Tonia Etxarri-El Mundo

Por voluntad de Pedro Sánchez. Su dedo acaba de elegir a Miquel Iceta para presidir el nuevo Senado. Sin necesidad de negociarlo con nadie porque el PSOE, en la Cámara alta, dispone de mayoría absoluta en esta legislatura. Con esta designación tan simbólica, el aspirante a presidir el nuevo Gobierno de España elige, como máxima representación del Senado, a un político cuyo perfil tiene mucho más calado que el de «un catalán con sensibilidad autonómica». Se trata del presidente del PSC. El mismo que rompió una lanza en favor de los indultos a los procesados del 1-O que ahora están siendo juzgados ante el Tribunal Supremo. Quien no se opuso a la aplicación del 155 después de que Puigdemont hubiera convocado un referéndum ilegal y hubiera declarado la independencia de forma unilateral. Pero que ahora ya no lo ve necesario. El mismo que se ha mostrado favorable a celebrar una consulta de independencia si el sentimiento separatista en Cataluña siguiera creciendo en los próximos diez años.

Que vaya a ser presidente del Senado alguien que nadie ha votado como senador, a estas alturas de la cocina de Pedro Sánchez, se da ya por amortizado. Él mismo ha sido presidente de un Gobierno provisional sin haber sido diputado. Se cambian cromos. Se invita a José Montilla a salir por donde entró. Y aquí paz y después gloria. A fin de cuentas, los senadores por designación autonómica son propuestos por los parlamentos territoriales, no son elegidos por sufragio universal.

Pero lo importante es el contenido político de esta elección de Sánchez. El discurso socialista complaciente con los independentistas catalanes ha recogido sus frutos en las pasadas elecciones generales. Después de Esquerra Republicana de Cataluña (con 15 escaños), el PSC ha resultado ser la segunda fuerza más votada. Iceta, recuperado ya de su discreta posición en anteriores escrutinios, extrapola estos resultados y contempla la posibilidad de recuperar un pacto de gobierno en Cataluña con ERC y seguramente con los ‘comunes’ de Podemos. Pero antes de que se visualice ese escenario, Sánchez le agradece los servicios prestados en los tiempos convulsos del ‘procés’. Es un premio. El Senado aún no sirve para gran cosa en este país. Sigue pendiente la transformación en una Cámara territorial tal como la había proyectado en su día el desaparecido Mario Onaindia.

Pero se trata de una caja de resonancia fundamental para proponer reformas constitucionales y poder impedir, si procediera, una nueva aplicación del 155. Por ejemplo. La designación de Miquel Iceta tiene una carga de profundidad dirigida a los secesionistas catalanes para esta nueva legislatura. ¿Y para presidir el Congreso? De la extraña ronda de Sánchez con los tres principales representantes políticos se deduce que el PSOE y Podemos van a emprender un largo camino juntos. La entente en la izquierda populista ha arrancado desde el minuto uno del tiempo de juego. Irene Montero y Adriana Lastra negocian la composición de la Mesa de la Cámara baja. El PSOE también quiere dirigir el parlamento de los parlamentos. Hubo una legislatura en la que Patxi Lopez llegó a presidir el Congreso. Mandato breve. Pero ocurrió.

Porque así lo permitieron tanto el PP como Cs. Gobernaba Mariano Rajoy. Entonces se valoró muy positivamente que presidiera la Cámara legislativa el representante de un partido distinto al del gobierno. Veremos en qué queda ahora. Porque han cambiado los tiempos. Tras la victoria de Sánchez existen tentaciones de voracidad ante el reparto del pastel.