España, camisa blanca

EL MUNDO 25/08/16
ARCADI ESPADA

ES PROBABLE que los vascas (los vascos y las vascas) estén de acuerdo con la candidatura de Otegi a las elecciones del parlamento regional. Se deduce del ambiente general y del rechazo de nacionalistas y populistas a la decisión de la Junta Electoral y la consiguiente llamada a que sean los vascas las que decidan sobre el asunto. Se reproducen en este caso los dos reproches fundamentales que los nacionalistas han hecho a los demócratas en Cataluña. En primer lugar, la supuesta antítesis entre democracia y ley, que es la misma que enfrenta a la termodinámica con las leyes de la termodinámica. Luego la disputa entre la ley española y la ley vasca cuyo olímpico desprecio a la lógica es el de un atleta europeo que ostentara la mejor marca del mundo pero no de Europa. Y hay una tercera cuestión.

En un periódico leo el título de un suelto que dice: «Arnaldo Otegi, del terrorismo a la política». Es uno de esos animalitos que hay que mirar fijamente hasta que rompa la mentira que llevan dentro. No, Otegi se ha dedicado siempre a la política. Desde sus primeros pasos terroristas hizo política. Su intención como miembro de ETA fue la de destruir el Estado democrático español y su intención ahora, como miembro de Bildu, es destruir el Estado democrático español. Si estuvo dedicado a sus labores, sigue en ellas. Y su política sigue siendo despreciable, por más que se haya tomado un descanso criminal. Otegi, entonces, secuestraba en nombre de los vascas. Ahora pretende hablar en nombre de los vascas. ¡Quién diría que la evolución no es positiva! El problema de esta evolución, sin embargo, queda, y bien crudo, para los vascas. Su voto por el hombre que militó en una organización política de asesinos, que participó personalmente en diversos crímenes y que trata de presentarse a unas elecciones sin haber mostrado su rechazo a ellos coloca a los vascas ante una tentación venenosa: la de legitimar los asesinatos de ETA mediante una victoriosa proclamación de continuidad del hombre y su política.

Habrá que atender a lo que finalmente diga el Tribunal Constitucional, ese gran especialista en habilitaciones e inhabilitaciones. Pero, de momento, como sucedió a la hora de evitar la ruina económica y moral de los catalanes, el Estado ha intervenido y los vascas no se verán obligados a exhibir (¡por delegación democrática!) su alma oscura.