La contradicción insalvable de Pedro Sánchez

EDITORIAL EL MUNDO – 10/07/16

· Basta un vistazo rápido a la hemeroteca para encontrar un buen puñado de titulares de Pedro Sánchez a lo largo de la reciente campaña asegurando que «no habrá terceras elecciones». La misma idea la han repetido estos últimos días numerosos dirigentes del PSOE. Sin embargo, lo único que salió ayer del Comité Federal del partido fue un nuevo, rotundo y categórico portazo a cualquier fórmula que facilite la investidura de Mariano Rajoy. «De las tres opciones: abstención, voto a favor o voto en contra, los socialistas votaremos en contra», declaró ayer el secretario general tras permanecer mudo casi dos semanas, en un cónclave precedido por la división de los distintos barones territoriales sobre esta cuestión.

Sánchez evitó cualquier autocrítica, algo bastante decepcionante por cuanto el 26-J el PSOE tuvo el peor resultado electoral de su historia: sólo 85 escaños, después de que en diciembre ya hubiera tocado un dramático suelo con 90. Y en lo que a todas luces parece una huida hacia adelante del líder socialista, su única hoja de ruta inmediata pasa por impedir, en lo que pueda hacerlo, que Rajoy logre respaldo suficiente para ser investido presidente. Pero, a la vez, Sánchez se comprometió «a liderar la oposición», acallando así los cantos de sirena de quienes le azuzaban a volver a intentar llegar a La Moncloa con algún rocambolesco pacto con Podemos e independentistas. Susana Díaz y otros dirigentes ya habían advertido que tal locura desborda las líneas rojas.

Al final, Sánchez cae en una manifiesta contradicción. Dice rechazar unas terceras elecciones y se declara dispuesto a encabezar la oposición. Pero al mismo tiempo su categórico portazo al PP sitúa de nuevo la política española ante un diabólico bloqueo. O es de día o es de noche. Y dado que las dos cosas no pueden ser a la vez, la posición socialista representa una irresponsabilidad y, de no variar, nos podría conducir irremediablemente ante unos nuevos comicios en otoño. Sería lo peor que podría pasarle a este país. Y muy probablemente el PSOE lo pagaría caro en las urnas.

De sobra es sabido que la política tiene mucho de escenificación. Y aún cabe confiar en una modulación de esta posición. Como hemos publicado esta semana, varios líderes socialistas creen que si Rajoy logra alcanzar un acuerdo de investidura con Ciudadanos y algún grupo nacionalista, como Coalición Canaria, que se traduzca en el voto favorable de unos 170 diputados, difícilmente el PSOE podría mantener un empecinamiento tan irresponsable. De hecho, un amplio sector del PSOE cree que, en el último momento, Sánchez modificará su posición tras convocar un nuevo Comité Federal. Precisamente por eso decepciona que el dirigente se mostrara ayer tan terminante. Porque los políticos se convierten en presas de su propio discurso y podríamos acabar ante una profecía autocumplida, en el sentido de que el líder socialista se vea atrapado en su intransigencia en esta cuestión y sin forma de dar marcha atrás, aunque ello sea lo que exige el interés general.

Sobran, por tanto, las razones para la preocupación. Un apoyo a la investidura de Rajoy por parte de Ciudadanos y PNV prácticamente hay que darla por descartada, tanto por la incompatibilidad de estas dos formaciones como porque toda la estrategia de los nacionalistas se centra ahora mismo en las inminentes elecciones autonómicas vascas. Por ello, si se excluye también la gran coalición PP-PSOE –que seguimos considerando la mejor opción para el país–, sólo cabe una abstención socialista tras pactar con los populares un paquete mínimo de reformas que España necesita, lo que permitiría al nuevo Ejecutivo un margen prudente para gobernar.

Por suerte, España sigue creciendo económicamente –se prevé un 3% en 2016–. Pero la situación empieza a dar signos de deterioro. Y algunas cuestiones son urgentes y exigen la formación de un Gobierno cuanto antes. Por ejemplo, Bruselas reclama ajustes que implican recortes del gasto público para poder cumplir los objetivos de déficit. Y tampoco puede esperar la aprobación del techo de gasto para elaborar los Presupuestos del Estado.

Los españoles se han pronunciado dos veces en medio año en las urnas. Y los resultados obligan a los políticos a pactar y a ser capaces de jugar con las cartas que les han tocado. No pueden pretender devolver la pelota indefinidamente a los ciudadanos. El foco ahora apunta hacia Sánchez, quien debe dejarse de ambigüedades: ¿quiere llevarnos al absurdo de unas terceras elecciones o es capaz de sentarse a negociar en serio con el PP? Tiene la llave en sus manos. Si no la usa bien, puede arrastrar a su partido al más profundo agujero negro.

EDITORIAL EL MUNDO – 10/07/16