Examen de Tertualianés

ABC 01/06/16
ANTONIO BURGOS

· Un ilustre alumno me manda un trabajo final para subir nota, por el que no tengo más remedio que darle «summa cum laude»

PENSABA dar aprobado por curso a cuantos alumnos vienen siguiendo mis clases en esta Universidad de Tertulianés a Distancia, de la que los matriculados salen preparados para trincar el parné en la radio o el plató que se tercie, dominando el arte de hablar sin decir nada y mojándoseme menos que un paraguas en el Sáhara. Pero he aquí que un ilustre alumno, doctor por Bolonia, pero no Bolonia la del plan de estudios, sino Bolonia, lo que se dice Bolonia, me manda un trabajo final para subir nota en Tertulianés, por el que no tengo más remedio que darle «summa cum laude» y convidarlo a café. He aquí el brillante ejercicio de final de curso que me envía:

«Hasta donde yo sé, hay que ubicar el perímetro y ponerlo negro sobre blanco, visibilizar el contenido y verbalizar el relato de la cuestión. Según qué cosas, tendrán que hacérselas mirar tanto los emergentes como los de toda la vida. El problema es de gobernanza y de emprendimiento. Habrá que empoderar al pueblo. Es el mantra de la derecha, que ha venido para quedarse, sí o sí. Porque su adversario carece de empatía, no transmite y adolece de carisma; además, aplica la doble vara de medir según la corrupción anide en sus filas o en las de enfrente. Tiene que buscar nichos de electores para pescar en un caladero de votos según la mercadotecnia electoral que se alimenta de la Ley D’Hont, y aprovechar los restos o flecos, porque nuestra democracia no es proporcional sino asimétrica, geométricamente irregular y aritméticamente inexacta. Dos más dos no son cuatro en política, sino dos o cinco; depende del sistema de cómputo. Pero el que huele el poder, pisa moqueta, pisa con garbo, que un sumatorio te voy a hacer. Y se sienta en la poltrona. No para hacer una política virtual, sino presencial, de calle, para resolver los problemas de la gente, a los que la derecha llama, según los casos, los votantes o el público y siempre los ciudadanos y ciudadanas, vecinos y vecinas, votantes y votantas en las urnas o los urnos.

«La gente –continúa mi examinando en su brillantísimo ejercicio escrito– no quiere discursos, sino soluciones; es lo que demanda de los políticos. Por eso está indignada, y en su cabreo se cobijan el populismo, la demagogia y los extremismos, ya sean de derecha, a la europea,o de izquierda, a la española cuando besa es que besa de verdad. Frente al confort de los despachos del poder, el frío en las filas de la oposición y los que, por moverse, no salen en la foto ni salen por la puerta grande como Roca Rey. La violencia es mala, venga de donde venga, sobre todo si viene de las Fuerzas de Seguridad, que te pegan con la porra y es que te esloman; o miren la otra, «casi ná lo del ojo», y lo llevaba en la mano.

«El victimismo es transversal, de hondo calado y largo recorrido, como los trenes que van a Galicia. Las herramientas tecnológicas no contribuyen a la comunicación directa ni a la información ni al derecho a la libre expresión. La Sexta más La Cuatro no son diez, sino diez mil formas de ganar votos para Podemos. Las cifras «macro» dependen del comportamiento de las exportaciones y demás variables del por aquí te quiero ver, Maribel. Pero la «microeconomía» es la leche, leche derramada del cuento de la lechera: todos tiesos y breados a impuestos. La hoja de ruta que conduce a la senda del crecimiento está en el imaginario de los ciudadanos y ciudadanas, en la estructura del sistema y del sistemo y en los parámetros y parámetras del desarrollo y la desarrolla y de la innovación, que es la consigna de «Currito, dale al botoncito» de Sánchez, en vez de eso tan facha de «Leopoldo, échame el toldo» de Rajoy. Lo contrario tensiona las relaciones sociales: a ver quién se come el marrón. No se trata de vieja y nueva política, sino de mala y buena política. Lo demás es adanismo y postureo. Que no falte el postureo. ¿Cómo se les queda el cuerpo?».