Iñaki Ezkerra-El Correo

¿Quién va a fiarse de unas siglas políticas y unos individuos que te dejan con el culo al aire a la primera ocasión?

Es una paradoja y una ironía del destino: pese a su empeño por desmarcarse y distanciarse de Rajoy, Sánchez ha acabado corriendo su misma suerte y siendo desalojado del mismo modo de La Moncloa. Si los nacionalistas vascos apoyaron al primero en los Presupuestos, lo dejaron luego solo en la moción de censura. Si los nacionalistas catalanes apoyaron al segundo en la moción de censura, lo han dejado solo ahora con sus Presupuestos. El paralelismo entre ambas deslealtades en sendos momentos críticos es innegable. En los dos casos, la retirada del apoyo a uno y a otro Gobierno, al popular el 1 de junio de 2018, y al socialista el pasado 13 de febrero, se produce contra todo previsible pronóstico. Y en los dos casos es interpretada como un grave error táctico que convierte a sus autores en socios nada fiables para cualquier acuerdo futuro.

Hasta la fecha de la moción de censura de Sánchez a Rajoy, el PNV había presumido de su condición de partido bisagra que podía permitirse decidir la gobernabilidad del país. Hasta su votación en contra de los Presupuestos sanchistas, ERC y el catalanismo convergente, hoy reconvertido en el PDeCAT, habían hecho similar alarde de su capacidad para decidir la gobernabilidad de España. Pero me temo, o más bien celebro (¡para qué negarlo!), que esa larga etapa, que ya se había constituido en una tediosa y ofensiva tradición, ha concluido y no gracias precisamente a quienes la lamentábamos sino, de forma sorprendente, gracias a los más interesados en que perdurara. ¿Quién va a fiarse a partir de ahora de unas siglas políticas y unos individuos que te dejan con el culo al aire en cuanto se les brinda la primera ocasión; en cuanto te ven en una comprometida situación de debilidad y reparan en que necesitas dramáticamente de ellos? ¿Se han detenido a pensar los nacionalistas vascos y catalanes en lo caro que les puede salir la pérdida de ese capital que es la fiabilidad más básica en los pactos?

Se me dirá que no es la primera vez que los nacionalistas se enemistan con un Gobierno central al que habían dado antes sostén. No lo niego, pero esa enemistad necesita de un proceso mínimamente largo; de un desarrollo argumental y unos tiempos dramáticos; de una escenificación; de eso de lo que se habla tanto ahora: de un relato. Necesita de una historia que, aunque sabemos falsa, resulte narrativamente verosímil. Aquí no se han roto las reglas éticas, que siempre estuvieron rotas, sino las reglas novelescas; las convenciones de la ficción política; las formas, que, en el relato de la vida pública, son más importantes de lo que parecen. Lo que se ha roto, en fin, es la verosimilitud narrativa. Nadie se cree que el sabinismo encarne las virtudes del vasco de ley, corto en palabras y en obras largo. Pero ese mito, como el del ‘seny’ catalán, funcionaban en la novela rosa o negra de la política.