Indignación general

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 24/07/16

· Lo que nos ocurre es que estamos confundiendo deseos con realidades.

¡Menudo viernes acabamos de tener! En Estados Unidos, un aspirante a la Casa Blanca, con más posibilidades de alcanzarla de las que creíamos, anuncia que será el presidente de «la Ley y el orden», parodiando a Luis XIV (del que posiblemente no haya oído hablar) cuando dijo «el Estado soy yo», por encima de Cámaras y tribunales. En Múnich, un joven germano-iraní, para demostrar su nacionalidad alemana, se lió a tiros contra quien se le ponía delante, entre insultos a los inmigrantes, la mayor de las incongruencias.

Mientras en Madrid, Albert Rivera declaraba que pediría al Rey ayuda para convencer al PSOE de que se abstuviese en la sesión de investidura para que pudiéramos tener gobierno, error casi tan gordo como el de Pablo Iglesias cuando anunció «su» Gobierno tras el primer encuentro con el Monarca, ajeno constitucionalmente a tales trapicheos. ¿Estamos locos o somos sencillamente tontos? Porque tamañas contradicciones sólo pueden venir de una mente enferma o de una ignorancia total.

Si quieren mi opinión, que tampoco vale mucho, y sin descartar las dos opciones apuntadas, lo que nos ocurre a escala mundial es que estamos confundiendo deseos con realidades, vivimos en un mundo virtual, el de la televisión, donde todo es manipulable y basta apretar un botón para cambiarlo o hacerlo desaparecer. Es muy cómodo, pero peligrosísimo al mismo tiempo, al crear, junto a enormes ilusiones, frustraciones de igual calibre. Los líderes populistas que emergen a izquierda y derecha aprovechan precisamente esas ilusiones y frustraciones para engatusarnos. Nos prometen el cielo, pero, sobre todo, el infierno a quienes han impedido que lo consigamos.

El resentimiento de las clases medias que han visto descender su nivel de vida conforme los puestos de trabajo de su país emigran a otros de sueldos más bajos marcha paralelo al odio del inmigrante al encontrar que en el país de acogida tiene que luchar con el idioma, las costumbres y las muchas formas de discriminación que pueden darse en una sociedad sofisticada. La reacción de las clases medias es votar al primer demagogo que les promete volver a los «buenos viejos tiempos». La frustración de los inmigrantes se canaliza liándose a tiros con cuantos encuentra por delante, para matarse o dejarse matar luego, pues se trata de una especie de suicidio.

¿Qué podemos hacer nosotros? Poco, pero conviene reconocer que la situación ha cambiado sin que haya vuelta atrás, para no amargarnos la vida. Podemos también encargar nuestra defensa a algunos de los extranjeros («bárbaros» en latín) ya que nosotros somos incapaces. Podemos olvidarnos de ello y gozar de lo que nos queda –las vacaciones, el aperitivo, los acontecimientos deportivos (mientras duren)– o buscar, como Boecio, consuelo en la filosofía, aunque no sé cómo, ahora que la han eliminado del bachillerato. Por último, podemos dar las gracias de que Podemos no gobierne y gocemos de un Estado de bienestar disminuido. Bastantes no tienen ni Estado.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 24/07/16