Francesc de Carreras-El País

El recurso a sacarse las responsabilidades de encima para que decidan los militantes no se corresponde con la idea de democracia representativa

No sé si Ada Colau está de acuerdo con la decisión de sus bases de romper el pacto de gobierno con el PSC. Lo que si sé es que si hubiera sido votante de En Comú en las pasadas municipales, me sentiría decepcionado en cualquier caso —fuera o no partidario de la ruptura con los socialistas— porque no sabría a quien pedir responsabilidades. Veamos.

  El PSC formaliza su paso a la oposición y no apoya los presupuestos de Colau  Colau y su equipo solo son responsables de haber convocado la consulta, no de su resultado. Por tanto, solo se les puede pedir cuentas de la convocatoria e, incluso, quizás ni siquiera de la misma porque es posible que estuvieran obligados a ella por los estatutos del partido.

Pero tampoco podría pedir responsabilidades a los votantes —en total el 40% del censo interno de afiliados— que por del 10% de votos —55% frente al 45%— decidieron romper el acuerdo de gobierno por una razón ajena a la política municipal y que no podía figurar en el mismo: el apoyo de los socialistas a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. El voto es secreto y no sé quiénes han votado por una u otra opción y, aunque lo supiera, yo no los habría elegido y no tendrían que darme explicaciones.

Es decir, por el voto del 20% de afiliados a los “comunes”, el Ayuntamiento de Barcelona se queda prácticamente bloqueado para la acción política porque el partido que sostiene a la alcaldesa tiene una escuálida minoría de 11 concejales frente a un total de 41. ¿Qué democracia es esa?

Hoy está de moda decir que “democracia es votar”. Pero las democracias modernas son democracias representativas que se apoyan sobre dos ejes principales: el voto al candidato que queremos que nos represente y el control del mismo en el caso de salir elegido. Este control comporta responsabilidad: no solo exigimos esa responsabilidad en las próximas elecciones —seguir votándolo o dejando de votarle— sino a lo largo de todo su mandato, sea el tipo de representante que sea.

El recurso a sacarse las responsabilidades de encima para que decidan los militantes no se corresponde con la idea de democracia representativa. De las dos vertientes de esta democracia —votar y controlar— solo se cumple la primera: votar. Se amputa la otra. ¿Es eso más democrático? No me lo parece. O bien se controla al partido —y los aparatos saben hacerlo adecuadamente— y se manipula el resultado, o bien aunque no se manipule se impide el control del representante, que el elegido responda de sus decisiones. Ninguna de las dos salidas me parece políticamente más participativa que la democracia representativa. Gobernar por consultas es no asumir responsabilidades, es menos democracia.