España en plural

EL MUNDO 18/01/17
TEODORO LEÓN GROSS

Hasta ahora ha prevalecido una lógica ritual: los presidentes se reunían en una conferencia para escenificar la existencia de una conferencia de presidentes. A esto se reducía su éxito: levantar el retablo del Estado de las Autonomías rompiendo la imagen de 17 relaciones bilaterales. Esta vez, tras el rodillo de la mayoría absoluta con Rajoy encastillado en Moncloa, la cita tenía valor más allá de lo simbólico. Hay que pactar y ya no basta el consenso del PP y el PSOE; se debe integrar a los territorios. Eso hubiera sido siempre deseable, pero apremia con el PSOE descabezado, para materializar la unidad de mercado legislada por el Gobierno.

Rajoy&Santamaría, que en la anterior legislatura desdeñaban el diálogo como si se tratara de una interferencia perturbadora de la (des)leal oposición para distraerlos de su trabajo hercúleo de sacar el país de la crisis, en minoría han asumido la importancia de cooperar con una agenda real. La financiación del Estado del Bienestar, con una demografía inquietante, es la nuez. Los gestos de ayer trascienden eso. Harvey Milk, el primer candidato abiertamente gay en ganar un cargo público –rescatado para la memoria colectiva por el cineasta Gus van Sant– razonaba que «si la política es teatro, la cosa va de saber fijar la atención del público». Ayer tocaba hacer latir la España plural en la que cada comunidad exhibía sus problemas, mientras Cataluña y Euskadi se exhibían como problema.

En víspera de la conferencia, el Gobierno había dirigido sus gestos a varios focos: ante todo, rectificar sin ambages y defender que esta cita, con fórmulas homologables en todos los países más o menos federales, puede convertirse en un mecanismo eficiente, más allá del simbolismo de la fotografía; además, tratar de persuadir a los díscolos, y en todo caso mostrar que su ausencia no tenía más responsable que ellos mismos con su tacticismo; y hasta señalar a Susana Díaz como líder in pectore del PSOE bajo el estrés casi insoluble de los presupuestos. De hecho, se pactó retrasar a hoy el choque sobre las 35 horas de los funcionarios andaluces, abocada al Constitucional, para evitar más ruidos.

En el balance de la conferencia de ayer, hay un paquete real de programas interesantes, desde la tarjeta social a los recursos energéticos. Se han convocado comisiones, y no en formato Romanones para embarrar sus progresos en una burocracia estéril, sino con plazos y objetivos tasados. Otros debates, como el Pacto Educativo o la cuestión del paraíso fiscal de Madrid, sí tienen un calado más político, pero toca encararlos y no en titulares más o menos incendiarios. La conferencia, en fin, ha deparado sustancia real. Tanto, que Soraya ironizaba sobre el reenganche de los catalanes.

Tras la conferencia, queda una sensación alentadora sobre las posibilidades de esta cita en el futuro. Desde luego, ésta ya no podrá mantenerse como capricho del presidente en función de sus intereses más o menos ventajistas. El cónclave tiene sentido, pero integrado en la agenda institucional con una mecánica transparente. Así perderá el carácter excepcional donde el oportunismo del convocante fomenta el oportunismo de los convocados; esta vez, Cataluña o Euskadi, en otra ocasión un topo del PP, etcétera. De hacerse, el Senado cobrará sentido, incluso sin acometer su eterna reforma pendiente.