El PSOE más surrealista se pega un tiro en el pie

EL CONFIDENCIAL 16/05/17
CARLOS SÁNCHEZ

El PSOE ha entrando en una dinámica suicida. En lugar de buscar el mejor candidato para ganar elecciones, lucha por un secretario general, que no tiene por qué ser el mejor cartel

Díaz, Sánchez y López no son Teresa, pero quieren parecerlo. Intentan convencer a los 187.949 militantes socialistas con derecho a participar en las primarias que son diferentes. Hasta muy diferentes. Pero en realidad no es así. Es puro surrealismo, como la obra de Apollinaire. Ni Susana Díaz -como quiere hacer ver Sánchez- es una infiltrada del PP, ni el exsecretario general del PSOE es un peligroso izquierdista que si gana llevará la ruina al PSOE tras fundirse con Podemos. Tampoco Patxi López es ese dirigente melifluo que ganará tanto si vence Sánchez como si triunfa Susana Díaz. Al fin y al cabo, sus seguidores se unirán a cualquiera de los dos a la hora de confeccionar la próxima ejecutiva.

Los tres son hijos del PSOE que nació tras la dictadura, que nada tiene que ver con el de los años 30, cuando la convivencia entre Besteiro, Fernando de los Ríos, Prieto, Largo Caballero o, incluso, Negrín, era simplemente imposible. Aquel partido, como aseguraba acertadamente Jorge Semprún en sus memorias, era hijo de la ruptura histórica de la izquierda en 1919, cuando Lenin crea la Internacional Comunista y dividió hasta hoy a los partidos progresistas. Pero ese PSOE ha desaparecido.

Hoy, los tres candidatos aceptan la economía de mercado y la globalización y ninguno plantea romper el ‘status quo’ del sistema político. Ni siquiera es previsible que cualquiera de los tres contribuya a la ruptura de España. Y por eso resulta sorprendente el interés de los tres candidatos en diferenciarse de forma artificial.


· Cualquier de los tres será el líder de un partido fracturado, lo cual no es la mejor manera de concurrir a unas elecciones

Gane quien gane, el PSOE no sufrirá una gran transformación. Y no hace falta recordar que con quien pactó Sánchez tras las elecciones de diciembre de 2015 fue con Ciudadanos, precisamente, el socio de Gobierno de Susana Díaz en Andalucía. Hasta el propio Patxi López llegó a ser lendakari con el voto a favor del PP, lo que muestra con claridad la política de alianzas de unos y de otros cuando tocan poder.

Un candidato calcinado
Lo dramático para el PSOE -y ese lunes se vio con claridad en la sala Ramón Rubial– es que sus dirigentes han decidido pegarse un tiro en el pie con un sistema de primarias que calcina al candidato a presidente del Gobierno antes, incluso, de concurrir a las elecciones. Cualquier de los tres será el líder de un partido fracturado, lo cual no es la mejor manera de concurrir a unas elecciones.

Cualquier observador imparcial vería falso que ahora Susana Díaz apoyara a Pedro Sánchez -o viceversa- después de las cosas que se han dicho ambos en las últimas semanas, y ayer mismo en Ferraz.

Algunos partidos europeos han resuelto esta situación diferenciando la elección de secretario general de la figura del candidato. Y no les ha ido mal. Entre otras cosas, porque hoy los aparatos de los partidos (guste o no) están mal vistos por la opinión pública -ahí está el caso de Macron en Francia, Reino Unido o la Italia de Renzi-, y por eso lo más eficaz es buscar un buen candidato que sintonice con la mayoría social necesaria para forma Gobierno.

De hecho, se puede ser un magnífico secretario general -volcado en cuestiones organizativas y creando una cultura de partido- y un mal cartel electoral. O viceversa.

El PSOE, en su lugar, ha optado por la peor de las soluciones, produciendo una situación verdaderamente insólita. Son los militantes quienes eligen al candidato, pero en partidos pequeños como es el PSOE -menos de 190.000 afiliados sobre un censo electoral de más de 36 millones- eso suele derivar en una fuerte endogamia vinculada al reparto de cargos orgánicos y no orgánicos. Es decir, se produce un alejamiento del cuerpo social que, en última instancia, es quien debe elegir a sus gobernantes.


· Se produce un alejamiento del cuerpo social que, en última instancia, es quien elige a sus gobernantes

Esta distancia entre los intereses del partido y los de la sociedad es lo que explica fenómenos fallidos como el de Corbyn, en el Reino Unido, o Hamon, en Francia.

Es evidente, sin embargo, que un nuevo modelo de primarias es una condición necesaria para cambiar al partido, pero no suficiente. El problema de la socialdemocracia tiene que ver con el hecho de que el ecosistema en el que ha funcionado en los últimos 70 años ha cambiado. Hoy ese espacio lo ha cubierto en buena medida el centro derecha, que acepta el Estado de bienestar, y por eso es ridículo pensar que la mejor manera de alcanzar el poder es pensar sólo en los militantes.

Ayer apenas se habló de globalización, inmigración, política fiscal, gentrificación o el papel de las nuevas tecnologías en el mundo del trabajo. Esos son los temas que preocupan y no la declaración de Granada o la última resolución del comité federal.

Y por eso no estará de más recordar que Tiresias, el héroe en el que se inspiró Apollinaire, no nació ciego ni adivino, sino que su poder y su ceguera fueron el resultado de sus encuentros con los dioses. O sea, con el pueblo.