La democracia del 77 ganó

NICOLÁS REDONDO TERREROS – LIBERTAD DIGITAL – 08/07/17

Nicolás Redondo Terreros
Nicolás Redondo Terreros

· ETA ha sido derrotada y que pasará a la historia sólo como una máquina de asesinar y sembrar el terror.

En el año 1997 ETA asesinó a trece personas, una de ellas fue el concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco, una acción en respuesta criminal a la liberación doce días antes, por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado, de Ortega Lara, después de 532 días de cautiverio en un zulo de apenas 6 m2. Veinte años antes, en 1977, la banda terrorista había asesinado a 12 personas, pasando a 89 en el 79 y a 93 en el año 80.

Recuerdo estas fechas simbólicas porque demuestran, bien a las claras, que el objetivo principal de la banda terrorista fue siempre la democracia española. Vemos su terrible esfuerzo durante los años de la Transición por desestabilizar una democracia incipiente y débil. En realidad, a todos los que asesinó o secuestró la banda terrorista los convirtió en objetivo porque, de una u otra manera, representaban esa España democrática que se empeñaba en sobrevivir a pesar de sus miserables zarpazos.

Siguieron durante años pensando que podían derrotar al Estado o, por lo menos, conseguir una negociación política ventajosa –amnistía, unificación de la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra y, por último, la autodeterminación– para salir de lo que ellos y sus adláteres se encargaron de propagar como el inevitable empate infinito. En esa carrera inútil y dramática, como se ha demostrado pasado el tiempo, sólo tenemos que recordar el número de víctimas que cargan a sus espaldas; fueron muchos los que por cobardía, cálculo político o intenciones celestiales abonaron el camino que llevaba al entreguismo y a la concesión política, sin darse cuenta o sin importarles mucho que el órdago planteado por los terroristas era radical: o ganaban ellos o lo hacíamos los demócratas.

Siempre me extrañó que cada todos y cada uno de los asesinatos o secuestros de la banda terrorista no fueran razones suficientes para que estos bienintencionados de oficio supieran que no había otra posibilidad que derrotar a ETA. Tal vez la figura esquelética y desorientada de un Ortega Lara con largas barbas y mirada perdida fue el aldabonazo que movilizó los sentimientos de la mayoría, pasando del rechazo a la banda a la indignación, prólogo de cualquier movilización civil.La contestación de la banda a la liberación de Ortega fue el secuestro y el posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco.

Poco se podían imaginar los que tomaron la decisión del secuestro y los ejecutores de aquella crónica de una muerte anunciada, dirigida a escarmentar al Estado, que esa cruel acción fuera la gota que rebosara el vaso y que las movilizaciones sociales posteriores terminaran poniendo a ETA contra las cuerdas. Fue demasiado doloroso para la sociedad española ver primero la terrible imagen de Ortega y contemplar después casi en directo el asesinato de un joven y anónimo concejal del Partido Popular.

La rebeldía pacífica y cívica ocupó calles y plazas de toda España, y muy especialmente del País Vasco. Se perdió el miedo y una indignación incontenible se adueñó de la sociedad: había nacido el Espíritu de Ermua. Todo indicaba el final de la banda terrorista, era imposible que ganaran al Estado y también resultaba quimérica la posibilidad de una negociación política; sólo la tozudez estúpida y criminal les mantuvo inercialmente en una carrera que ya habían perdido mucho antes.

Miguel Ángel Blanco, Ortega Lara, todas las víctimas de ETA y el dolor que han causado a la sociedad española durante tantos años me obligan a decir lo que honradamente pienso. Hemos derrotado a ETA. Su decisión de suspender las acciones terroristas, el teatro que hicieron con la entrega de las armas o el que hagan con su disolución no son más que formas de enmascarar su derrota. Lo hemos conseguido sin necesidad de ceder ante ninguno de sus objetivos políticos: ni la amnistía que reivindicaban, ni la autodeterminación que exigían ni la integración territorial que enarbolaban en su programa. No hemos cambiado un decreto, ni una ley autonómica o nacional, ni mucho menos hemos reformado la Constitución para darles gusto.

Su presencia en las instituciones es igualmente la demostración de la inutilidad de su lucha, que tengan concejales, alcaldes o diputados en las instituciones que tanto despreciaron es una enmienda política y moral a sus acciones terroristas. Sé que su presencia en ellas es difícil de digerir, causa rechazo moral e inquietud en los sentimientos de muchas personas, pero deberíamos tener en cuenta que en todo el mundo, y aquí también, su participación en las instituciones supone justamente una enmienda general, civil, política y continúa de la democracia española al terrorismo etarra.

Ahora nos queda hacer el relato histórico de estos duros años, y dependerá exclusivamente de nosotros y no de otras contingencias. La historia ha de contarse como ha sido y no como a algunos les hubiera gustado que hubiera sido. Ese relato debe tener como base lo que ha sucedido, a las víctimas como referencia ética, y el futuro de la sociedad vasca debe convertirse en el primer objetivo político. La iniciativa de lo que se haga debe depender de las fuerzas políticas comprometidas con políticas de Estado. En el marco del relato que vengo defendiendo, las políticas de acercamientos de presos son una posibilidad que se han de tener en cuenta si conviene para un futuro mejor de la sociedad vasca. Sé que esta opción es polémica y puede llevar al debate entre quienes tenemos una trayectoria impecable en la lucha contra ETA.

Pero justamente que este medio de comunicación, cuya línea editorial está claramente en oposición a la que yo defiendo en este artículo, me haya ofrecido la oportunidad de expresarme es un ejemplo de la pluralidad de los que estuvimos contra ETA, y tal vez el mejor homenaje que podemos hacer a las víctimas: recordar que a muchos españoles que pensábamos de manera diferente sobre casi todo nos unió la defensa de la libertad, la pluralidad y la dignidad de una sociedad golpeada por el terrorismo etarra. Y hoy, después de mucho dolor y sufrimiento, podemos decir que les hemos ganado, que ETA ha sido derrotada y que pasará a la historia sólo como una máquina de asesinar y sembrar el terror.

En julio de 1997 Nicolás Redondo Terreros era secretario general del PSE-EE en Vizcaya y parlamentario del mismo partido en la Cámara autonómica vasca.