El rey del postureo

EL MUNDO – 08/04/16 – JORGE BUSTOS

· Las entrevistas que está concediendo Juan Marsé no harán tanto ruido como las de Félix de Azúa, y sin embargo sus argumentos coinciden en el territorio como en la clase de peste que lo asola:

–Nada me impedirá decir que este es un país de fantasía regido por unos personajes insólitos y risibles, pillastres adscritos a la política más patriotera y lucrativa y a la cultura más ñoña y provinciana –le ha espetado a Sergi Doria en ABC.

Marsé ha tenido la precaución de no personalizar en una mujer de progreso la diatriba, y además le blinda su vieja credencial de novelista obrero –clasismo invertido– de la que carece el acomodado Azúa. Pero lo cierto es que ambos vienen a decir exactamente lo mismo: que la élite catalana la compone una picaresca de nuevos paletos con talento para el vodevil. Definición que por lo demás cubre muy bien las prestaciones de la dirigencia emergente en el resto de España, de donde vuelve a deducirse la tautológica españolidad de Cataluña.

Yo, que debo de ser un degenerado, me emociono ante los líderes que afrontan realidades –de ahí mi creciente respeto por Alexis Tsipras–, pero estos tiempos solo ofrecen actorzuelos que cabalgan utopías. Toda España es carnaval, el país de fantasía regido por personajes risibles que dice Marsé. El Congreso escenifica cotidianas comedietas donde cada portavoz depone su idea del mundo y de la vida, y defeca en la idea del mundo y de la vida que depuso el portavoz opuesto. Un legislativo sin ejecutivo es como un coro de castrati en un burdel: sus señorías emiten gorgoritos ideológicos más o menos sonoros pero a la hora de la verdad no pueden rematar la faena y preñar al BOE. Nada de lo que declaman supera el estadio naíf y prenatal de la propuesta de ley. Y sus tríos negociadores no pasan de voyerismo: ahí nadie toca pelo aunque se filtran fotos, muchas fotos. Fotos como para parar el tren de Lenin.

Nadie discutirá que, entre los cuatro jinetes de la partidocracia, el papel de galán latino recaería sobre Pedro Sánchez. No solo por su porte semental y su timbre campanudo, sino por esa excepcional aptitud para la mímesis. Cuando lo nombraron se expresaba como un Zapatero más erecto, pues era la referencia que le pillaba más cerca. Después se vistió de centrista para el posado de investidura junto a Rivera. Pronto se hará jirones la camisa y competirá en anticapitalismo desorejado con Iglesias, y troceará la rojigualda que enmarcó su puesta de largo en el Price hasta alumbrar una cuatribarrada por valor de un puñado de abstenciones. Sánchez es camaleónico por interés y por no quedarse en Sánchez, que sería quedarse en nada. Ahora bien, ¿de qué color es un camaleón que se mira al espejo? ¿Qué pasará el día que Sánchez se quede, finalmente, solo? ¿Se desintegrará? Eso parece, murmura Susana.

Ahora se dice mucho «postureo» para definir este momento político de España, pero sospecho que solo la palabra es novedad. El concepto viene quizá de las tablas del barroco, del rey que sueña que es rey y de ese aplauso prestado que recibe, y que en el viento escribe. Sin embargo aquel siglo de postureo fue de oro y produjo Las meninas mientras que el nuestro es de plasma y produce ruedas de prensa.

Hablando de pintores. Otro catalán crítico, Salvador Dalí, dejó dado este consejo a Pedro Sánchez:

–Si eres un mediocre, aunque te esfuerces por pintar muy mal, se notará que eres mediocre.

EL MUNDO – 08/04/16 – JORGE BUSTOS