El quijotismo de Rivera

EL MUNDO – 06/05/16 – JORGE BUSTOS

· Ahora que Podemos lo ha apostado todo al rojo confluyendo con IU, las miradas todavía anhelantes de nueva política –una que sepa contar a partir de 1989, al menos– se vuelven hacia Ciudadanos, esperando que se sacudan de una vez su ambigüedad proverbial, tiren la calavera al suelo y decidan de una vez si son o no son. Y en el caso de que finalmente sean, qué es eso que son. Pero Ciudadanos no va a hacer nada parecido porque Ciudadanos es un partido de centro, artefacto muy poco español cuya principal ventaja y cuya principal condena consiste justamente en la indefinición ideológica a cambio de la inteligencia pragmática.

La formación naranja nació en Cataluña como partido netamente ideológico, pues vehiculaba la voz oprimida de los no nacionalistas en un entorno hostil. Pero al expandirse por toda España, a la defensa de la unidad ha ido incorporando otros ingredientes que, seleccionados unos del capazo zurdo y otros de la alforja derecha, componen un recetario efectivamente mixto, equilibrado. Defienden la laicidad pero también los símbolos nacionales, los vientres de alquiler y la supresión de las diputaciones, la rebaja fiscal y la renta de inserción, la voluntad de pacto y la firmeza contra populistas y separatistas.

En un país cuya industria más próspera es la del etiquetado binario, donde troquelamos fachas y martilleamos rojos como si lo fueran a prohibir, el centro nunca lo tendrá fácil. Y en campaña lo tiene todavía peor, porque una campaña no es más que un ejercicio premeditado de polarización a través de las emociones del electorado, y en esa orgía la cordura se torna sospechosa y quien matiza penaliza.

Se equivocan los analistas que todavía señalan el respeto al legado del 78 como la diferencia primordial entre naranjas y morados. Ambos nacen de una discrepancia freudiana con sus ancestros: si el inmovilismo marianista acicateó a Ciudadanos, la liquidez zapateril amasó a Podemos. A orígenes opuestos corresponden canteras opuestas.

Podemos es una organización de activistas pastoreada por profesores de política. Su ambiente es la doctrina y su móvil, la utopía. Ciudadanos, en cambio, recluta para sus listas en considerable proporción a profesionales liberales con una carrera previa a la política. Su ambiente es el mercado y su móvil, la reforma. Es imposible que se entiendan y así debe ser, porque los mercaderes no deben vender en el templo ni los curas negociar con la salvación.

Rivera no gasta hechuras de predicador. No puede apelar a la derecha ni a la izquierda, pero debe prometer que sus votos serán tan útiles como los agentes químicos que potabilizan el agua. No puede garantizarle a su votante el color del próximo presidente, pero debe recordarle que las mayorías absolutas se han terminado no solo en el hemiciclo, sino también en el corazón purísimo de quien desea que el suyo mande en exclusiva. Quien vote a C’s ha de saber que su voto puede servir lo mismo para que presida España un socialista que un popular, pero en ningún caso servirá para que un populista o un separatista obtengan margen para sus proyectos de ruina.

Rivera oscila entre el papel de Hamlet y la aventura de don Quijote. Ya tiene mérito desafiar la vigencia del viejo cainismo español, resolver la duda hamletiana de ser de una media España o no ser de la otra media. Pero coser la brecha entre los padres y los hijos –la del PSOE con Podemos y la del PP con Ciudadanos– es hazaña para quijotes.

EL MUNDO – 06/05/16 – JORGE BUSTOS