La diferencia

EL MUNDO 04/04/17
ARCADI ESPADA

CUALQUIER ministro del Gobierno de España debe participar en el foro público a partir de la premisa de que el nacionalismo es su primer enemigo político. El nacionalismo amenaza al conjunto de Europa y el nacionalismo amenaza concreta y gravemente a uno de sus lugares, que es España. Cuando el ministro Dastis, con una seguridad realmente conmovedora, profetiza que España no bloqueará el ingreso de Escocia en la Unión Europea (qué ingreso, qué Escocia, qué Unión Europea objetaría cualquier persona razonable ante semejante emboscada de futuribles) da muestras de que no sabe en qué mundo vive, asunto especialmente cómico cuando uno dirige Exteriores. De un ministro español preguntado se espera, en este momento de las cosas, que ponga al nacionalismo en su sitio, que es el de la basura; una vez realizada esta operación higiénica ya puede uno dedicarse a la profecía.

Si el propósito del ministro fue, por otra parte, contribuir sinuosamente a las dificultades del Reino Unido en esta su hora precaria tampoco le arriendo la ganancia: bastaba leer el domingo en el Telegraph al bravucón ex ministro Norman Tebbit amenazando con llevar el pleito catalán a la ONU. Y además: la consideración europeísta del nacionalismo escocés que se desprende de la profecía de Dastis habría que someterla a examen. Es verdad que el Brexit perdió ampliamente en Escocia (38/62): pero también es cierto que ese voto es no solo europeísta sino también anti inglés. Y que estarían por ver los efectos de un referéndum escocés que se celebrara en un Reino Unido definitivamente fuera de Europa: los desgarros internos respecto a Gran Bretaña se vivirían con una emoción mayor y más imprevisible.

Por último, y sin que esto tenga que ver específicamente con la entrevista de Dastis en El País, sino con la recurrente comparación política entre Cataluña y Escocia: las dos regiones europeas tienen mucho en común y debe desmentirse, por tanto, la insistencia retórica de muchos políticos españoles. En uno y otro lugar el separatismo ha partido por la mitad a la población. En uno y otro lugar los separatistas son minoría. Y en uno y otro lugar han aflorado mentiras iguales y la misma infectada herida narcisista de cualquier nacionalismo. Entre los separatistas escoceses y catalanes solo hay una diferencia, y ésa, al margen de historicismos groseramente mutables en derechos históricos, es la única a la que debe referirse cualquier político: al contrario de los catalanes, los separatistas escoceses respetan la democracia y la ley.