Génova siempre gana

EL MUNDO 05/04/17
LUCÍA MÉNDEZ

El flamante nuevo coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maíllo, cada vez más número dos del partido mientras María Dolores de Cospedal se ocupa de los tanques, resume estos días el resultado de los congresos regionales con un titular: «Génova siempre gana». Se refiere a que los candidatos oficiales de la dirección nacional se han impuesto en las elecciones primarias a doble vuelta en todas las comunidades. Génova también ha vuelto a ganar en Murcia provocando la dimisión de Pedro Antonio Sánchez.

Pero antes del inevitable desenlace final, Génova ha rodado durante dos semanas una superproducción política marca de la casa con final agónico en el último suspiro, maniobras de despiste, partidas de mus, presunto protagonista inocente al borde del precipicio acosado por los malos, jueces al quite, grabaciones de corrupción y tramas diversas. Hemos visto tantas veces esta misma película en torno a otros políticos dimitidos por escándalos de corrupción que el final ya no sorprende a casi nadie. Si acaso, lo que asombra es que el PP insista en rodar una y otra vez el mismo guion. Como si le hubiera tomado gusto o disfrutara manteniendo la expectación antes de que el interesado se arroje él mismo a los leones. Nunca por asumir responsabilidades políticas, sino por la salvación del partido, de España y de los pecados de la humanidad.

Mariano Rajoy –acunado por los elogios de Angela Merkel– ha visto los toros desde la barrera. Desde la línea telefónica por ser más concretos. Sin pronunciar la palabra Murcia en público –otra página del guion muy conocida–, el líder del PP se ha limitado a dar instrucciones a su hombre de confianza, Martínez-Maíllo. Por lo menos dos veces a la semana, el presidente del Gobierno recuerda que su estilo de vida –personal y político– se acomoda al «sentido común». Sin embargo, hay veces que sus decisiones sólo podrían ser consideradas de «sentido común» siendo muy marianistas. O muy generosos. ¿Qué sentido común tiene mantener durante semanas –soportando el coste político correspondiente– a un gobernante autonómico acosado por dos sumarios de corrupción y abandonado por Ciudadanos, partido de cuyos cuatro diputados depende el PP para gobernar la región de Murcia?

Aún en la tarde-noche del lunes, cuando ya sabían que a Sánchez le quedaban horas como presidente de Murcia, los portavoces populares seguían diciendo que le apoyarían hasta la muerte y que no le dejarían caer porque era una injusticia. Decenas de dirigentes del PP de toda España pusieron el grito en el cielo rechazando de plano la dimisión de Sánchez con la falacia mil veces repetida de las 16 causas judiciales archivadas. No sabemos si querían despistar a los medios de comunicación, despistarse a sí mismos, o si, parafraseando aPablo Iglesias, al PP se la suda el qué dirán y prefiere encerrarse en su propia realidad hasta que Rajoy suba o baje el dedo para saber la suerte que correrá el gladiador. Tampoco sabemos si la tesis de que Ciudadanos se iba a acoquinar en el último minuto porque iba de farol al exigir la dimisión de Sánchez era una finta negociadora o un cálculo averiado de las convicciones y la firmeza de Albert Rivera, su socio de investidura y de Presupuestos. En todo caso, Ciudadanos ya tiene un trofeo de campanillas en su vitrina.

La dirección del PP explica el rodaje de esta última superproducción política en Murcia recordando a la malograda Rita Barberá. La mala conciencia del PP con la alcaldesa fallecida –a la que obligó a pedir la baja en el partido también in extremis para no empañar la investidura de Rajoy– llevó a sostener a Pedro Antonio Sánchez más allá de cualquier asomo de racionalidad política.

Rajoy y los dirigentes del PP tomaron buena nota de las prolongadas ovaciones que cosechó en ausencia la ex alcaldesa de Valencia en el último Congreso Nacional del partido. Siempre atento al rugir de la militancia, Rajoy permitió que Sánchez fuera reelegido presidente del PP murciano llevando encima la espada de Damocles de varios jueces. Tal y como ha comprobado el PP una y otra vez, los sumarios por corrupción no se evaporan porque Rajoy sea un político capaz de resistir casi todo. Los jueces trabajan todos los días en la instrucción de los casos y acaban emitiendo resoluciones motivadas de imputación que sitúan a los políticos ante sus responsabilidades. El PP conoce bien al juez Velasco. Los demás podemos sorprendernos de que envíe al Tribunal Superior murciano la resolución motivada para imputar a Sánchez 48 horas antes de la moción de censura. Pero el PP no puede sorprenderse. No después de todo. Este partido ha puesto sus propias responsabilidades políticas en manos de los jueces y los jueces responden al reto una y otra vez. Hubo, en efecto, un giro en el guion de Sánchez distinto al de Rita Barberá. Al murciano le ha dado cariño, permitiéndole impostar en su ceremonia de despedida una dignidad imposible cuando se renuncia por la corrupción. Mientras que a Barberá la despidió el vacío de las ventanas que se cerraban a su paso.