El proceso

ENRIC GONZÁLEZ, EL MUNDO – 25/10/14

· La política catalana se adentró hace tiempo en el ámbito de lo «absurdamente complicado o extraño», un ámbito que solemos calificar con el adjetivo kafkiano. No porque lo que ocurre sea (al menos de momento) trágico e irreparable, como en las novelas de Franz Kafka. Por ahora, pese a las molestias causadas y a las posibles angustias de unos y otros, pese a los sollozos de Oriol Junqueras, pese a la exasperación de los opinadores profesionales, el tono general es bufo. Pero las cosas se hacen cada vez más absurdamente complicadas y extrañas.

Lo son en realidad desde que comenzó el proceso kafkiano. Un presidente de la Generalitat que nunca había sido independentista, que nunca incluyó la independencia catalana en su programa político y que, a día de hoy, sigue sin pronunciar la palabra independencia, decidió guiar a las multitudes hacia la Ítaca del «nuevo Estado catalán». Al frente de un movimiento que tiene mucho de hartazgo con el sistema y de arrebato populista se situó Artur Mas, conspicuo representante del sistema en su variante catalana, una de las más cínicas y corruptas. Salvando las pocas distancias, es como si Mariano Rajoy hubiera fundado Podemos, fuera cada mañana a la tele para agitar un rato a las masas catódicas y por la tarde volviera a Moncloa, para urdir maldades con Montoro.

Ahora, con Convergència en peligro de liquidación, Mas dice desear unas elecciones autonómicas plebiscitarias (el oxímoron es parte sustancial del proceso) encabezando una Lista del Presidente, con gente de varios partidos y personalidades independientes. Resulta que hay que salvar a Mas, que ya se pegó un tortazo en las últimas elecciones, y mantenerle al frente de la Generalitat. Esta idea de bombero sólo vale para Convergència y sólo es sostenible gracias al entusiasmo de los palmeros subvencionados. En realidad, Mas no quiere elecciones. Se diría que tampoco las quiere el socio de gobierno y a la vez jefe de la oposición, el republicano Junqueras, probable ganador de esas elecciones. Qué papelón, hacer por la mañana una solemne Declaración Unilaterial de Independencia, y tener que llamar por la tarde a Montoro para que envíe otra remesa con la que pagar a los funcionarios.