo fuera del pedestal doctrinario. Igual te encuentras con la sorpresa, tal como está el patio, de que el enemigo autoritario te ha dejado libre el campo. Échale coraje, Espartaco, que tus compatriotas oprimidos te están esperando.