Frente al odio desbocado

ABC 09/06/17
HERMANN TERTSCH

· Al margen de la fobia a las tildes y al decoro, el líder de los comunistas de Podemos sugiere que el rico es un terrorista

EL odio triunfa entre nosotros. En los últimos días, algunos ya ni se darán cuenta de estas cosas, acostumbrados los oídos ya a todo, hemos subido varios grados en nuestra tremenda escalada retórica del odio en España. Cierto que viene de lejos. Comenzó hace ya tres lustros cuando arribó un líder socialista que inmediatamente identificó y comenzó a tratar al adversario político como al enemigo en una guerra. En una contienda que no daba por concluida y en la que para él aún no se había dicho la última palabra. En esta semana hemos llegado muy lejos. Hemos escuchado a médicos despreciar instrumentos para salvar vidas por el hecho de ser financiados por un empresario al que consideran su enemigo. Se han repetido por los medios de toda España afirmaciones de profesionales sanitarios que descalifican los sofisticados aparatos de exploración y prevención del cáncer que ha donado Amancio Ortega. Han llegado a decir que esos aparatos causan más cáncer del que evitan. Aparatos de alta tecnología utilizados en todos los mejores hospitales del mundo y envidiados por todos los que carecen de ellos son vetados por asociaciones tan defensoras de la sanidad pública que desprecian la suerte de las personas enfermas. Quienes ponen así en peligro la vida de otros tienen ya odio suficiente para matar ellas mismas.

Son las asociaciones que han secuestrado ideológicamente gran parte de la administración, cuadros de agitación comunista con la marca de Podemos. Se dicen defensores de intereses generales pero tienen una agenda política para la coacción y manipulación de las conductas sociales. Su asalto a la verdad para modificarla y construir una nueva paralela ha llegado a las cotas más osadas en esta escalada de odio en España. Esto sí es postverdad que propone cualquier delirio frente a la verdad a anular. Han llegado a decir que se regalan diabólicos aparatos que no curan sino generan la enfermedad. Dicho por trabajadores de la sanidad. ¿Cómo es posible? Por odio. Circula estos días un tuit viejo de Pablo Iglesias que dice textualmente: «25% de paro y Amancio Ortega tercero en el ranking mundial de ricos. Democracia ¿Donde? Terrorista ¿Quien?».

Al margen de la fobia a las tildes y al decoro, el líder de los comunistas de Podemos sugiere que el rico es un terrorista. Hay miles de tuits de sus secuaces en este sentido. Incluso en España, donde el mérito es siempre culpable, resulta esperpéntico que la generosidad de un compatriota ejemplar en todo el mundo por su trabajo, talento, devoción e inteligencia, provoque esas cataratas de odio. Doblemente obsceno cuando el desprecio y el insulto proceden de un líder político cuya biografía y trayectoria es un canto al parasitismo, al resentimiento, a la violencia y, por supuesto al odio. Decía Soljenitsin que un comunista no puede ser inteligente y buena persona. Pablo Iglesias lo es menos de lo que cree, pero más que la mayoría de sus votantes. De ahí que la cuestión política sea saber si tiene fondo el abismo de vileza en que ese odio ideológico hunde a sectores de la población. Y si, movidos por ese odio, asumirán la muerte de compatriotas no solo de forma pasiva con el rechazo a los aparatos médicos, sino más allá, tal como hacen sus camaradas a diario en Venezuela, por ejemplo. Un acto de valentía y generosidad extraordinario como la gesta de Ignacio Echeverría en Londres frente al odio islamista y el descubrimiento con él de toda una familia que ha conmovido a España por su inmensa y profunda calidad humana, debe reforzar nuestra conciencia y voluntad de tomar partido. Asumir los ejemplos y para emularlos, saber que hay que hacerles frente, blandiendo ante la maldad nuestro patinete o lo que tengamos.