«Ha vuelto el rupturismo que quedó marginado en la Transición»

EL MUNDO 17/02/17
ENTREVISTA LANDELINO LAVILLA

Ex ministro de Justicia, ex presidente del Congreso y miembro del Consejo de Estado. Fue el responsable de algunas de las leyes que sirvieron para dislocar el Franquismo y por lo tanto uno de los protagonistas de la Transición. ‘Una historia para compartir’ recuerda su papel aquellos días y reivindica la labor de Adolfo Suárez

En su etapa de Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo cultivó cierta acidez: «¿Está don Landelino en su despacho o está ya expuesto?». Landelino Lavilla (Lérida, 1934), en efecto, sigue en un despacho en el Consejo de Estado, desde donde contempla con prudencia el devenir de España. Para eso están los puntos suspensivos, esas elipsis temporales de las que habla en Una historia para compartir: Al cambio por la reforma (Galaxia Gutenberg), un libro en donde repasa su papel en la Transición.

Pregunta.– Algunos partidos critican la Transición.
Respuesta.–Nosotros tratamos de generar un espíritu de estabilidad constitucional en el que cupiesen todos. Y ha durado hasta que ha llegado un determinado relevo generacional que ha dicho: «Nosotros no votamos eso». Sin embargo, los países constitucionalmente estables no se plantean este tipo de temas a cada momento, ni mucho menos se dedican a abrir periodos constitucionales. Otra cosa son las reformas o que haya que retocar la Constitución.

P.– En España tenemos la costumbre de derogar las Constituciones en lugar de reformarlas.
R.– La historia del XIX fue una sucesión de Constituciones. La de 12, la del 37, 45, 56, 68, 73, 76… No sé si me habré dejado alguna. Por eso, en la Transición insistimos en hacer un proceso para la convivencia, sin exilios.

P.– ¿Por qué ahora es tan difícil el acuerdo?
R.– La generalidad de los españoles estaba por hacer un cambio pero de manera pacífica y ordenada. Y en ese proceso hubo un alto grado de voluntad de concordia entre todas las partes. ¿Diferencias con la actualidad? El pueblo partía de una situación extraña por las secuelas de la Guerra y tenía sus temores, también sus esperanzas… Entonces, hasta salió el tema de la Memoria Histórica. Yo creo que está bien recordar pero lo que no se debe de hacer es buscar la revancha o rehacer la Historia.

P.– ¿A qué se refiere con rehacer la Historia?
R.– A reescribirla. Y ese espíritu rupturista que quedó marginado durante la Transición ha reaparecido.

P.– ¿Por qué importa la memoria?
R.– Hice mi discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales al poco de que Zapatero aprobara la Ley de Memoria Histórica. Y entonces analicé cómo el pasado penetra en el presente y cómo el presente prefigura el futuro. La enseñanza evidente es que no se pueden olvidar los errores que nos llevaron a liarnos a tiros.

P.– ¿Cree que ahora ha vuelto a surgir ese rupturismo?
R.–En 2006, [en el Consejo de Estado] hicimos un informe para reformar la Constitución pero luego se echaron atrás. Lo que pasa ahora es que va incorporándose gente nueva que busca la confrontación para definirse en posiciones distintas. En aquellos momentos, había que decidir entre la continuidad de los que estaban en el régimen o la ruptura. Y luego estábamos los reformistas, el centro.

P.– En su libro, usted hace una reivindicación de la personalidad de Suárez frente a Fernández Miranda, el guionista de la Transición.
R.–Yo cuento mi propia experiencia. Adolfo me dio un papel que se había sacado del bolsillo y que debía de ser el borrador de Torcuato o uno de los que se utilizaron para hacer la Ley para la Reforma Política.

P.– Fue presidente del Congreso. ¿Qué haría si tuviera que moderar los desplantes de la nueva política?
R.–Yo dejé la figura de un presidente del Congreso muy institucional, con autoridad y ese tipo de figura se ha mantenido hasta… recientemente que ha habido algún que otro quebranto.

P.– ¿Lo dice por Patxi López?
R.–Fue un presidente de otras características. Nadie me hubiera imaginado discutiendo de tú a tú con un diputado. Lo que yo decía, se acataba. Y todos lo agradecían porque tener un presidente capaz de manejar ese coto es importante para el buen orden institucional.

P.– ¿Qué ha sido del centro?
R.–Hay que entenderlo como un movimiento de tensión de los partidos hacia el centro. Nosotros teníamos que adoptar esa tesis y para poder jugar ese papel necesitábamos un contrapunto a la derecha (por eso, no nos unimos a Alianza Popular) y a la izquierda. Así nos podíamos atraer a los dos y constituir un sistema, el bipartidismo, que es lo que hoy se quieren cargar. El centro significa que la vida política pivota sobre unas opciones centradas que se disputan un espacio de centro y que se tensionan hacia el centro. Y es la contraposición de la política de los extremos.

P.–Y eso es lo que esta pasando…
R.–Sí pero yo eso no lo cuento en el libro… Esos son los puntos suspensivos.

P.– ¿Cuál fue el mayor error de Suárez?
R.–Era un político cabal y tenía una capacidad de persuasión muy grande… Trabajé muy bien con él. Desde el punto de vista del planteamiento político, en su conjunto, creo que su principal error fue dimitir.

P.–Dicen que el Rey Juan Carlos jugó un papel…
R.–No sé. Yo solo cuento lo que viví.

P.– ¿La República se planteó en algún momento?
R.–Nunca. Nuestra reforma sólo fue posible porque estaba el Rey en la jefatura del Estado.

P.– ¿Se abrirá un nuevo proceso constitucional en España?
R.–No creo. Habrá reformas. El tema catalán hay que saber tratarlo… Yo soy catalán y a menudo me preguntan qué haría… Antes me ocupaba y ahora me preocupo. La ocupación corresponde a quienes tienen la responsabilidad.

P.– Eso no es decir mucho.
R.–Estas son las formas que tiene cada uno de sortear este tipo de cuestiones.