Félix de Azúa: «Nadie ha hecho nada para evitar que en Cataluña se eduque en el odio»

Entrevista a FÉLIX DE AZÚA – EL MUNDO – 04/02/17

felix-de-azua
Félix de Azúa

· El lunes declara Artur Mas pero hoy Félix de Azúa no tiene ganas de opinar sobre Cataluña. «Al final tendrán que aplicar el 155 aunque todo se arreglaría con una pareja de la Guardia Civil. O dos». El hartazgo es lógico. Hace cinco años decidió dejar su cátedra de Estética e irse a vivir a Madrid porque no quería que su hija se educara en el nacionalismo. Mejor hablar de lo que pasa en la Real Academia…

En 1982, Félix de Azúa escribió un artículo titulado Barcelona es el Titanic. «Ya todo pasa en Madrid. No sólo exponen cosas del Greco y Henry Moore, sino también de los nuestros (…). Barcelona, en cambio, ya no es aquel escandaloso matizaje de chavas y salta-taulells (imposible de traducir: trepadores, lameculos…), cuya mejor expresión es la poesía de Jaime Gil de Biedma, las primeras novelas de los Goytisolo y de Marsé, el sonido del Dúo Dinámico, la Cripta Embrujada y la ginebra Giró. La razón es simple: la política cultural catalana, en lugar de estar en manos de José María Castellet, que es el hombre sabio, está en manos de unos ferósticos embarretinados (…) La astucia de los poderosos nos está devolviendo la misa de doce en Pompeya y la esquiva mirada de un proletariado tiznado de hollín espiritual». Hace algo más de cinco años que Azúa (Barcelona, 1944) decidió abandonar el Titanic para instalarse en Madrid. Es difícil resumir a Azúa: novísimo, ensayista, novelista, catedrático de Estética, académico de la Lengua… Quizás, para variar, habría que resaltar que sigue siendo un hombre guapo y muy últimamente, padre.

Pregunta.– Dice usted que es una Casandra. Y Barcelona es el Titanic parece probarlo.

Respuesta.– Y a Casandra también le pegaban y apedreaban porque tenía el don de la profecía y decía lo que iba a pasar.

P.–¿Por qué se instaló en Madrid? Lo cuenta en Gente que vive fuera, el documental de Arcadi Espada.

R.– La gente es más educada y liberal en Madrid que en Barcelona. Y la verdad, hace cinco años, tuve una niña. La que ahora es mi mujer –una asturiana así recia y seria como el socialista Javier Fernández– había estudiado en la Universidad en Barcelona y cada día comprobaba cómo los profesores no hacían nada para quitar los cartones que tapiaban las ventanas con insultos a los «putos espanyoles». Los sucesivos gobiernos, ya sean del PP o del PSOE, no han hecho nada para evitar que una parte muy importante de la educación en Cataluña se dedique al odio a España. Eso es lo que se aprende en los colegios. Y no queríamos que nuestra hija se educara así.

P.–Usted siempre ha defendido aplicar el artículo 155 de la Constitución.

R.–Es que acabarán aplicándolo… A no ser que envíen antes a una pareja de la Guardia Civil. Yo creo que eso bastaría. O no. ¡Mejor dos parejas! Las cesiones sólo sirven para echar más leña al fuego con el agravante de que son los españoles quienes corren con los gastos de las barbaridades del nacionalismo.

P.–Pues en lugar de mandar a la Benemérita, abren un despacho a Sáenz de Santamaría. Y sin tricornio.

R.–Es que el culpable número 1 de lo que pasa en Cataluña es el Estado español. González, Aznar, Zapatero y ¡qué voy a decir de Rajoy! han pensado que cediendo iban a poder solucionar el problema. Y no se dan cuenta de que para que haya Estado, el Estado tiene que actuar como tal en Cataluña.

P.–¿Cómo era la Barcelona de finales de los 70?

R.–La diferencia entre Madrid y Barcelona era enorme. A finales de los 70 Madrid era triste, una corrala llena de militares y curas. Con serenos que te reñían si te llevabas a casa alguna chica. Era una aldea castellana muy paleta y, además, el centro del Régimen. Barcelona era Europa y si no era Europa podía ser un Marruecos pero muy liberal. Había más franquistas que en Madrid pero disimulaban escupiendo sobre Franco, pese a que se habían hecho ricos con él.

P.–Foxá decía que Falange era la hija adulterina de Carlos Marx e Isabel la Católica. Y Cataluña ha pasado de tener a Bibis Salisachs haciendo esquí acuático en S’Agaró [una foto que supuso la destitución de Samaranch de la Delegación Nacional de Deportes en el Madrid de 1970] a Rahola y Puigdemont cantando Let it be como un cumbayá de iglesia fea. ¿Qué ha pasado?

