Hondo pesar

ABC 03/06/16
LUIS VENTOSO

· No hay sindicalista que celebre tener un millón menos de parados que en 2013

LA crisis fue una picadora para España. El país estaba endeudado hasta las orejas y pinchó en cuanto cruzó el Atlántico la galerna de las gamberradas de Wall Street. Aquellos próceres locales de nuestras cajas de ahorros, que las consideraban de su propiedad y levitaban sobre las aguas, resultaron ser unos incompetentes (y a veces también unos golfos). El mítico MAFO, el encargado de controlarlos, acreditó un ojo contable similar al de Messi. El ladrillo pinchó, y detrás la banca. La única estrategia de los gurús supremos de algunas multinacionales españolas había consistido en conquistar el planeta disparando con crédito bancario («si algo sobra hoy en el mundo es liquidez», ponderaban). Pero la losa se volvió ingobernable en cuanto viró el ciclo. El país rondó la quiebra y la primera reacción del inolvidable Zapatero al ver el acantilado fue acelerar. Rajoy afrontó aquella situación de pánico haciendo tres cosas: logró un multimillonario préstamo europeo para resucitar a la banca, evitando además el engorro de llamarlo «rescate»; forzó una dolorosa devaluación interna, que redujo los salarios para hacer al país más competitivo; y ordenó la sala de máquinas de la Administración, que se había desengrasado durante el frívolo zapaterismo.

El bofetón de la crisis de 2008 resultó devastador, como resume una comparación que nunca deberíamos olvidar: en 2007 había en España 1,9 millones de parados y en 2013 se subió a cinco millones (seis según la EPA). La purga de Rajoy resultó necesariamente amarga, como todo tratamiento de choque y emergencia. Salir de aquella sima, que hasta se llevó a un Rey por delante, fue un esfuerzo colectivo, donde destacaron la capacidad de apretar los dientes de los españoles y, sobre todo, la mejor cualidad del país: el peso de la familia, que evitó el cataclismo social.

Ayer se supo que por primera vez desde agosto de 2010 el número de parados en las oficinas de empleo ha bajado de cuatro millones. La mayor caída jamás registrada en un mes de mayo (119.000 desempleados menos y 198.000 afiliados más). Hay un millón y medio más de españoles trabajando que en 2013.

Una nación normal tiene derecho a tener una mañana feliz. O al menos a soñar con que las cosas pueden mejorar. Por eso el tic funerario de nuestros decimonónicos representantes sindicales no es bueno para el país ni para ellos. Sea cual sea la noticia económica –buena, mala o regular–, no faltará en el telediario un portavoz de careto irascible esgrimiendo un rosario de lamentaciones. Por supuesto que todo es muy mejorable. Claro que el mercado laboral español no es el de Dinamarca. Pero resulta lastimoso que ante el mejor mes de mayo de nuestra historia la valoración se reduzca a plantarse ante la cámara con rostro de cólico nefrítico para proclamar que todo es una inmensa mierda.

Pero bueno, al menos los viejos sindicalistas se ocupan del paro. A la misma hora, los de Viva la Gente andaban a otras cosas: ¡tenemos cartel nuevo y además Pablito ha salido en tres teles a la vez! Chupi. El comunismo pop sigue de guateque televisivo. En parte por gentileza de alguna mente egregia del PP.