El pinchazo del PSOE vasco da aire a Alonso

EL MUNDO 09/09/16
 
· Ventaja de Urkullu, que tendrá que pactar con PSE o PP si Bildu lo hace con Podemos

El 12 de septiembre de 2007, Josu Jon Imaz arrojaba la toalla al sentirse incapaz de liderar la modernización de un PNV que a pesar de haber controlado todos los resortes institucionales del País Vasco desde 1979, seguía aferrado a un discurso independentista basado en lo identitario. «Apostar por el futuro», tituló en su carta de adiós tras el pulso perdido con el sector soberanista del PNV personificado por Joseba Egibar, mientras que los dirigentes vizcaínos encabezados por Andoni Ortuzar e Iñigo Urkullu se quedaban de perfil. Una década después, el tándem Urkullu-Ortuzar ha logrado capitalizar su sutil renovación del PNV y, lo que es más importante, han consolidado el control de casi todo el entramado institucional del País Vasco.

Un resultado de entre 27 y 28 escaños en el Parlamento vasco como el que prevé el CIS garantizaría a Urkullu su segundo mandato aunque el pinchazo del PSE no le permita llegar a la mayoría en la Cámara vasca. De hecho, la presión en el arranque de la campaña iniciada ayer se ha trasladado hacia formaciones como PSE y PP, venidas a menos en su representación política en el País Vasco y con la lupa de Madrid situada sobre sus resultados, al mantenerse los interrogantes sobre el futuro del Gobierno en España. Idoia Mendia, debutante en unas autonómicas tras tomar el testigo de Patxi López, afronta una complicadísima campaña con sondeos que reducen a la mitad su representación en Vitoria cuando más necesitaría Pedro Sánchez un empujón electoral en el País Vasco.

El PNV ha conseguido, suavizando sus perfiles independentistas y subrayando su discurso socialdemócrata, resistir ante la irrupción de Podemos y hasta la propia normativa electoral parece empujarle hacia una segunda legislatura sin grandes dificultades para el lehendakari Iñigo Urkullu. Porque Urkullu –frente al procedimiento de investidura en el Gobierno español– no necesita contar con los 38 votos a favor que garantizan la mayoría en el Parlamento de Vitoria para ser lehendakari. La normativa vasca permite, en segunda votación, que sea el candidato más votado el que logre la investidura lo que ya le permitó en diciembre de 2012 ser designado con sólo 27 apoyos frente a los 21 de la candidata de EH Bildu mientras los parlamentarios de PSE, PP y de UPyD se abstenían. Si la izquierda abertzale pactase un candidato común con Podemos, si sería necesario para el PNV pactar con PSE o PP.

«La prioridad es el empleo, más y mejor empleo, quiero dejarlo claro. Es la prioridad de Euskadi», enfatizó Urkullu el pasado miércoles durante la presentación del programa electoral del PNV, en el que se mantiene la exigencia de aumentar el autogobierno e incluso se insiste en llevar a cabo una «consulta habilitante» de la reforma del Estatuto de Guernica que pretende impulsar a través de un acuerdo parlamentario, pero que ya no genera temor entre la sociedad vasca porque Urkullu no aparece como una amenaza para los miles de vascos que descartan cualquier proceso independentista. El programa de Urkullu –es muy notable la pluma del lehendakari en la propuesta electoral de su partido– ha eliminado hasta la fecha de la consulta que sí había fijado el PNV en el 2015 y hasta el objetivo de una hipotética independencia se envuelve por el «derecho a decidir», que tanto los nacionalistas como EH Bildu como Elkarrekin Podemos (la marca en Euskadi de Podemos, IU y Equo) comparten.

Un punto de encuentro que preocupa y mucho al PSOE vasco y al PP, que en las últimas semanas están advirtiendo, con contenidos y tonos muy diferentes, sobre la posibilidad de que el PNV reactive la ponencia de autogobierno apoyándose en sus socios por el «derecho a decidir». De hecho, la secretaria general del PSE y aspirante por primera vez a la Lehendakaritza, Idoia Mendia, se presenta ante los electores vascos como una «garantía» para que Urkullu siga centrado en lo que ha definido la «agenda social» frente a la posibilidad de un giro hacia una «agenda soberanista» que intentaría abortar. Los socialistas confían que el leve repunte en los resultados que obtuvieron el pasado 26-J respecto a los obtenidos en diciembre de 2015 les garanticen un suelo que les permita atenuar el descenso en parlamentarios que auguran todos los sondeos.

