ABC-JON JUARISTI

La obra de Rafael Salillas, que estudió la delincuencia como cultura, puede ayudarnos a entender la España actual

CUANDO la vicepresidenta en funciones amenaza a los obispos con desamortizarles hasta el báculo, no pienso en el inmenso latrocinio de los bienes de la Iglesia. Pienso en Lombroso. Pero, ojo: no pienso en Lombroso porque me lo sugiera el anticlericalismo de la vicepresidenta. Ni me hace falta imaginarla en los puertos altos de cualquier serranía, tocada de calañés y parando diligencias a trabucazo limpio, como si fuera el mismísimo Afanador de Cabra, Lucas de Burgos. O la Tuerta de Guadarrama, que hizo migas con Borrow, o sea, con don Jorgito el de las biblias. Pienso en Lombroso porque me imagino lo que habría disfrutado el padre de la criminología positivista estudiando las fotografías de las ministras en funciones del Gobierno de Sánchez.

En fin, que acordarme de Carmen Calvo me lleva a Lombroso y de ahí, a lomos de la galbana estival, el pensamiento vuela hacia quien fuera el Lombroso español. Rafael Salillas, otro que habría disfrutado lo suyo en las presentes circunstancias. Médico, como Lombroso, paisano y amigo de Ramón y Cajal, Salillas fue un reformador social, un regeneracionista de las prisiones. Se cumple ahora el centenario de la publicación de su estudio más importante sobre la situación del sistema carcelario español, «La evolución penitenciaria», de 1919, aunque, en su tiempo, la más leída de sus obras fue «Hampa (antropología picaresca)», aparecida el

año crucial de 1898, que influyó notablemente en la generación literaria bautizada con esa fecha, y muy en particular en Unamuno, Baroja y Valle Inclán. Editada en Madrid por Victoriano Suárez, es obra difícil de encontrar en librerías de viejo, aunque puede descargarse en facsímil por internet. Sus más de quinientas páginas resultan de lo más entretenido e instructivo. Existe además una antología reciente de «Hampa y de otros escritos», editada por María Jesús Miranda (Rafael Salillas, «El Delincuente Español: Hampa y Lenguaje», Centro de Investigaciones Sociológicas/ Boletín Oficial del Estado, 2004). El proyecto regeneracionista de Salillas requería un conocimiento antropológico previo del mundo de la delincuencia en España, no sólo a través de lo más característico del método lombrosiano, es decir, de una antropología física con fundamento en la fisiognómica y en la frenología, sino, sobre todo, a partir de una concepción de la delincuencia como cultura. De ahí el interés de Salillas en las jergas del hampa y en otros sistemas simbólicos como el tatuaje. En 1910 pronunció en el Ateneo de Madrid una estupenda conferencia sobre «El tatuaje y el destatuamiento en Barcelona». Entonces, como hoy, la delincuencia estaba mucho más avanzada en Barcelona que en Madrid.

La lectura de las obras de Salillas produce el paradójico efecto de alejar al lector de la apasionante actividad política de la hora presente y, al mismo tiempo, el de revelar el fundamento abisal de dicha actividad, enraizada aún en la cultura que nuestro reformista describió con minucioso esfuerzo, en aras de un objetivo patriótico: erradicar en la medida de lo posible la delincuencia castiza. Pero si el desocupado lector quisiera olvidarse aún más del solar ibérico sin abandonar el asunto de la cultura del crimen, le recomendaría un precioso reportaje ensayístico (por llamarlo de alguna forma) de Blaise Cendrars, «Panorama de la pègre», recién traducido y publicado en español bajo el título «Panorama del hampa», por la editorial Trapisonda, con un magnífico prólogo del historiador Fernando del Castillo, en el que se resaltan las relaciones entre política y crimen organizado en la Francia de los años treinta del pasado siglo, que derivarían en el gran negocio del saqueo bajo la Ocupación.