Ignacio Varela-El Confidencial

No parece verosímil que, con cuatro partidos en liza, nadie supere esa barrera del 30%; y tampoco, salvo catástrofe (ese máster…), que un partido como el PP se hunda por debajo del 20%

Algunas encuestas muestran cómo evoluciona la opinión pública en fases de continuidad del ciclo político. En esa categoría están todas las realizadas desde la investidura de Rajoy hasta su caída, el periodo del Gobierno minoritario del PP. Otras reflejan la reacción social inmediata tras un acontecimiento político de gran magnitud. Es el caso del barómetro que ayer hizo público el CIS.

Un cambio de partido en el Gobierno en medio de una legislatura es un hecho mayor. Esta encuesta, realizada apenas un mes después de la moción de censura y de la presentación en sociedad del Gobierno bonito de Sánchez, transpira de principio a fin el impacto de aquel momento. Todos sus datos pueden y deben interpretarse como la respuesta del organismo colectivo ante un vuelco, para unos gozoso y para otros traumático, pero para nadie indiferente. Es una encuesta de coyuntura más que de tendencia.

Solo así se explica que desde el barómetro anterior la estimación del PSOE aumente en cerca de dos millones de votos mientras la de todos sus adversarios disminuye de forma espectacular: 860.000 votos menos para el PP, 760.000 menos para Unidos Podemos y 480.000 menos para Ciudadanos. Tamaño seísmo solo puede explicarse por un gran suceso político; es evidente que los españoles recibieron como tal la moción de censura y el cambio de Gobierno.

¿Tiene esta encuesta valor predictivo? Tanto como las anteriores, cuando parecía que era Ciudadanos quien se iba a los cielos mientras todos los demás emprendían el camino del infierno. Aquellas eran encuestas atmosféricas como lo es esta, con la peculiaridad de que esta es la primera tras un gran temporal. Nos permite conocer el resultado más verosímil de unas hipotéticas elecciones que se hubieran celebrado a principios de julio, pero nos dice poco sobre el futuro.

La izquierda celebra la caída de Rajoy, y premia a su artífice con un diluvio de intenciones de voto. Todo son buenas noticias para Sánchez:

En primer lugar, reactiva a muchos votantes socialistas de 2016 que hasta la moción de censura estaban instalados en la indecisión o en la abstención. Eran 860.000 en abril, y han despertado exactamente la mitad.

Además, le viene un aluvión de votos procedentes de Unidos Podemos. Otros 400.000 desde abril, a sumar a los 200.000 que ya había recuperado trabajosamente antes. Es muy probable que la mayoría de estos fueran ya antes votantes socialistas decepcionados, ahora eufóricos por la caída de Rajoy. Lo que está por ver es que hayan vuelto a casa para quedarse. Pablo Iglesias hará lo que tenga que hacer para detener e invertir ese chorreo, lo que pasa obligatoriamente por hacer que se decepcionen de nuevo. Lo del calvario, ya saben.

Por último, Sánchez ha logrado cerrar el grifo por el que se le fugaban constantemente votos hacia Ciudadanos. Hace tres meses tenía un saldo negativo de 400.000 votos con el partido de Rivera, y ahora ese saldo es neutro: la frontera se ha sellado. Añadan cerca de 200.000 votos procedentes del PP (¿antiguos votantes de Zapatero que cambiaron de orilla en 2011?) y tendrán la suma de los dos millones que la moción de censura reportó a los socialistas.

Parece ser más la ansiada caída de Rajoy que el ascenso de Sánchez lo que premia al PSOE. Ciertamente, la puntuación del líder sube: de un 3,3 a un 4, que no está mal para estos tiempos. Son los votantes de Podemos los que principalmente le suministran esas décimas de mejora. Pero es la puntuación más baja de un presidente recién llegado al poder: en su primer barómetro presidencial, Felipe González tuvo un 7,4, Aznar un 5,3, Zapatero un 6,6 y Rajoy un 4,6. Naturalmente, nunca repitieron ese registro.

También es el que menos confianza suscita al principio de su mandato:

*No se formuló esa pregunta para Felipe González, pero en febrero de 1983 el 54% valoraba su actuación como buena o muy buena.

Obviamente, no es lo mismo llegar al poder tras ganar unas elecciones que tras una escabrosa moción de censura (sobre todo por las compañías). Pero estos datos indican que Sánchez tiene tarea por delante si quiere que el homenaje como verdugo de Rajoy se transforme en reconocimiento como gobernante. Aunque para no tentar su suerte, también podría aprovechar el ‘momentum’ y hacer caja antes de que la ola favorable decline. En estos tiempos de cambio climático, nunca se sabe lo que puede pasar.

Otro que tiene faena es Pablo Casado. El 20,4% es la estimación de voto más baja del PP desde su fundación. Es la otra cara de la luna: según esta encuesta, a principios de julio estaría 13 puntos por debajo de su resultado de 2016, perdiendo la friolera de tres millones de votos. De ellos, algo más de 800.000 habrían huido en los tres últimos meses. Cataluña, la pertinaz parálisis de Rajoy, la sentencia demoledora de Gürtel, la moción de censura, aquel bolso en el escaño, la pérdida del poder y la bronca de las primarias: ese era el cóctel explosivo que sufría el PP en los días en que los entrevistadores del CIS hacían su trabajo. Difícil imaginar una coyuntura peor, pero el ‘efecto Casado’, si es que existe, tendría que ser una bomba para devolver ese partido con prontitud a una situación competitiva.

Su mejor aliado para ello será Sánchez, y viceversa, como comenzó a verse en la reunión de ayer: ambos se necesitan como interlocutores formales y como feroces enemigos de referencia.

Ciudadanos baja de la nube en que estuvo, pero mantiene un meritorio 20,4% que significa un crecimiento de 1,7 millones de votos respecto a su último resultado electoral. Y Podemos lo tiene claro: el 30% del PSOE es incompatible con que ellos mantengan la fuerza que tuvieron. Un problemón, porque de momento sus seguidores parecen encantados con Sánchez y su Gobierno de estreno.

Así pues, tres conclusiones tan provisionales como la encuesta misma:

a) Probablemente, este barómetro señale el techo del PSOE y el suelo del PP. No parece verosímil que, con cuatro partidos en liza, nadie supere esa barrera del 30%; y tampoco, salvo catástrofe (ese máster…), que un partido como el PP se hunda por debajo del 20%.

b) ¿Vuelve el bipartidismo? Ya les gustaría a ambos, pero, de momento, PSOE+PP solo suman el 50% del voto, seis puntos menos que en 2016.

c) Con estas cifras, cobra cuerpo la hipótesis de que la mayoría viable tras las elecciones sea una coalición entre el PSOE y Ciudadanos. De hecho, eso es lo que resulta traduciendo a escaños el resultado de esta encuesta: 128 para el PSOE, 80 para el PP, 71 para Ciudadanos y 43 para Unidos Podemos. Echen cuentas.