El rito «Sati»

IGNACIO CAMACHO – ABC – 19/11/16

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· Cruel y displicente, Felipe ha saboteado el «blablacar» de Sánchez con el destornillador de su labia despectiva.

El sanchismo no existe: es una hipérbole periodística. El sufijo –ismo implica, si no una ideología o una estrategia, al menos el liderazgo de una tendencia. Pedro Sánchez no logró articular nada de eso porque carecía de proyecto, de capacidad propositiva. Un líder no puede cifrar en negaciones –«no es no»– su identidad política. Los llamados sanchistas no son más que colaboradores o vagos simpatizantes, y quizá pronto tampoco existan; para tener partidarios es menester algo que ofrecerles, una mínima expectativa. Las del ex secretario general se disuelven a medida que pasan los días. Si pudo tener alguna tras la defenestración, la disipó él mismo en su célebre entrevista. Empujado a la semiclandestinidad, el coche de su blablacar sigue parado y la gestora del PSOE le ha escondido la gasolina.

El jueves, Felipe González le saboteó el motor con el destornillador de su labia despectiva. Lo trató con una crueldad displicente: «Lo hizo lo mejor que supo, pero no sabía». En Sevilla, González es todavía Felipe: el secretario general perpetuo, el patriarca moral de la tribu socialista. Sus palabras desdeñosas –«no tiene cultura de partido»– eran una condena al ostracismo pronunciada al lado de Susana Díaz. Le faltó acariciar a la presidenta en su regazo y murmurar que de Sánchez debe encargarse alguien de la familia.

Esa tarde, la gestora acometió una purga selectiva. Los últimos leales al caído, casi todas mujeres, fueron apartados en una suerte de rito sati: como viudas indostánicas obligadas a inmolarse con su marido en la misma pira. Para los tibios hubo compasión a la espera de que se rindan a la evidencia. Así funcionan los partidos, y es el único modo de que funcionen: como religiones que muestran a los feligreses que no hay salvación fuera de su iglesia. La del PSOE es ahora mismo una sede vacante, pero todo el mundo sabe quién mueve los hilos a la espera del cónclave. Y si surge un tapado será de entre la ortodoxia: no más errores de aventurerismo ni más falsos apóstoles.

Los susanistas –el susanismo sí existe: tiene poder y nombra cargos– aún temen alguna maniobra adversa. Por eso la lideresa maneja los tiempos sin postularse; recela de que le ocurra lo que a Bono en 2000, batido por un candidato de última hora. Quiere aparecer como una solución aplastante, si es posible la única. Del mismo modo, las eventuales alternativas permanecen a la sombra sin exponerse; si tienen alguna oportunidad pasa por dejar que Díaz genere rechazo por su forma de controlar la organización con un mando a distancia.

Y sean quienes fueren también necesitan un tiempo para disipar cualquier sospecha de tardosanchismo con una apostasía a plazos. La tercera vía sólo puede abrirse paso con alguien no involucrado en la guerra civil. Con pedigrí de fidelidad a las siglas. Libre de la acusación de haber dañado al partido. Y sin prisa para forjar su propio.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 19/11/16