Germán Yanke

EL MUNDO 15/05/17
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

HAY personas que pesan mucho en nuestra vida y, un día, pasan. Al enterarme ayer de la muerte de Germán Yanke me pareció que, al dejar este mundo, tenía ocasión de volver a encontrarlo en la luz ya sin tiempo de los años que pasamos juntos, compartiendo algo menos fugaz que la amistad: escribir, hablar, publicar y luchar por nuestras ideas. Las liberales, claro.

Cuando me llamó Josean Izarra, de EL MUNDO del País Vasco, recordé la forma rara, puramente intelectual, en que supe de Germán. Fue a través de amigos comunes, del joven liberalismo ucedeo que recaló en los Clubes de Joaquín Garrigues, pasaron por Antonio y la operación Roca y acabaron en el aznarismo liberal de Valladolid. Le decía a Josean que recordaba, sobre todo, dos viajes, con Idoia y mis hijos: uno, a un parque pirata de Sevilla; otro a Pastrana, donde vimos el Palacio de la duquesa de Éboli y metimos los dedos en las calaveras del altarcito de la cueva de San Juan de la Cruz. También que la última vez que hablé de Germán fue con su gran amigo Nicolás Redondo Terreros, en un acto de Libres e Iguales, y que me dijo que estaba muy mal. Desde que se fue a la televisión, como le avisé, nos habíamos perdido.

Veía al poeta –lo era, muy bueno– cuando venía a Madrid con Melchor Miralles; o en Albarracín, con los liberales. Pero un día murió Antonio Herrero, me tocó dirigir La Linterna, y le pedí que se viniera para ser mi director adjunto. Además de un puntal en las noches férvidas de la COPE, fue fundador de La Ilustración liberal en 1999 (su artículo, La libertad como nación) y de Libertad Digital en el 2000. Yo lo quise director adjunto a Javier Rubio, pero un diario de Internet y uno de papel se parecen poco, salvo en que el liderazgo no puede ser compartido. Sin embargo, nos llevábamos muy bien porque hablábamos de todo: poesía y economía, política e Historia, España y, siempre, la Libertad.

Lo que no recordaba, le dije a Josean ayer, era dónde tenía el prólogo que Germán me pidió para su libro más importante Ser de derechas (Temas de hoy, 2004). Fue colgar y lo encontré. Allí, además del elogio sincerísimo del libro y de su autor, consta el lugar en que nos vimos por primera vez: fue en Jerusalén, en 1992. Veinticinco años después, lo recuerdo a la luz dorada de sus murallas, en una de las tardes más hermosas de nuestra vida.