¿Ha ganado la ETA?

PENAS POLÍTICAS  BLOGSPOT 24/04/17

· Comentarios políticos y sociales que espero no sean muy cargantes y ayuden a sobrellevar el desengaño.
· «La monstruosidad más portentosa es el estar el Engaño a la entrada del mundo y el Desengaño a la salida.» (El Criticón. Baltasar Gracián).

La retirada de ETA dejando el relevo al “frente civil” convierte el avance hacia la independencia en un problema interno de los nacionalistas. En el imperio del terror funcionaba el acuerdo implícito y a veces explícito de arrinconamiento y supresión del constitucionalismo y de imposición social del ideario antiespañol, que es el signo diferencial del nacionalismo en su conjunto. En gran medida este objetivo se ha cumplido, máxime cuando las fuerzas constitucionales no lo advierten y apenas son conscientes de la ventaja que el terrorismo ha dado al nacionalismo para consolidar su posición dominante.

 
El acuerdo soterrado escondía una discrepancia potencial: la ambigüedad del PNV respecto a la independencia y la determinación del movimiento etarrista por alcanzarla. Pero también comprendía una convicción común: que el impedimento esencial para el logro del independencia radicaba en la resistencia del Estado. El “Procés” genera serias dudas sobre esa voluntad de resistencia y alimenta la expectativa de que el logro de la independencia depende más de la voluntad de la sociedad vasca en este caso, a semejanza de lo que parece ocurre en Cataluña.
 
Es claro que plasmar la situación ventajosa en una marcha factible hacia la independencia depende tanto de la evolución de la crisis catalana, como de las ganas del PNV. Si se impusiese la independencia catalana, difícilmente podría resistir el PNV la presión que se le vendría encima para reeditar los pasos de Convergencia a lo vasco. Pero la paradoja es que, en tanto la resolución de la crisis catalana es incierta, el PNV ha de tratar de preservarse de esa posibilidad. Se ha demostrado sobradamente que Convergencia y las consideradas “fuerzas moderadas” son incapaces de liderar la independencia y no tienen más remedio que ofrendarse en sacrificio. De momento no hay trazas de que el PNV esté por el harakiri.
 
El PNV remolonea porque es consciente de que el status actual del País Vasco es inmejorable y la independencia sería un desastre sin paliativos. Esta percepción separa al nacionalismo “moderado” vasco del catalán, creído éste de que con la independencia sólo tendría ventajas y mejoras.
 
En esto ha saltado la liebre de la descomposición del llamado españolismo, o más bien de los efectos insospechados de esa descomposición, ya casi irreversible desde la entrada en escena de ZP. Una parte se ha refugiado en el Podemismo, con el resultado lógico de apuntalar el movimiento etarrista. Naturalmente a partir de la mentalidad ingenua de que “somos tan rebeldes como los abertzales” y que en términos prácticos nada importa si sirve para “acabar con la corrupción”. Para estos lo de la independencia o no es una cuestión anecdótica o un cuento de viejas.
 
La población, que aun se siente española, más sensata o más impermeable a la demagogia mediática, se refugia en el PNV con la esperanza de mantener el statu quo frente a la tentaciones aventureras. ¿Hasta que punto la gestión de esta percepción y de este insospechado apoyo puede mover al PNV a evitar la aventura?
 
Es claro que el PNV se mueve en el estrecho filo de una retórica que invita a la independencia, cuando no tendría que llevar a la consecuencia lógica de reclamarla en serio, y la consolidación de un Estado dentro del Estado que es su proyecto práctico. El juego de aprovechar la retórica batasunera en su propio beneficio no puede dar de sí indefinidamente. Pero también protegerse de la batasunización requeriría desprenderse o al menos rebajar la retórica maximalista. Supone cuestionar los sentimientos y la tradición con la que se ha labrado su clientela electoral, al menos la de pata negra.
 
Para implantar o más bien consolidar un modelo Confederal fáctico y verdadero (no la especulación socialista que nadie comprende) para que el País Vasco fuera ya definitivamente otro Flandes, el PNV cuenta con que la mayoría de los vascos no quieren la independencia pero no son capaces ni tienen ganas de defender España. La diferencia entre la Flandes belga y la Flandes vasca es que esta tendría por soporte una mayoría de la población que ha de impostar este sentimiento endogámico y renegar de su españolidad, como si lo que de verdad siente, la españolidad, fuera una patología inducida.
 
De consolidarse esta opción, ¿tendría futuro el independentismo en el País Vasco? ¿Se conformaría el etarrismo con la euskaldunización integral de la sociedad vasca? Es el riesgo, riesgo ridículo en términos racionales, que corre ETA al pasarse a la “lucha civil”, de no tener respuesta al hermano mayor nacionalista: “Si todo se euskalduniza y encima vivimos de p… madre dentro de España ¿para qué la independencia?”
 
ETA no ha ganado todavía pues no ha logrado la independencia y las condiciones previas esenciales. Es decir ha arrasado el sentimiento español sin traducirlo en sentimiento independentista. No tanto por la resistencia recibida sino por la extravagancia de sus intenciones.
 
Es la inversa de la incapacidad de las fuerzas constitucionales de hacer ver a la población la relación íntima entre el terrorismo y el independentismo. Mientras el PNV perfecciona su ambigüedad, ETA o el etarrismo está ganando, pero sólo puede depender de sí mismo, o al menos disponer de la plena iniciativa, si triunfa el Procés. A la espera estamos.