El Rey los conoce a todos

EL CONFIDENCIAL 18/11/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

· El de don Felipe fue el discurso de su madurez como Rey, proclamado hace más de dos años durante los cuales el monarca ha terminado por conocer muy bien a aquellos a los que se dirigía

El jefe del Estado se marcó este jueves por la mañana un buen discurso. Dijo todo lo que quería decir y en la forma en que debía decirlo: no eludió ningún asunto, aunque algunos —no el de la corrupción— adquiriesen una forma expresiva un tanto elíptica. Si se atiende bien a las palabras del Rey, no hay tecla que se dejase de tocar ni asunto que no recibiese la atención de unas palabras e, incluso, de una parrafada. El de don Felipe fue el discurso de su madurez como Rey, proclamado hace más de dos años —19 de junio de 2014—, durante los cuales el monarca ha terminado por conocer muy bien a aquellos a los que se dirigía, los diputados y senadores de la XII Legislatura, luego de que recibiese, hablase y debatiese por cuatro veces con los jefes de filas de todos ellos para, primero con Sánchez y luego con Rajoy, intentar proponer un presidente y, en todo caso, desbloquear la situación institucional.

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A.V.C.

El endemoniado artículo 99 —cuyos redactores elaboraron sin suponer un vuelco político como el de diciembre de 2015 y junio de 2016— le ha entregado al Rey un arbitraje sin silbato, es decir, sin facultades diferentes a las de la persuasión. Pero, a cambio de la avaricia constituyente en atribuirle poderes, le ha proporcionado la oportunidad que este Rey ha optimizado: se ha visto con todos los dirigentes importantes y, sobre todo, los que lo son menos pero que derivan hacia el republicanismo. Así que cuando divisó desde el estrado una bandera republicana y a Cañamero en plan hombre-anuncio de una república que nadie reclama, se ajustó el traje (no el uniforme, por cierto) y se granjeó dos minutos y medio de aplausos.

El Rey lucía una media sonrisa y parecía distendido y seguro en su alocución a las Cortes Generales. Tanto que se sabía mejor el itinerario protocolario de la sesión que la presidenta del Congreso, a la que advirtió amablemente de que le correspondía declarar constituida y abierta la XII Legislatura. Una anécdota que hay que elevar a cierta categoría, como la ñoñez republicana de los que no saben que la monarquía se legitima, además de por el refrendo a la Constitución de 1978, por la funcionalidad de la Corona que el propio Rey se ha encargado de demostrar durante estos más de 10 meses de interinidad ejecutiva. O sea, que a la Carrera de San Jerónimo ha llegado este jueves un jefe del Estado bregado en dos años lo que a otros les hubiese costado muchos más. No le ha faltado al monarca ni un solo problema, incluso familiar —una hermana y un cuñado en el banquillo—, ni ha recibido más ayuda que la de su entorno inmediato.

Pero el “ciudadano Borbón”, en versión de Alberto Garzón, esa es la verdad, se ha fajado con el líder de Izquierda Unida; con el de los comunes catalanes, Xavier Domènech; con el de Compromis, Joan Baldoví; con la portavoz de la marea gallega, Alexandra Fernández; con el canario Pedro Quevedo y otros como los diputados de UPN, Foro Asturias y representantes del grupo mixto, incluido el diputado Homs y, por supuesto, con el portavoz de los criptomonárquicos peneuvistas, Aitor Esteban, un tipo de buena cabeza. Después de sus ratos de charla en la Zarzuela, el Rey se los conocía a todos, Iglesias incluido. Y, por referencias, a los que no quisieron subir hasta el sotobosque de Zarzuela: el republicano Tardà —tal vez Rufián— y el portavoz de EH-Bildu.

Gestionar el 99 de la Constitución como lo ha hecho el Rey merecía la prolongada ovación de la mayoría y las palabras huidizas de quienes se la regatearon

Cuando el sector ‘no constitucionalista’ valoró el discurso de don Felipe, los dedos de algunos se les hicieron huéspedes porque no esperaban lo que oyeron, ni el tono que empleó el Rey, ni su afortunada impertinencia cuando habló de lo que debía: la corrupción, la cohesión, la desigualdad, la pluralidad, el diálogo, el Estado de bienestar… hasta agotar el temario político, cantándolo sin contemplaciones a izquierda y a derecha. El Rey —se le veía— conocía a todos. A Mariano —que le ha dado momentos de gloria—; a Albert, que es liberal y monárquico —buena combinación—; a Iglesias —que solo le desafía con su torpe aliño indumentario—, y a los líderes confluyentes podemitas. Faltaba Sánchez, al que don Felipe conoce igualmente bien. En toda pelea hay algún perdedor, y el ex secretario general del PSOE lo fue.

Y sí, estuvo la Reina con un traje muy para la ocasión y repetido, y la princesa de Asturias, y la infanta Sofía. Y se celebró una breve —todo ahora es breve, menos el Rey— parada militar, y un besamanos para quien quisiera —no se es más o menos monárquico por saludar al Rey, sino que se es más o menos educado, cosa distinta—, y sonó el himno nacional sin que el jefe del Estado olvidase que es el titular de una Monarquía plural y, por ello, saludase a todos los españoles en sus idiomas justo antes de que las Cámaras le aplaudiesen durante casi tres minutos. Gestionar el 99 de la Constitución como lo ha hecho el Rey —además de por el discurso— merecía la prolongada ovación de la mayoría y las palabras huidizas de quienes —los menos— se la regatearon. No se sabe bien cuándo empezó de verdad este reinado, si el 19 de junio de 2014 o el 17 de noviembre de 2016.