TONIA ETXARRI-El Correo

Un buen golpe de efecto. Pedro Sánchez, al dar a conocer ayer al equipo que gobernará con él durante unos cuantos meses ofreció una síntesis entre los abultados historiales profesionales y políticos de los ministros designados y una carga demagógica en la elección de algunos nombres muy llamativos para la opinión pública. Con un mensaje que no disimulaba su tentación al adanismo al creerse que, con él, empezó todo. De la misma forma que en su discurso en el Congreso de los Diputados ofrecía un Gobierno «del siglo XXI», ayer se centró en un mensaje para Bruselas –«Europa es nuestra nueva patria»– como si antes que él ningún otro político hubiera defendido el marco de los Estados desde que España ingresó en 1986.

Pedro Sánchez no tiene experiencia en gestión política y ha tenido la audacia de rodearse de gente más preparada que él. Con marcado perfil socialista y mucho más que paritario porque el equipo es mayoritariamente femenino. Once mujeres y seis hombres. Con cuatro ministerios más que los que tenía el gobierno de Rajoy. Pero lo que muy pocos se esperaban era que el nuevo presidente lograra reunir a un grupo tan preparado cuando quedan apenas dos años de legislatura. Además del astronauta Pedro Duque y del periodista Màxim Huerta , más conocidos por diferentes motivos a través de la pantalla televisiva, los nuevos ministros tienen un gran peso en su currículum que les servirá para afrontar retos tan importantes como el desafío secesionista en Cataluña, seguir cumpliendo con las exigencias económicas de Europa y procurar que los grupos parlamentarios que dieron su apoyo en la moción de censura no les pongan contra las cuerdas con sus exigencias. Porque su grupo en el Parlamento cuenta tan solo con 84 de los 350 escaños.

El nuevo gobierno socialista es un equipo potente, de reconocido prestigio. Un equipo para hacer política llena de gestos, pensado para ganar elecciones. Una amalgama con la que Sánchez intenta atraer a un amplio sector de votantes. Tanto que se ha fijado en el juez Grande Marlaska, azote del brazo político de ETA, que formaba parte del Consejo General de Poder Judicial propuesto por el PP. Y en Josep Borrell (el primer nombre que citó) que podía haber sido un fichaje de Ciudadanos.

Porque si el nuevo presidente ha querido enviar un mensaje de compromiso con el proyecto comunitario al nombrar a Nadia Calviño (ex directora general de presupuestos de la Unión Europea) como titular de Economía, ha dispuesto un plan compensatorio para Cataluña. Con dos ministros de sensibilidad opuesta y complementaria. Josep Borrell, de beligerancia contundente contra el independentismo, que seguramente aprovechará su cartera de Exteriores para tener una presencia argumental por todos aquellos foros por donde el victimismo de los secesionistas ha campado por sus respetos. En contraste, Meritxell Batet, más en sintonía con el espíritu dialogante del PSC que proyecta una imagen de talante flexible en escenarios de posible diálogo con el equipo de Quim Torra.

Sánchez ha hecho guiños a la tensión territorial. También con Andalucia y Valencia. Y ha agradecido los servicios prestados a sus más leales. En este grupo se encuadra Isabel Celáa, que en correspondencia con su papel en la sesión del comité federal que terminó por defenestrarlo, le ha dado, además de la cartera de Educación, la portavocía. Es un equipo muy ideologizado. Feminista. Ecologista. Gente de orden y constitucionalista. Mucho diseño. Tanto que parece un cartel electoral.