Arcadi Espada-El Mundo

A PRINCIPIOS de año el Ayuntamiento de Madrid anunció que levantaría un memorial en homenaje a las personas que fueron fusiladas por el franquismo entre los años 1939 y 1944. Un estudio municipal las ha cifrado en 2.934. El lugar elegido para el memorial es el cementerio de la Almudena, porque fue allí donde se produjo la mayoría de las ejecuciones. En las mismas tapias de la Almudena, en el Madrid republicano y durante los tres años de guerra civil, fue también fusilado un número indeterminado de personas –no inferior a 8.000 y no superior a 12.000– cuya memoria no se ha comprometido a salvaguardar el ayuntamiento de Manuela Carmena.

La intención de Carmena es que en el memorial consten los nombres de los fusilados. A ello se opuso el Comisionado de la Memoria Histórica, impulsado por el gobierno municipal y que dirige Francisca Sauquillo, que quiere un memorial genérico y anónimo. Los argumentos del Comisionado, que antes intentó honorablemente, aunque sin éxito, que en el Memorial se recordara a los fusilados de los dos bandos, se basan en que hay unos trescientos chekistas entre esos nombres, es decir, presuntos torturadores y presuntos asesinos. Yo comprendo la incomodidad de los comisionados, pero no su candor. Se trata de la memoria de una guerra civil y no de un campeonato de cricket. De una memoria difícil, sucia y sangrienta. Es probable que algunos de los que fusilaron en el 36 fueran fusilados en el 39. Sin cambiar de tapia. A unos y otros se les quiere recordar como víctimas y no por lo que hicieron o dejaron de hacer antes de adquirir semejante condición. Si es que se les quiere recordar, naturalmente. Ya se ve que la alcaldesa quiere hurgar y apartar de entre los muertos para honrar solo a los suyos. Es perfectamente lógico: hablando estrictamente, Carmena es una mujer incivil.

El Comisionado no debería haber aceptado su propósito sectario. Pero una vez en ello ha optado por una mala solución intermedia y falsamente tranquilizadora. Si hay que recordar a las víctimas de la represión franquista en Madrid, aislándolas del resto de víctimas, que no se disuelvan en la fosa balsámica y común del homenaje anónimo. Lo que el Comisionado debió aprovechar, precisamente, es el sectarismo ignaro de la vieja alcaldesa. Y así, con su apoyo oblicuo, asegurarse de que esas víctimas, nombre a nombre, se iluminan con el máximo detalle posible, sin obviar los rasgos abyectos y asesinos. Para saber así qué es lo que homenajea la izquierda española de hoy. Para saberlo con el dolor, la complejidad y la fractura moral debidas. Todo eso que su ratera política de la memoria es incapaz de encara