El terrorismo y sus apologetas

ABC 30/03/17
JAVIER RUPÉREZ

En la lucha internacional contra el terrorismo la conciencia global ha ido adquiriendo progresivamente una disposición clara sobre los alcances de la plaga, los instrumentos para luchar contra ella, la cooperación transfronteriza o los controles financieros sobre sus promotores. Una de las más recientes adquisiciones es precisamente aquella que intenta atajar el nacimiento de la hidra en su forma más molecular: la que se enfrenta contra las campañas de justificación, alabanza, incitación o apología del terrorismo, sabiendo por experiencia que es en ese terreno donde se malforman conciencias, se pervierten hábitos y se condicionan conductas.

Tanto las Naciones Unidas en varias resoluciones del Consejo de Seguridad como el Consejo de Europa en las suyas ha reclamado de los Estados la existencia de una legislación que ponga coto a esas derivas proto criminales, de las que tantas y tan perversas muestras sigue hoy teniendo todo el mundo, sea cual sea la exposición a las actividades asesinas de los terroristas. Ambas organizaciones han tenido sin embargo buen cuidado en subrayar la necesidad de que esa normativa contemple con claridad su objeto, sin empañar la correcta aplicación del principio universal de la libertad de expresión.

Eso es lo que hace la legislación penal española, atenta a cortar de raíz y penar adecuadamente las manifestaciones metaterroristas sin por ello afectar al núcleo duro de nuestras libertades. Y eso es lo que pretende sospechosamente abolir la proposición de Podemos, el movimiento populista español, con su nada inocente intención de suprimir el artículo 578 del Código Penal vigente. Y de paso enterrar las disposiciones que en el mismo Código castigan la utilización de insultos o injurias. No hace falta ir lejos en la indagación clásica del «quid prodest» para averiguar a quien se pretende beneficiar con tales ideas. Da vergüenza explicitarlo pero queda meridianamente claro: a los terroristas, a los que comparten sus fines y a los que tienen el insulto por preferida arma dialéctica. Menudas alforjas.