El PP se hace del PSOE

EL MUNDO 05/12/16
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

AQUEL asombroso caradura llamado Tierno Galván, cuyo entierro en el coche de Drácula –Pilar Miró se lo pidió a Portabella tras rodar Vampyr– disimuló las grietas del PSOE como el de Rita Barberá las del PP, decía en sus últimos años, fingiendo su conversión: «Dios no abandona al buen marxista». Si no se hubiera instalado en el Vaticano un okupa teológico, Bergoglio haría de esta frase el santo y seña de su sumisión al rojerío. Y algo de cierto tendrá –quizá aquello de Hegel que tanto gustaba a Marx, «la Historia avanza siempre por el lado malo»–, porque, de otro modo, no se explica la súbita conversión del Partido Popular al PSOE, cuando éste tiene por líder a una silla vacía y su política económica –véase Francia– es un fracaso total.

En los años 60, la socialdemocracia era lo chic, lo guay, y la Derecha modelna presumía de ser más socialista que la Izquierda. No en materia de costumbres, que en eso la Izquierda convenció a la Derecha y fue para bien, pero sí en la política económica. Ese error llevó a todo Occidente a la crisis de finales de los 70, de la que salió volviendo al liberalismo. La Izquierda inteligente –la había– entendió que en el mundo actual el Mercado seguía siendo un mecanismo de asignación de recursos mejor que el Estado. Eso no cambia con la actual marea populista. Defender dentro del Estado de Derecho (no al modo mafioso-comunista de China y Rusia) la propiedad privada es defender la libertad individual y al sector público como complemento, no sustituto del privado.

Y en estas llega Rajoy y asume el viejo programa económico del PSOE, que ya naufragó con González y nos llevó a la quiebra con ZP: una presión fiscal asfixiante; poder sindical con los convenios de sector y no de empresa; salario mínimo por decreto, que, si sirviera para algo, deberían ponerlo de 10.000 euros; y, ligado a esto, la subida de las cotizaciones a la Seguridad Social, para hundir la débil recuperación de las empresas y hacer del paro el primer empleo de las nuevas generaciones. Todo, presidido por un absoluto descontrol del déficit, que se compensará con subidas fiscales a granel.

¿Y todo para qué? ¿Para que el PSOE contente a sus icetas y ugetés? El otro día dijo Fátima Báñez que la masacre fiscal sólo «pedía un esfuerzo a las grandes empresas». Eso mismo decía ZP. Y así acabamos.