ANÁLISIS TONIA ETXARRI-El Correo

A los nacionalistas les inquieta perder su relación privilegiada con Moncloa si gana Rivera

A Rivera no le importa que su discurso le granjee animadversión en Euskadi porque piensa en España

La pugna por el centro derecha entre el PP y Ciudadanos, que se está convirtiendo en una pelea descarnada por el Gobierno de España, ha pillado en medio al PNV. La ofensiva la está llevando el partido de Albert Rivera. Crecido porque su victoria electoral en Cataluña sigue marcando tendencia alcista en los sondeos (aunque no estemos, en principio, en año electoral), ha pasado de ser socio del Gobierno de Rajoy a ejercer como la primera fuerza política de la oposición, mientras Pedro Sánchez se reconcilia con Felipe González y Pablo Iglesias no sale de su ensimismamiento. Se ve como alternativa de gobierno. Y eso es lo que le preocupa al PNV. No porque Ciudadanos vaya a emerger en el País Vasco como afloró abruptamente el fenómeno populista de Podemos, sino porque las relaciones entre el Ejecutivo central y el vasco, de gobernar Rivera, cambiarían en lo esencial.

Su propuesta de reforma del Estatuto vasco ha sido calificada por Ciudadanos como el «Plan Ibarretxe 2». Una definición con la que se habrá sentido identificado el jelkide guipuzcoano Joseba Egibar, pero cabe esperar que no se ajuste a la realidad. Aunque el PNV proponga el eufemismo del derecho de autodeterminación –el derecho a decidir–, el juego de equilibrios al que se verá sometido en la ponencia parlamentaria acabará dejando las cosas en su sitio si de verdad lo que le importa al partido de Andoni Ortuzar y del lehendakari Urkullu es respetar el marco legal y favorecer la estabilidad institucional en el Gobierno de España. Cuando negoció con el PSE su acuerdo de gobierno quedaron en tablas al abordar la reforma del Estatuto. El derecho a decidir, la definición de Euskadi como nación política y la consulta ‘habilitante’ aparecieron como las tres piezas inamovibles en el tablero. Y vinieron a decir que se verían en la Ponencia. Y ahí están. Con la consulta aparcada pero con el derecho a decidir y la definición de ‘nación’ como dos factores que pondrán a prueba la consistencia del pacto con sus socios, los socialistas.

Mientras deshojan la margarita sobre quién decide y qué se decide, intentan fijar que Euskadi, como nación, tendría derecho a la autodeterminación. Pero sin renunciar al marco legal para reclamarlo, al PNV se le ha aparecido un gran nubarrón en el horizonte. Mucho peor que el artículo 155 –su excusa perfecta para no apoyar estos Presupuestos de Mariano Rajoy– está siendo la ofensiva de Ciudadanos. Que ha decidido utilizarlo en su ‘fuego cruzado’ con el PP. A Rivera no le importa que su discurso contra el Concierto y el Cupo le granjee más animadversiones que votos en el País Vasco. Porque piensa en el resto de España.

Y si su discurso recentralizador encontró tanto predicamento en Cataluña que llegó a ganar las elecciones del 21-D, cree que ya está preparado para gobernar en todo el país. Y ante esa posibilidad, el PNV teme perder su posición privilegiada en la relación bilateral con el Gobierno de Rajoy que se consolidó en los pasados acuerdos presupuestarios. El problema no es que Ciudadanos «acaba de llegar», como se lamentaba Aitor Esteban. También eran nuevos los de Podemos y lograron ‘desnortar’ al PSOE. El problema para el PNV, si Ciudadanos acaba ganando la próxima partida electoral, es que se acabaría la ‘manga ancha’ en las negociaciones. Rivera lo pondría en su sitio. En los 5 escaños de los 150 que componen el hemiciclo y en el 0,6% del censo de toda España, como le gusta recordar. Por lo tanto, si la alternativa es Ciudadanos, al PNV le interesa que siga gobernando el PP.