Tonia ETxarri-EL CORREO

Las imágenes de delincuentes condenados por gravísimos delitos de terrorismo son ofensivas para muchos ciudadanos

Fueron los agentes de la Ertzaintza quienes tuvieron que retirar, finalmente, las fotos de presos de ETA de una txosna de Bilbao. Para que las fiestas de la Aste Nagusia se celebren sin más humillaciones a las víctimas del terrorismo. Nada nuevo. Ha ocurrido muchas veces en los recintos festivos de la geografía vasca, donde la exaltación del terrorismo ha chocado en numerosas ocasiones con la ley y con la normalidad democrática. Esta vez ha sido la Audiencia Nacional la que ordenó la retirada de carteles tras una denuncia de la asociación Dignidad y Justicia. Y como los comparseros aludidos (de Txori Barrote) no acataron las orden judicial, tuvo que hacerlo la Policía autónoma vasca.

El procedimiento podría haber sido de otra manera, y haber sido el propio Ayuntamiento de la ciudad (gobernado por el PNV y el PSE) quien hubiera llevado la iniciativa para evitar escenas como la exhibición de fotos de los presos que justifican los horrores que cometió ETA durante tantos años. El alcalde, Juan Mari Aburto, se limitó a decir que había que cumplir la ley. Dejó que actuara la Justicia en primer lugar habiendo podido recurrir a la normativa municipal. Pero la situación de mantener un pulso con la izquierda abertzale, ya se comprende, resulta incómoda. Son únicos generando tensión y presionando para poder imponer su propaganda y que, sin embargo, parezca que quienes crispan son quienes reclaman justicia y respeto a las normas democráticas. Al añorado Iñaki Azkuna le tomaron la medida durante su mandato. Llegó a sufrir un plante de las comparsas, algunas de ellas sancionadas por exhibir carteles de la banda terrorista. Pero les contestaba con sarcasmo festivo: «Hay mucho nostálgico y melancólico de tiempos pasados que, como decía el Quijote, nunca fueron mejores». Y se quedaba tan ancho.

El actual alcalde sabe que más allá del delito en sí subyace el poso del odio en esos sectores sociales radicalizados que siguen jaleando a quienes fueron terroristas y no se han arrepentido. Vindicar a delincuentes condenados por gravísimos actos de terrorismo les aleja de la proclamada distensión política. Daniel Portero, en nombre de Dignidad y Justicia, venía reclamando la retirada de las imágenes de una txosna. Hay más retratos y pancartas en el recinto festivo; cierto. Pero él denunció las de Txori Barrote porque dos de las fotos exhibidas pertenecen a dos etarras condenados por el asesinato de su padre. ¿Nos ponemos en su piel o pasamos de largo y nos quedamos en los atropellos de la Guerra Civil, que da más juego, mientras despreciamos el consenso de la Transición? La Audiencia Nacional atendió su denuncia y he ahí el resultado.

Pero la exhibición de este tipo de imágenes suele ser más generalizada. Por eso, desde el PP vizcaíno, Raquel González instaba al alcalde Aburto a que aplique la normativa municipal. Que para eso está. Se lo recordó por escrito. El artículo 27 de la Ordenanza de Fiestas del Ayuntamiento de Bilbao prevé la eventualidad de retirar las autorizaciones debidas «en casos de desórdenes, alteraciones… la utilización de carteles y/o símbolos que atenten contra la dignidad de las personas, apoyen el terrorismo y puedan hacer con ello peligrar la convivencia o la normalidad de los actos festivos». El texto no ofrece dudas. Con la exhibición de las imágenes de los presos de ETA se les reconoce sus ‘méritos’ de haber matado y amenazado durante tanto tiempo. Son imágenes ofensivas para las víctimas del terrorismo. Y para muchos ciudadanos. Y los representantes políticos democráticos deberían afrontar esta situación.

Desde la izquierda abertzale siguen con su plan de blanqueamiento del horror. Sin encontrarse apenas oposición a su paso. El pesimismo del delegado del Gobierno, Jesús Loza, sobre la radicalización de EH Bildu, que se manifiesta en los homenajes a los presos que van saliendo de las cárceles, tiene su fundamento. La Audiencia Nacional está investigando diez homenajes a etarras por si hubiera comisión de delito de enaltecimiento del terrorismo. Fueron diez casos denunciados en su día por Covite. Son algunas de las asociaciones de víctimas las que están emplazando a las instituciones para que actúen. La normalidad no se manifiesta a través de enaltecimientos a ex presos terroristas. La normalidad se demuestra, por ejemplo, en unas fiestas libres de agresiones; claro está. Y libres de provocaciones a la memoria.