Esperando a Snchz

EL MUNDO 16/02/17
TEODORO LEÓN GROSS

Si algo caracteriza ya este periodo de entreguerras electorales es el abandono táctico del fuego cruzado: el PP ataca a Podemos, identificado como enemigo; Podemos acosa al PSOE, por su traición a la izquierda; y el PSOE apunta al PP, para conservar la lógica bipartidista. La guerra de maniobras se impone a la clásica guerra de posiciones izquierda vs. derecha. Pelean por otro relato.

El Partido Popular, o Club Mariano tras la exhibición personalista, ha optado por proteger al PSOE como si fuese una especie en peligro de extinción, y quizá lo sea en el ecosistema del bipartidismo setentayochista. La finalidad táctica es su aval al presupuesto. De momento, Montoro hace de poli malo intimidando a las administraciones con cerrar el grifo, y Rajoy de poli más o menos bueno. Salvo que gane Snchz y deban reaccionar a la amenaza de la moción de censura, la orden pasa por evitar el choque. El relato del PP es la estabilidad y la unidad de España; y para eso les basta con la radicalización de Podemos y los indepes. Éstos le hacen a Génova el trabajo sucio. De hecho, provocar a los antisistema –con la ventaja de que la corrupción o las cloacas del Estado cada vez venden menos– es fácil y muy rentable.

Para Podemos ser objetivo privilegiado de los ataques del PP es la buena noticia, ya que ganan polarizados como contrapoder. Por eso, más allá de la química personal de Iglesias con Rajoy, van a montar shows como la farsa de ayer en San Jerónimo, donde Iglesias tiró de matonismo tabernario. Pero sus ataques ácidos van contra el PSOE, al que presentan como perrito faldero de la Gran Coalición Conservadora. Iglesias se exhibe estos días con una pulserita de No es no esperando a Snchz o, si éste pierde, a los noesnoístas decepcionados. Los mencheviques molestaban, pero su obsesión es imponer la hegemonía en la orilla socialdemócrata. Entre Gramsci y Anguita. El politólogo Arias Maldonado apunta a que Podemos no haya absorbido a IU sino IU a Podemos. Los demás viajan al centro, y ellos en dirección opuesta.

Ignorar a Podemos es la consigna en el PSOE. Les despachan sarcasmos («van de la Puerta del Sol a Marinaleda», dicen ante su radicalización y el auge de los cañameros) pero evitan tratarlos como iguales. Los socialistas aspiran a conservar la lógica del bipartidismo setentayochista: aunque el PP los trate de aliados, ellos se presentan como némesis. Ayer se escenificó en el Congreso: atacaban a Rajoy por la llamada de Trump («no nos identificamos con usted… nos avergüenza») y Rajoy, paternalista, los toreó con la mano baja («la verdad, no me preocupa en exceso su intervención; sé que si ustedes hubiesen estado en el Gobierno, habrían hecho lo mismo»). Kaputt. Necesitan un relato de perfiles nítidos, y ya no cuela el viejo dóberman. A falta de ideas, corren el riesgo –esta semana con las lenguas cooficiales– de caer en la tómbola de las ocurrencias.

En esta guerra de maniobras que persigue la erosión de las voluntades, el PP está consolidando una posición ganadora mientras las izquierdas se despedazan, esperando a Snchz. El PSOE exhibe un problema fatal: desconfianza en sus líderes. Y a Podemos les arrastra la soberbia a un terreno peligroso para sumar mayorías.