‘El País’, Aznar y los catalanes

EL CONFIDENCIAL 23/12/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

· En Cataluña, el secesionismo mantiene una auténtica estrategia de la emoción que viene a ser la fuerza tractora del proceso separatista

Ha escrito Félix Ovejero que “en la estrategia nacionalista, la apelación a la emoción cancela la posibilidad de réplicas”. Una reflexión muy atinada porque, como nos acaba de recordar Manuel Arias Maldonado, autor de ‘La democracia sentimental’, citando a Jon Elster, “las emociones son tendencias de acción, un empujón que sentimos hacia una determinada conducta”. En Cataluña, el secesionismo mantiene una auténtica estrategia de la emoción, que viene a ser la fuerza tractora del proceso separatista. Atizar, en consecuencia, factores emotivos desde fuera del independentismo lo retroalimenta y le da volumen. Por el contrario, hay que tratar de imponer racionalidad en el discurso y mostrar receptividad, capacidad de empatía y, junto a la firmeza, expresar la convicción de que la España plural es, además de posible, obligada por la voluntad constituyente de 1978.

Causa desazón y alguna perplejidad que el diario ‘El País’ —en un hito más de un tono editorial incomprensiblemente ligero— escribiese ayer este párrafo sobre el expresidente del Gobierno José María Aznar: “A diferencia de distintos partidos extremistas y populistas de Europa, Aznar no necesita recurrir a la xenofobia para erigirse en el gran defensor de la identidad española: ya tiene a los catalanes”. Hay una diferencia entre la crítica y el exabrupto. Lo es atribuir al que fuera presidente fundador del PP pulsiones xenófobas no explícitas. Pero es mucho más grave —y, sobre todo, más infundado— suponer que la identidad española en la versión de Aznar se basa en una suerte de hostilidad a los catalanes.


· Toda crítica es admisible, incluso la más dura, siempre que encierre espíritu de responsabilidad y responda a datos de la realidad

Si aludo a ‘El País’ y a esa tesis editorial, lo hago porque —al menos hasta hace un tiempo— sus posicionamientos ante la realidad política, social, económica y cultural se producían con un lenguaje adecuado y una trabajada razonabilidad. Toda crítica es admisible, incluso la más dura, siempre que encierre espíritu de responsabilidad y responda a datos de la realidad. La opinión atrabiliaria, sea ahora sobre José María Aznar, o antes sobre Pedro Sánchez, o la confusión entre géneros —el informativo y el analítico— (“Ciudadanos y Podemos luchan por no caer en la irrelevancia”, apertura del pasado lunes día 19 de diciembre) alientan la emocionalidad política y, a la postre, no sirven para describir ninguna realidad sino para encanallarla con juicios de valor que, además de graves, son falsos.

La prensa catalana más solvente ha criticado a José María Aznar de manera inclemente, pero jamás se ha leído en sus páginas o pantallas que se le impute un solapado remedo xenofóbico anticatalán que el expresiente descargaría sobre los ciudadanos de aquella comunidad. Editoriales como el de ‘La Vanguardia’ de ayer (“Aznar toma distancia del PP”) o artículos de columnistas independentistas como Pilar Rahola (“Aznar, ese hombre”), se mantienen en las coordenadas de una crítica que no lincha al personaje con atribución de las intencionalidades torticeras que ‘El País’ le endosa.

La prensa catalana más solvente ha criticado a Aznar de manera inclemente, pero jamás se ha leído que se le impute un solapado remedo xenofóbico anticatalán

El último párrafo del editorial del diario madrileño contribuye objetivamente, más allá de lo que pueda afectar personalmente al interesado, a ofrecer munición emocional de la peor especie a personas y grupos que están en la labor de explotar los sentimientos para mantener vivo —y en progreso— un movimiento político disgregador de la unidad constitucional de España. El exabrupto contra José María Aznar no es mejor —por lo menos es igual— a los que se leen en medios de comunicación respecto de los que el diario ‘El País’ dice situarse en las antípodas.

Puede —incluso se asume un deber al hacerlo— criticar con la dureza que se quiera las posiciones políticas de Aznar o de cualquier otro —por cierto: no muy distintas a las de Rajoy y el actual Gobierno— respecto de Cataluña. Pero todo tiene un límite en la utilización de argumentos que impactan sobre la opinión pública y que, como es el caso, receban la estrategia emocional del independentismo. Si ‘El País’ sostiene que Aznar es un político que utilizaría, si preciso fuera, la xenofobia para la defensa de la identidad española sustituyéndola por su hostilidad a los catalanes (¿hacia todos los catalanes?, ¿hacia los independentistas?, ¿hacia los de su propio partido?, ¿hacia los catalanes que están presentes en el patronato de la fundación que preside?), no habría razón para que la CUP o ERC o los demás partidos secesionistas esgriman un guion distinto para demonizar a un sector de la derecha española y descargar sobre uno de sus referentes más importantes la peor de las descalificaciones.