En nombre del pueblo: 858 asesinatos

LIBERTAD DIGITAL 11/04/17
CRISTINA LOSADA

· Los herederos de ETA no quieren rechazar su legado de crímenes, sino pasarle ese legado al ‘pueblo’.

Hace años, cuando aquel proceso de paz luego sepultado en la T-4 junto con las vidas de Carlos Alonso Palete y Diego Armando Estacio, ecuatorianos residentes en Madrid, me invitaron a una tertulia en TV3 para hablar del tema. Todos mis contertulios, periodistas de diversos medios y lugares, estaban a favor de la negociación con los terroristas. Uno de los argumentos que más utilizaron era que ETA tenía «apoyo social» y que eso hacía insoslayable la necesidad de negociar con ella. Por lo visto, si el terrorismo cuenta con el respaldo de cierta cantidad de personas, no queda más remedio que tomarlo en consideración como interlocutor político.

La existencia de un «apoyo social» a ETA, que también sirvió de argumento para oponerse durante mucho tiempo a la ilegalización de Batasuna, fue siempre un pretexto muy extraño. Un pretexto para no hacer frente al terrorismo y para ceder, en cambio, a sus demandas. Nadie aplicaría ese razonamiento a otro tipo de criminalidad, pero la criminalidad terrorista siempre se presenta bajo el aura de una causa, y las causas ofuscan (o sirven) a muchos.

El «apoyo social» a ETA se llama ahora, en boca de los terroristas, «pueblo». Los terroristas han entregado unas armas diciendo que las tomaron por el pueblo vasco y que las dejan en sus manos. En una entrevista en País, Arnaldo Otegi, que habla de facto en nombre de ETA, repite aquello y dice que es un relato. No es un relato: es un cuento macabro. Es una historia de terror, con asesinados, heridos, extorsionados y exiliados reales. Con gente que vivió con miedo. último atentado que ha cometido ETA es cargarle sus 858 asesinatos a una comunidad que llama «pueblo vasco». La comunidad que jaleó, aplaudió, sostuvo y mantuvo el entramado terrorista fue la comunidad del odio.

Los herederos de ETA no quieren rechazar su legado de crímenes, sino pasarle ese legado al pueblo, decir que fue en su nombre. Lo intenta Otegi al decir que «la autocrítica más profunda» –la más profunda– que se hacen es que «no fuéramos capaces de leer antes que había una sociedad a la que supuestamente pretendíamos servir que nos estaba demandando que cesáramos la lucha armada». ¿Cómo van a hacerse autocrítica por matar si mataban porque se lo pedía la sociedad? El único error fue no darse cuenta antes de que la sociedad había dejado de pedírselo. ¿Y cuánto antes? Ah, eso es muy complicado, dice Otegi. «Si pones una fecha, entonces la pregunta es: ¿y por qué no antes?». Lo complicado, lo imposible, es justificar el terrorismo, como hace Otegi. A día de hoy. El artesano.

No puede o no quiere Otegi dejar de ser lo que es, y lanza una amenaza. La formula apenas disimulada, in crescendo: «La humillación es muy mala consejera… Desde la humillación es muy difícil construir una paz justa y duradera. Eso genera resentimiento y se vuelve en contra. Eso es pensar a corto plazo. Lo que se genera es un clima que no va a conducir a nada bueno, seguro». Para que los que temían sigan temiendo, ahí queda la advertencia. Y queda claro, una vez más, para qué sirve entrevistar a portavoces de ETA.