R.–Algunos murieron; los más jóvenes por esa idiotez que son las drogas. Y luego muchos se han ido fuera. La gente más valiosa –y no lo digo por mí– se ha ido de Barcelona porque no les dejan hacer nada a no ser que se humillen, firmen los principios del movimiento nacional y acepten vivir en un mundo franquista en donde están los grupos de choque que es la CUP [los falangistas de antes] y los clérigos de Convergencia. Los que no se resignan a eso, se largan. Y los que no se largan es porque no pueden. El ambiente ha cambiado mucho en Barcelona. En los 80 era la capital cultural de España; ahora es la capital burocrática de Cataluña… Y ahora tenemos esa alcaldesa tan curiosa que es más independentista que nadie.

P.–Ada Colau dice que quiere un referéndum pero que no es independentista.

R.–Pero sí que hace dinero con ellos. El problema de los independentistas es que viven del independentismo. Cobran sueldos, subvenciones, programas de TV, becas… Los nacionalistas están contados. Y no cortarles el dinero para esas cosas ha sido uno de los errores más grandes que han podido cometer los gobiernos de Madrid. Le controlan los gastos a García-Page pero no lo que se despilfarra en la Generalitat. Y respecto a Colau… dicen que puede ser presidenta. No me extrañaría. Tal y como ha ido evolucionando la sociedad catalana, hasta Peret podía haber sido president.

P.–El pasado año se montó un revuelo porque usted dijo que «Colau debería estar sirviendo en un puesto de pescado». Hasta 16.000 personas firmaron para pedir que usted no ingresara en la Real Academia.

R.– La gente no tienen ni idea y pensaba que las academias son parte del Estado. Cuando la Colau lanzó sus huestes para que me persiguieran en las redes sociales lo consideré una bobada. Pero lo que subyace es la falta de responsabilidad. Hay una sensación de impunidad en internet. Por eso han aumentado los matones de colegio. Eso que ahora llaman bullying. Pero… ¿por qué la gente es tan cursi? Hoy en su periódico había una miss que según decía el artículo, había «impuesto la estética curvy». ¿Por qué no escriben «gordi» que es muy simpático? Pero no. Dicen «curvy». Es de patanes y de gente provinciana decir «curvy» a lo que podría ser «gordi».

P.– Quizás sea un eufemismo (lo de gordi puede sentar mal) pero en cualquier caso la RAE en la que usted tiene sillón es culpable por admitirlo.

R.– Tenemos una peleas… La RAE debe admitir lo que habla la gente. La Academia es el pueblo y lo que éste habla, lo recoge. El otro día discutíamos sobre si debíamos admitir «hacer la peineta». Los filólogos dicen que viene de una expresión de Luis Aragonés que le hizo mucha gracia a la gente. Y empezaron a decir «hacer la peineta» a lo que antes era la higa o en Cataluña, la butifarra… [ya sabe que en Cataluña siempre son mejores]. Y teníamos la discusión sobre si aceptarlo o no porque está mal dicho. Se hizo muy interesante porque la higa viene de Nápoles, que era parte de España, y era una forma de maldecir que llegó en el XVIII. Pero lo de la peineta…. Este gesto [San Isidoro decía el digitus impudicus] no se parece nada a una peineta. No se pone en la cabeza.

P.– Aragonés podría haberse equivocado con «hacer la peseta…». ¿Entonces la RAE admitirá curvy?

R.–Ahora se hacen dos diccionarios. El de papel y luego el online que es inmenso porque recoge todo. Aunque Javier Marías es muy estricto con los anglicismos y se resiste a ellos porque son invasivos y se imponen por pereza. También por culpa de periodistas y políticos. Y si traducen líneas rojas porque no llamar «gordi» a «curvy». En insoportable. Aquí todo el mundo es un líder y no un jefe porque no suena bien.

P.– Entonces ¿esta cursilería es un eufemismo propio al temor a lo políticamente incorrecto?

R.– Me parece que sí. Los españoles tienen grandes problemas para ser españoles. Muchos lo detestan y se aferran a todo lo que no parezca español. Luego somos un país muy ignorante. Llevamos siglos de dominio clerical, nuestro poquito de democracia sólo tiene 40 años. Yo he sido profesor y le aseguro que mis primeros alumnos ahora podrían ser catedráticos. Saber pensar y razonar están en declive.

P.– ¿Es falta de exigencia?

R.– Yo creo que más bien se trata de que la gente quiere hacernos más ignorantes adrede. Y no es una cuestión de derechas o de izquierdas.

P.– Hace poco, los alumnos de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres exigieron que se retirara del programa a Kant, Aristóteles o Descartes porque eran blancos.

