El socialismo de Cataluña y su alma esquizoide

EL CONFIDENCIAL 14/11/16
ANTONIO CASADO

· Estamos ante el principio de una reflexión conjunta sobre el futuro de ambos partidos. Juntos o por separado. Continuidad o ruptura

Buenas palabras y apelaciones a la concordia entre el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, y el líder provisional del PSOE, Javier Fernández. Nada más podemos esperar de su encuentro de hoy a mediodía. Primera aproximación a dos asuntos de máxima actualidad y mutuo interés. Uno de coyuntura: sanciones a los diputados insumisos. Otro de estructura: revisión del protocolo de colaboración. Aunque los dos remiten a la misma y endémica cuestión de fondo, la entrevista de hoy en Ferraz no es el marco para tomar decisiones.

Hoy no se decretarán las sanciones a los siete diputados catalanes que incumplieron el mandato del comité federal en la votación de investidura de Rajoy. Tal vez se hable mañana en la habitual reunión del grupo parlamentario. Y mucho menos es el marco para revisar, que no abolir, el protocolo de 1978 de colaboración PSC-PSOE, que solo incumbe al comité federal.

Lo de hoy va de tanteo a la voluntad política de ambas partes, descontando que las sanciones serán inevitables, sin llegar a la expulsión. Los principios ceden el paso al pragmatismo. El PSOE no puede permitirse el lujo de perder de golpe 15 diputados. Y tampoco sería de recibo sancionar a los ocho del PSOE (dos independientes) y no a los siete del PSC, pues ambos están sometidos a la misma disciplina.

Lo de hoy va de tanteo a la voluntad política de ambas partes, descontando que las sanciones serán inevitables, sin llegar a la expulsión

Estamos ante el principio de una reflexión conjunta sobre el futuro de ambos partidos. Juntos o por separado. Continuidad o ruptura. Frente a ese dilema envenenado, el comentarista puede asegurar aquí y ahora que el presidente de la comisión gestora está por la continuidad, sobre la base de un reforzamiento de los vínculos políticos, intentando separarlos de los orgánicos. Se trata de que el PSC no pueda comportarse como federación del PSOE o como partido autónomo en función de lo que le interesa. Por mejor decir, en función de lo que los dirigentes catalanes deciden unilateralmente que les interesa.

Desde que se formó el mal avenido matrimonio de valores tan reñidos, socialismo y nacionalismo, en aquel verano fundacional de 1978, la asimetría de la colaboración política y orgánica ha reverdecido planteamientos formulados en su día por históricos dirigentes como Alfonso Guerra, el expresidente del Congreso José Bono y otros respecto a la refundación de un PSOE catalán de estricta obediencia a la dirección y la línea política emanadas de los congresos federales.

Volvió a estar suelto el fantasma de la ruptura en vísperas de la reunión Fernández-Iceta de hoy. Nada nuevo desde que en el sentir del viejo PSOE se instaló la incómoda verdad de que los dirigentes del PSC llevan el socialismo en la biografía y el nacionalismo en los genes. “Hace tiempo que el PSC dejó de ser socialista”, decía en 2012 el exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra. Era su forma de describir el carácter esquizoide del socialismo catalán, antes de sugerir la refundación de un partido político en Cataluña “socialista” y “español”, que no tenga la menor duda a la hora de pronunciarse sobre el dogma civil de la soberanía nacional y el derecho a decidir sobre su eventual fraccionamiento.

El PSOE no puede permitirse el lujo de perder de golpe 15 diputados. Y tampoco sancionar a los ocho del PSOE (dos independientes) y no a los siete del PSC

En cuanto al espinoso tema de las sanciones a los siete díscolos del PSC en la investidura de Rajoy, a Javier Fernández le debería bastar con decirle a Iceta que el PSOE no hará nada distinto de lo que hace el PSC con sus diputados desobedientes en el Parlament, castigados por su comisión de garantías. Tengo en la memoria lo ocurrido a los tres diputados rebeldes, que se alinearon con los nacionalistas en enero de 2014 sin renunciar al escaño obtenido en lista cerrada y bloqueada del partido que les arropó y les pagó la campaña.

O sea, como los ocho diputados del PSOE que se unieron a los siete del PSC en el “no es no”, ignorando los principios de unidad de actuación y disciplina de voto. Y es muy posible que el desenlace en el caso de sus 15 diputados se parezca mucho al aplicado por el PSC en el caso de sus tres diputados rebeldes (Núria Ventura, Ignasi Elena y Marina Geli). No abandonarán el grupo pero perderán sus cargos, ya valoradas sus alegaciones por escrito (libertad de conciencia y fuero constitucional del diputado, entre otras).

Tampoco estaría mal que, en defensa del voto decidido por el comité federal respecto a la investidura de Rajoy (abstención), Fernández recordase a Iceta la abstención que este defendió en el Parlament (23 de diciembre de 2010) para facilitar la investidura de Artur Mas como “acto de responsabilidad” (desbloquear la situación permitiendo que se formase el Govern), sin renunciar a ejercer una oposición “constructiva pero contundente”. O sea, lo que argumentó el portavoz del PSOE, Antonio Hernando, en defensa de la abstención, no como una declaración de amor a Rajoy sino por desbloquear una situación que dañaba gravemente los intereses generales de España.