España en fiestas

ABC 15/08/16
JOSÉ MARÍA CARRASCAL

· Lo único que no funciona es la clase política que, mirándose al ombligo, no ve el panorama general

ADVIERTAN que no digo «España es una fiesta». Hay todavía muchos españoles con muy poco que festejar. Digo que el país está en fiesta, en la costa y en el interior, en el norte y en el sur, al este y al oeste. Dos viajes rápidos a ambas puntas, con mogollón de gente en estaciones y carreteras principales y secundarias me lo confirman. Aunque no es eso lo que quiero comentar, sino el espectáculo que se me ofrecía a través de la ventanilla del tren. Yendo hacia el sur, me decía que si don Quijote saliera hoy a su extravagante y universal aventura, no reconocería su Mancha. En vez de una llanura requemada sin el alivio del verdor, iba a encontrase con un paisaje cultivado con mimo, manicurado casi, primero de viñas, luego de olivos, hasta convertirse en vergel al llegar a la vega del Guadalquivir. Hasta los alcores tienen esta decoración, más de cuadro impresionista francés que de Benjamín Palencia y Ortega Muñoz.

Yendo hacia el norte ocurre otro tanto. La «Castilla miserable» de Antonio Machado, es hoy un escaparate de los más variados cultivos. Sigue predominando el cereal, segado ya a estas alturas, pero alterna con las viñas y el girasol, sin faltar la remolacha y otros productos de huerta, gracias al riego. Tampoco el Cid la reconocería, camino del destierro, a ganarse el pan con la espada. Hoy se gana con la cosechadora y embotelladora. Para hacerse verde al cruzar Pajares. No voy a decir, como San Isidoro, que España es «la más hermosa de todas las tierras», pero este continente en miniatura en el extremo occidental de Europa, donde hay fiordos, minidesiertos, zonas lluviosas, cordilleras, largos ríos, lagos naturales y artificiales, ha cambiado de piel en los últimos tiempos hasta convertirse en uno de los países más atractivos de Europa. La cantidad de jubilados europeos que la han elegido para pasar sus últimos años lo confirma. No sé si los españoles somos conscientes de ello. Posiblemente no, presos de nuestro inveterado descontento y sentido hipercrítico hacia nosotros mismos. Viene de antiguo y explicar las causas requeriría bastante más que una columna. Pero de lo que no hay duda es de que, a día de hoy, con un gobierno provisional desde hace ocho meses y veinte millones de parados, España está en fiesta. Más en fiesta que la mayoría de los estados europeos. Y no es el baile en la cubierta del Titanic. Es que el país sigue funcionando, los hospitales atienden a los enfermos, se apagan los incendios, sueldos y jubilaciones se pagan, el tráfico, con los accidentes de rigor, discurre y la seguridad es, toquemos madera, mejor que en otras partes. Lo único que no funciona es la clase política que, mirándose al ombligo, no ve el panorama general. Pero no hay que olvidar que a la clase política la elegimos nosotros. Pasada la Virgen de agosto no habrá otro remedio que ocuparnos de ella.