R.–Los ignorantes, los analfabetos, los resentidos también están en la Universidad. Incluso en el Reino Unido, en donde aún hay buenos centros universitarios. También pasa en los EEUU… Pero esas idioteces de lo políticamente correcto degeneran aún más cuando llegan a España. ¿Ha visto esas alumnas de la universidad de Granada que han editado una calendaria y ahora dicen que estamos en febrera?

P.–Las universidades…

R.–Los departamentos de Ciencias siguen siendo solventes, pero es que las facultades de Letras son lo más corrupto. De ahí ha salido Podemos. Están muy divertidos. Me gusta más Errejón porque Iglesias me parece un matón.

P.–Un bully.

R.–Errejón es como el niño resabiado de clase que no puede ser el jefe. Es el que tiene cerebro. Nadie sabe cuál es el programa pero no me extraña que los que están hartos del PP y el PSOE les hayan votado. Y yo porque sigo con Ciudadanos…

P.– ¿La educación garantiza la buena voluntad?

R.–La educación produce buenos ciudadanos. Un ciudadano analfabeto tiene la posibilidad de ser un ciudadano brutal, sobre todo en las ciudades. En el campo es distinto. Los viejos labradores aún le pueden dar bofetones a sus hijos. El matonismo es fruto de la incultura y no porque la educación y la cultura sean garantía de nada, sino porque es una buena forma de que los chavales aprendan a respetarse a sí mismos y por lo tanto a tener responsabilidad de sus actos. La revolución tecnológica ha producido una irresponsabilidad total. En el antiguo régimen (que va desde 1950 hasta los griegos) los niños crecíamos en una ética de la responsabilidad. Nos creíamos individuos. Y por eso nos hacíamos responsables de nuestros propios actos. Algunos se casaban y tenían hijos pero otros nos sentíamos responsables y hacíamos revoluciones. Armábamos unos ciscos bastante importantes. Nos hacíamos maoístas por ignorancia pero también por responsabilidad, porque lo de Franco era imposible. Claro que el antifranquismo es otro cuento.

P.–La falta de responsabilidad no es un problema exclusivo de España.

R.–Pero en Alemania, en EEUU… las resistencias culturales son muy fuertes. Aquí todo está tan deteriorado que cualquiera da un salto y ya está en el poder.

P.–Pues lo pinta usted todo negro.

R.–No tanto, tengo una niña de cinco años. Espero que pueda salir adelante sin convertirse en un borrego y sin venderse. Cada generación se las arregla. Estamos en un momento crucial, en una bisagra. El mundo antiguo se ha derrumbado y aún no ha comenzado el nuevo. Piense usted en las novelas de Dickens. La avalancha técnica provocó unas situaciones terribles en el XIX. Los niños trabajaban en las minas. Luego, todo mejoró. Las generaciones futuras aprenderán a hacer un mejor uso de la tecnología.

P.–¿Por qué tuvo una hija tan tarde?

R.–Los rojos de antes odiábamos a la burguesía; los de ahora odian a los ricos. [En Podemos quieren acabar con los ricos; en Ciudadanos, con los pobres. Es una diferencia importante]. Yo odié a las familias y a los hijos hasta muy tarde. Lo encontraba burgués y la burguesía era la que estaba con Franco. Cuando estaba en París con Agustín García Calvo quisimos formar un partido que prohibiera la reproducción. Era un sarcasmo, una tontería, pero puede ayudarle a hacerse una idea de la situación en la que nos encontrábamos. No queríamos familias ni niños en el mundo. Y eso se me pasó a los 68 años. Antes no veía a los niños por las calles. Ahora los veo como la cosa más deliciosa.

P.–Lucha usted contra el suicidio demográfico.

R.–En mi caso fue un aplastamiento de los instintos paternales por motivos ideológicos. Cuando veo esas películas que ponen en la TV después de comer en la que raptan a los niños, cuando los salvan –porque siempre los salvan–, lloro como una magdalena.

P.–Sé que ya no le gusta hablar de Cataluña pero ya que presume usted de Casandra…

R.–Estoy casi convencido de que dada la ineficacia del Estado español y del poder de las 51 fortunas que, según su periódico, hay en Cataluña, esto se va a alargar. Y un día, se tranquilizará como en el País Vasco porque estos rurales (un voto en Bañolas vale ocho de Barcelona) se darán cuenta de que tienen que volver a la viña y habrá un periodo de serenidad. Luego volverán a agitarse las cosas. No hay solución salvo aplicar el 155, constituir un estado de emergencia y suspender el Estado de autonomías. Y eso no va a pasar…

Félix de Azúa. Tiene 73 años En 1993, ganó por oposición la cátedra de Estética de la Universidad Politécnica de Cataluña Novísimo de Castellet, traductor, ensayista y novelista En 2014, publicó ‘Autobiografía de papel’ Desde 2015, es miembro de la Real Academia