Error, mentira y crimen

EL MUNDO 30/01/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

CUENTA Stefan Zweig que Fouché, al tener noticia del secuestro y posterior ejecución del duque de Enghien por orden de Napoleón, pronunció uno de los juicios más cínicos de la política en el siglo XIX: «Fue peor que un crimen: fue un error».

El día en que el lehendakari Garaikoetxea hizo suya la frase para calificar el asesinato del senador Casas, empezó a deslizarse por una pendiente moral que le ha llevado inevitablemente a las filas de EH Bildu. Los separatistas catalanes han cometido idéntico error de paralaje. Neus Munté, mejorable portavoz de Puigdemont, descalificó al ex juez Vidal por atribuir al Govern algunos hechos delictivos, como robar los datos fiscales de los ciudadanos o tener camuflados 400 millones para financiar la operación ilegal de asaltar la independencia. «Es grave porque es mentira», dijo. Si el error era peor que el crimen, ¿cómo no iba a serlo una mentira, que se formula necesariamente a sabiendas?

Lo grave, portavoz, es que es verdad, ojalá fuera un embuste del orate Vidal. Hemos visto al ex senador de ERC confesar infracciones del Código Penal en actos oficiales de su partido, cuando presumía de haberse hecho con los datos de todos los oyentes: «¿Eso es legal? Pues no, porque eso está protegido por la Ley de Protección de Bases de Datos del Gobierno español» ante la complacencia de sus presentadores y unas risas del público que no parecían enlatadas. El ex juez no parece estar en sus cabales. Herrera ha dicho justamente que es un candidato perfecto para llevárselo a una cena de los idiotas, un orate capaz de levantar una república catalana con los palillos que le sobraron de haber construido una reproducción a escala del Monasterio de Poblet. O de Montserrat. El asunto es que cuando decía todo esto en actos públicos el pasado mes de noviembre, ni Neus Munté, ni Oriol Junqueras gritaron: «¡Es mentira!».

La partida oculta era un secreto a voces en los medios vocacionalmente catalanes. Ara abría a cuatro columnas su edición del 29 de noviembre pasado: «Presupuestos 2017. Junqueras gestionará la partida oculta del referéndum». El propio Junqueras aceptó tácitamente el supuesto: «Supongamos que haya una partida oculta. ¿Cree que ahora lo diría aquí?» Jamás se oyó un desmentido. Ayer rescataba El País unas declaraciones del secretario de Hacienda de la Generalidad, Lluís Salvadó, ratificando en diciembre lo dicho por Vidal un mes antes. Artur Mas había presumido de astucia, al anunciar su referéndum del 9-N, marcando el camino: «Sobre todo, tenemos que engañar al Estado».

¿Mentiras o cintas de vídeo? Jordi Pujol había mentido sobre la herencia del avi Florenci, pero no en lo sustancial: sus 23 años defraudando a Hacienda. La Vanguardia se apuntaba el sábado a la teoría de la falsedad, y Jordi Évole escribió un tuit de apoyo a Vidal tras la suspensión. ¿Y qué hacen los partidos de la oposición? ¿No son capaces de auditar al céntimo las cuentas de esta cuadrilla para evitar el escaqueo de 400 millones de euros? ¿Se acuerdan de Ciudadanos, partido que tan claras tenía algunas cuestiones básicas? Pues dice su portavoz Arrimadas que sólo con la aplicación de la ley no vamos a solucionar nada. Como si alguna vez se hubiera empezado a aplicar. ¿Con Banca Catalana, quizá? ¿Explicarán Pedro Sánchez, Hernando y Meritxell, mi Meritxell, de qué hablaron en la reunión que cita Vidal, qué le prometieron a la troika de ERC? ¿Qué diálogo quiere entablar el Gobierno con esta tropa indigna?

Es más que un error y una mentira. Es también un crimen y una gigantesca gilipollez.