SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Se llama Gobierno Frankenstein al sueño de Pedro Sánchez de garantizarse su estancia en La Moncloa mediante una alianza con todos los enemigos de España. Ayer a mediodía, al ver el abrazo con el que el doctor y el marqués de Galapagar sellaron su preacuerdo de Gobierno, se hacía más evidente la metáfora, pero vista con los ojos de Mel Brooks. Eran el doctor Frónkonstin y Aigor, una versión de Iglesias con la chepa móvil del gran Marty Feldman. Carmen Calvo es Frau Blücher.

La hemeroteca rebosa descalificaciones de Pedro Sánchez contra su futuro vicepresidente, Pablo Iglesias. No caben aquí todas, pero miren lo que le contaba a Gloria Lomana en septiembre de 2014: «El final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento». Cuatro meses después afinaba su descalificación hacia el hombre: «Pablo Iglesias, el de Podemos, hace de la mentira su forma de hacer política». Sánchez, el hombre que ha mentido sobre su tesis en la tribuna del Congreso, sobre el uso del Falcon, que prometió: «Convocaremos elecciones, sí. Cuanto antes, por supuesto», acusa de mentir a Iglesias. Ya antes le negó la cualidad de la decencia a su antecesor en la Presidencia del Gobierno. ¡Él! Alteración se llama la figura.

No hay dos sin tres. En septiembre pasado Ferreras le hizo una entrevista en la que dijo: «Yo sería presidente del Gobierno [si aceptase la coalición con UP] y tengo que reconocerle que sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, junto con el 95% de los ciudadanos, que tampoco se sentirían tranquilos. Incluso votantes de UP. Por eso no acepté esa propuesta que me hizo el señor Iglesias».

El borrador presentado ayer era un refrito de anuncios en debates de campaña, con algún error de sintaxis, por avaricia preposicional, pero lo más significativo fueron las declaraciones del doctor y su leal Aigor. Tres veces usó Sánchez el calificativo estrella de Ibarretxe, ilusionante, y una docena más el término progresista; dos veces el futuro vicepresidente Aigor y diez el presidente Frónkonstin. El uso de este calificativo es la prueba más evidente de la falacia en que sustenta la izquierda el mito de su superioridad moral. ¿Habrá algún partido, de izquierda, derecha o centro, que no aspire al progreso de España y los españoles? Sánchez negociará la abstención de ERC, cuyo presidente en el Parlament desobedecía ayer mismo al Constitucional para poder proclamar el derecho de autodeterminación, con la colaboración de los parlamentarios de Iglesias, que sigue llamando presos políticos a los golpistas condenados. Además, Enrique Santiago, tercer diputado por Madrid tras los Ceaucescu, ha dicho que si en España se dieran las condiciones de Rusia en el 17, «indudablemente» iría al Palacio de la Zarzuela y haría lo mismo que Lenin le hizo al Zar.

Pedro Sánchez es una indignidad que no debería formar parte de nuestra vida pública, pero no parece que vaya a presentar una moción de censura contra sí mismo, ahora que va a tener sentencia condenatoria de los EREs sin los añadidos espurios que puso José Ricardo de Prada en dos morcillas.