Iglesias refuerza su poder tras marginar a Íñigo Errejón

EDITORIAL – EL MUNDO – 19/02/17

· Con la destitución de Íñigo Errejón como portavoz de Podemos en el Congreso, ayer quedó consumada la primera gran purga nacional en el partido morado. Lo que empezó en 2014 como un movimiento ciudadano de espíritu transversal, en el que convivían varias corrientes ideológicas, ha culminado con la construcción de un partido fuertemente jerarquizado, en torno al carisma de su líder único, y doctrinalmente homogéneo. Desde ayer, Podemos se parece más a un partido leninista, en el que la acción revolucionaria dirigida por una minoría de elegidos prima sobre el trabajo parlamentario y el debate de ideas, que a una formación que aspira a representar las demandas sociales de regeneración de la vida política.

Rodeado de un equipo de incondicionales a los que Luis Alegre, uno de los fundadores del partido y ahora en un segundo plano, llamó «grupo de conspiradores», Pablo Iglesias ha conformado una ejecutiva en la que controla a 10 de los 15 miembros. En un proceso de laminación de la disidencia interna sin precedentes en la corta historia de la formación morada, los errejonistas sólo cuentan con tres miembros en la dirección, pese a que sus tesis obtuvieron casi un 40% de apoyo en Vistalegre II. Con este reparto del poder, su representación en el máximo órgano decisorio alcanzaría sólo el 20%, una prueba más del escaso interés por integrar en la ejecutiva al mayor número de personas pertenecientes a otras corrientes diferentes a la pablista.

Pero además, Iglesias ha querido dejar claro que quien se atreva a discutir su liderazgo está condenado a pasar al ostracismo. Errejón no sólo ha perdido la influyente Secretaría Política para ostentar una de nueva creación y escasa importancia denominada Secretaría de Análisis Estratégico y Cambio Político. Ha sido apartado de la Portavocía en el Congreso, que lo convertía de facto en una de las principales figuras del partido. Y lo ha hecho en favor de Irene Montero, (ex militante comunista como el propio Iglesias y Rafael Mayoral) que era hasta ahora jefa de gabinete del secretario general, con el que mantiene desde hace tiempo una relación personal.

No queremos con esto decir que Montero haya obtenido el puesto gracias a un acto de nepotismo, pero es lícito pensar que no ha sido sólo la meritocracia asamblearia la que la ha aupado a uno de los puestos clave del partido, reforzando la imagen de una formación populista en la que la voluntad del líder está por encima de cualquier otro tipo de consideraciones.

Para completar el apartamiento de Errejón, éste ha sido designado candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, una decisión insólita por cuanto aún quedan dos años para las próximas elecciones autonómicas y nadie está pensando aún en términos electorales. Además, siguiendo los estatutos de Podemos, Errejón, como cualquier otro aspirante, tendría que someterse a un proceso de primarias para obtener el apoyo de las bases a su candidatura. Todo apunta a que se trata de una maniobra de Iglesias para compensar al que hasta ahora ha sido el número dos de Podemos y una forma de ganar tiempo para poder consolidar su proyecto personal sin interferencias.

Porque detrás de las purgas hacia los errejonistas hay una intención de radicalizar el discurso de la formación. La entrada en la Ejecutiva de Miguel Urbán, representante de la izquierda anticapitalista, simboliza también el giro en la estrategia política de Podemos. Frente a los que defendían un acercamiento al PSOE para poder desbancar al PP, Iglesias y sus nuevos colaboradores impondrán una línea de acción centrada en la movilización de la calle antes que en el trabajo parlamentario.

Una opción arriesgada por cuanto supone aumentar la confrontación en detrimento del diálogo, una actitud impropia en un régimen político de libertades como el que disfrutamos. Iglesias se equivoca al pensar que radicalizando el discurso va a obtener mayor apoyo electoral, porque en las últimas elecciones la ciudadanía ha optado por la estabilidad política y la negociación. Además, ahora tendrá que hacer frente a quienes le acusan con razón de haber acabado con la pluralidad del movimiento para imponer de manera inflexible sus criterios.

EDITORIAL – EL MUNDO – 19/02/17