Equidistancias

 
 
 Jon Viar – Fundación Para La Libertad
 
  
Dijo una vez Vidal Quadras, en referencia a la izquierda española, que “ha cedido a la tentación diabólica de un trueque fáustico: ha entregado España a los nacionalistas a cambio de poder eterno”. No es cierto. La izquierda oficial no cede ante los nacionalistas por oportunismo político.
  • Para eso ya está la derecha. Lo que sucede, en mi opinión, es un problema
    mucho más agudo, una tragedia irremediable. Desde algunos sectores
    supuestamente progresistas se entiende que los separatistas pueden ser
    aliados válidos contra el PP, al que identifican con el franquismo. El mal
    absoluto.
    Desde una óptica progresista, defender la nación identitaria o apelar
    a identidades nacionales, es un contrasentido. La nación surge como
    resultado de un proceso de construcción emprendido desde el
    nacionalismo, y por tanto, la creación de la nación supone la construcción
    de una identidad colectiva frente a otra. Esto no estaba muy claro en
    España, y la cosa empeoró. El populismo irrumpió contundente,
    aprovechando la proletarización de las clases medias. Y entonces, apelando
    a significantes vacíos, asumió las reivindicaciones de los partidos
    separatistas, y las hizo suyas. Efectivamente, el significante de la
    “izquierdaha sido usurpado por una pléyade de carlistas disfrazados de
    progres.
    En lugar de defender la lucha de clases, los nuevos populistas
    defienden la lucha de los pueblos. Tanto es así que parecen priorizar el
    “derecho a decidir” antes que el derecho a la vivienda, a la sanidad, a la
    educación o, simplemente, a vivir en libertad. Frente al populismo
    confederal que entiende que el progreso consiste en atomizar – es
    necesaria la creación de una izquierda ilustrada y cívica, dispuesta a
    defender las banderas sociales frente a las nacionales. Frente al racismo
    irredento de los que se creen con derecho a decidir si ponen o no ponen
    fronteras, si convierten en extranjeros a quienes no piensan como ellos, hoy
    es imprescindible reivindicar los valores de la Ilustración. Frente a la
    arbitrariedad, la ley. Nunca defenderemos España como un ente sagrado,
    como hacen los nacionalistas. Lo que defendemos, cuando hablamos de
    España, es un Estado social y de derecho con todos sus defectos y todas sus
    virtudes.
  • Hemos llegado a una situación tan absurda que, para amplios
    sectores de la izquierda, criticar los nacionalismos periféricos significa,
    automáticamente, defender el nacionalismo español. No obstante, hoy en
    día, ese nacionalismo español no es más que un mal recuerdo casposo y
    trasnochado, un sentimiento que murió políticamente con la Constitución
    de 1978. La izquierda española pierde su esencia ideológica cada vez que
    asume discursos identitarios. Su bandera debe ser la igualdad y no la
    identidad. Si hay algo que dignifica los ideales progresistas es su lucha
    contra los privilegios, sean políticos, económicos, o étnicos. Pero en la
    izquierda española, para contentar a los nacionalistas, se asume la fórmula
    del federalismo asimétrico, curioso oxímoron olvidando que la
    democracia se basa en la isonomía. La igualdad.
    Ahora se ha puesto de moda la equidistancia. Durante cuatro
    décadas, la inmensa mayoría de la sociedad española sufrió la dictadura
    franquista refugiada en la equidistancia. Si no denunciabas las atrocidades
    del régimen, si no te metías en política, todo iba bien. En el País Vasco
    también observamos cómo la mayoría de la sociedad se acomodaba en un
    lugar intermedio entre víctimas y verdugos, asumiendo la terminología
    nacionalista según la cual, los asesinatos eran la concecuencia de un
    “conflicto” que explicaría las razones de los criminales. Hoy en Cataluña
    muchos se consideran equidistantes, como si el Gobierno español que se
    limita a cumplir con la legalidad estuviera al mismo nivel que una
    Generalitat que incumple una y otra vez las leyes. Creen, que en la
    equidistancia podrán refugiarse, pero no es así: los fanáticos no perdonarán
    sus dudas. No hay equidistancia posible ante el horror.
     
    Jon Viar es cineasta, actor y doctorando en Estudios ensayísticos,
    literarios y teatrales por la Universidad de Alcalá de Henares.