Pero la potente agenda social del Gobierno de Urkullu, que con unos presupuestos anuales cercanos a los 11.000 millones de euros le ha permitido mantener todos los servicios sociales y la fuerte irrupción de Podemos, han acotado muchísimo el espacio de un PSE, que aglutinaba casi todo el voto de izquierdas no nacionalista desde la Transición.

La caída del PSE que prevén los sondeos constituye, y así fue ayer valorado por el PP vasco, una oportunidad para el ex ministro de Sanidad Alfonso Alonso. El candidato popular compartía confidencias el pasado lunes con Alberto Núñez Feijóo, al que deseaba suerte en la cita del 25-S, consciente de que quien más se la juega es el actual presidente de la Xunta. Pero Alonso necesita un resultado digno no sólo para seguir legitimando la candidatura de Rajoy a La Moncloa, sino para revitalizar a su partido tras la etapa de Arantza Quiroga. «Somos la única alternativa constitucionalista en Euskadi», ha repetido y lo seguirá haciendo Alonso, que gana enteros cada día y reclama el apoyo de los 148.000 vacos que votaron al PP en junio más los más de 40.000 que lo hicieron a C’s.

En el lado opuesto del escenario político vasco, los resultados de las dos elecciones generales consecutivas y los sondeos colocan a EH Bildu y a Podemos con un nicho electoral compartido que, de momento, ha primado a las listas de la coalición de Pablo Iglesias. La izquierda abertzale pretende exprimir el victimismo de la inhabilitación de Otegi, aunque mira de reojo a Podemos con quien compite por el electorado más joven. Podemos ya no aspira a «desalojar» al PNV del poder como afirmaba tan sólo hace unos meses y su candidata a lehendakari Pili Zabala parece más cómoda cerca de Iñigo Urkullu que compartiendo estrategia con Otegi.

El PP aspira a reeditar la mayoría absoluta con la que gobierna desde 2009 en Galicia y despejar cualquier posible duda sobre la fortaleza del partido a nivel nacional. En Marea, a conseguir el sorpasso que se le resistió a Unidos Podemos en las generales del 26-J consolidando a la izquierda más radical como alternativa de Gobierno. El PSOE, a consolidarse como la segunda fuerza a la que estaba acostumbrada en el bipartidismo y apuntalar a Pedro Sánchez como opción real de Gobierno en Madrid. Ciudadanos, a estrenarse en el Parlamento gallego y seguir expandiendose por el territorio español. Son las pretensiones con las que las formaciones arrancan hoy la campaña electoral pero, sobre todo, son los anhelos de las direcciones de los respectivos partidos que en los próximos 15 días analizarán todo lo que pase como termómetro de la realidad política general.

Con el país bloqueado sin Gobierno y la amenaza de las terceras elecciones acechando, las autonómicas del 25-S serán en esta ocasión menos gallegas que nunca, interpretadas en clave nacional como pulso a los partidos y cuyos resultados pueden servirles para hacer fuerza de cara a las negociaciones de un nuevo intento de investidura. En Galicia, quien más se juega es el PP, con Rajoy confiando en que su tierra le afiance como líder, y, según la encuesta preelectoral del CIS, saldrá vencedor. Los populares parten como favoritos por el liderazgo incuestionado de Alberto Núñez Feijóo. Y el CIS conocido ayer lo confirma. La mayoría absoluta que le garantizaría gobernar sin necesidad de pactar se sitúa en 38 escaños, ahora tiene 41 y la encuesta le da entre 40-41.

Frente a esta holgada mayoría, se sitúa el empate técnico entre PSOE y En Marea, que lograrían un 19,9% de los votos, pero el reparto de sufragios beneficiaría al partido instrumental de Podemos, Izquierda Unida, Anova y las mareas municipalistas, a las que la encuesta le da entre 15 y 17 escaños frente a los 16 socialistas. Está cerca, por lo tanto, de conseguir el ansiado sorpasso, confiando sus expectativas en el ex magistrado Luis Villares.

Los socialistas que llevan como cabeza de cartel a Fernández Leiceaga perderían dos de los diputados de 2012 mientras En Marea se afianzaría como alternativa casi duplicando los escaños que había tenido la coalición AGE, previa a la fundación de Podemos, pero precursora de la formación actual.

Quién peor parado saldría de las urnas sería C’s, que apostó como candidata por la periodista Cristina Losada y, según las encuestas, tiene opciones de obtener un escaño, pero también de quedarse a las puertas. La última pata de la próxima formación parlamentaria la pondrían los nacionalistas del BNG, encabezados por Ana Pontón. Mantendría la representación, pero se daría el batacazo al pasar de los siete escaños actuales a tan sólo dos.