Entre González y Rajoy

EL MUNDO 24/11/16
LUIS MARÍA ANSON
SERÍA gravemente calumnioso afirmar que Felipe González tiene en gran estima política a Mariano Rajoy. Por el contrario. Rechaza al presidente popular de forma rotunda. Lo que ocurre es que González es antes que nada un hombre de Estado, el mejor del siglo XX, según he repetido en ocasiones varias, de la misma manera que en el XIX lo fue Cánovas del Castillo. El expresidente sabe que la estabilidad de España se ha mantenido gracias a la alternancia en el poder de los dos grandes partidos constitucionalistas: el centro izquierda del PSOE y el centro derecha de UCD y el PP.

El Frente Progresista que propugnan Pedro y Pablo descarrilaría al PSOE, abducido por la extrema izquierda de Podemos, al estilo chavista o castrista. González denunció la alianza ultraizquierdista en diciembre pasado y exigió a Sánchez el acuerdo con Ciudadanos si quería sentarse en la silla curul de Moncloa. El entonces secretario general aceptó, seguro de que Pablo Iglesias le apoyaría en la investidura. El líder podemita se lo pensó mejor y votó junto a Rajoy para acudir a unas segundas elecciones con el convencimiento de que sorpassaría al PSOE. Pedro Sánchez se indignó porque antes del pacto con Ciudadanos se había puesto de hinojos ante Iglesias y le había prometido todo: la vicepresidencia del Gobierno con la televisión y el CNI, amén de una policía política, y media docena de ministerios, entre ellos Hacienda, Interior y Defensa. Como a Mariano Rajoy le convenían también nuevas elecciones, el pueblo español se vio obligado a tragarse el sapo acudiendo a las urnas el 26 de junio.

De nuevo Pedro Sánchez se entendió bajo cuerda con Iglesias, previo engañar a González, asegurándole que se abstendría en la segunda votación de investidura, lo que provocó que Mariano Rajoy acudiera a la cita y se estrellara. Pero Felipe González es mucho Felipe González y, apoyado en los principales dirigentes socialistas, organizó una operación de circo para escabechar a Sánchez, hombre de cortos alcances y larga ambición, dispuesto ahora a hacer frente a Susana Díaz o a Patxi López o a José Bono o a quien sea en el congreso del partido que exige de inmediato.

Rajoy es de nuevo presidente gracias, sobre todo, a los aciertos económicos: la prima de riesgo ha pasado de los 638 puntos al entorno de los 100; el déficit de 9,3 a menos de 5; el paro de 500.000 desempleados más al año a 500.000 menos; y el PIB ha crecido por encima del que exhiben los más fuertes países europeos. A pesar de sus errores políticos, que han sido muchos, Rajoy ha mantenido un número de escaños, lejanos a los del año 2011, pero por encima de los demás.

Sin embargo, el resultado del 26-J no era suficiente. Si no llega a intervenir Felipe González, Pedro Sánchez, fagocitado por Pablo Iglesias, sería hoy el presidente del Gobierno. Aunque no era su propósito, González, en su deseo de salvar el futuro del PSOE, ha favorecido, como una cuestión de hecho, a Mariano Rajoy. Ahora tiene por delante la regeneración del partido, evitando las nuevas tarascadas de un Sánchez dolido y encabritado, y unas nuevas generaciones indecisas y evanescentes. No creo que haya nadie capaz de anticipar lo que nos puede deparar el futuro con un Rajoy en precario y un PSOE desvencijado.