Kevin Roldan Rz. Zapatero

SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

Cuando uno ve el disparate en que ha embarcado a la política española el presidente en funciones del Gobierno, no hay más remedio que echar la vista atrás y acordarse de Zapatero, el tipo con el que empezaron todos los desastres. Y recordar aquel famoso saludo del futbolista Piqué al cantante colombiano que amenizó el cumple de Cristiano después de su ominosa derrota frente al Atleti: «Gracias, Kevin Roldán, contigo empezó todo».

Todo empezó con José Luis, el presidente no gubernamental que descubrió a los españoles la utilidad del odio a los otros como una eficacísima argamasa para unir lo nuestro. Eso ya lo habían descubierto con más gracia los Monty Python, cuando el líder del Frente Popular de Judea le planteaba a Brian las estrictas condiciones de admisión: «El que quiera entrar en el FPJ tiene que odiar de verdad a los romanos». Ese fue el gran descubrimiento de Zapatero, su aportación fundamental a la política española: la voladura del consenso de la transición y la búsqueda de enemigos donde hasta entonces solo había adversarios.

Zapatero fue el único líder que apoyó la revolución bolivariana. En rigor, Nicolás Maduro solo tenía un apoyo internacional: José Luis Rodríguez Zapatero. Él ha sido un incansable defensor de la mediación con Venezuela. No puede sorprender a nadie que su toma de posición en torno a los golpistas catalanes haya consistido en la aplicación de los mismos valores o de la misma falta de valores.

Ayer mismo, este hombre era entrevistado en Rac1, una contribución radiofónica del conde de Godó a lo mismo que contribuye La Vanguardia en la prensa escrita. Y el tipo ha confesado haber mantenido una conversación telefónica con el golpista Oriol Junqueras, mientras este espera la sentencia del Tribunal Supremo por los hechos de 1 de octubre de 2017. Y ya puesto, se ha dedicado a repartir tarea a todo el mundo: «Respetando al Tribunal Supremo» le hace saber que la sentencia no debería comprometer el diálogo, que es, en su infundada opinión, la única forma de atajar el conflicto catalán. «Pasqual, apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña», dijo en noviembre de 2003 en el Palau Sant Jordi, abriendo la puerta a todo esto y a la deriva enloquecida del PSC.

También tenía recado para el Gobierno sanchista con el fin de que todo estuviera atado y bien atado. Él es partidario de que se «estudie el indulto a los presos si lo piden», aunque si el Supremo acata la consigna y no se empeña en comprometer el diálogo con una sentencia condenatoria, no habría lugar, mucho mejor una mala absolución que un buen indulto. Los partidos golpistas «forman parte del arco parlamentario», ha dicho, como si el asunto se lo hubiese explicado Isabel Celaá. Y Vox, mira este. No le sorprende lo de Ciudadanos, porque Albert Rivera siempre le ha parecido muy de derechas. «La derecha extrema», decía refiriéndose a Mariano Rajoy.

Ha sido Albert Rivera quien le ha dedicado un tuit lleno de sentido común: «Respete el trabajo de los jueces y la separación de poderes. Afortunadamente, ni usted ni los defensores de quienes dieron un golpe a la democracia dictan las sentencias en España. Esto no es Venezuela». Todavía.