ABC-IGNACIO CAMACHO

El proyecto de nación unida, integradora y abierta, está en riesgo ante el auge del populismo de izquierda y derecha

VIENDO en un debate de TV3 a Cayetana Álvarez de Toledo e Inés Arrimadas, brillantes y corajudas en su brega a contracorriente ante una mayoría de separatistas fanáticos y un socialista parapetado en el mantra del diálogo, era imposible no sentir melancolía de esa «España Suma» que Rivera desechó en su penúltimo (porque aún puede cometer alguno más) error de soberbia y de cálculo. Tardará mucho tiempo en abrirse otra oportunidad similar de una alianza tan prometedora del liberalismo moderado, y la víctima principal de la ocasión perdida será el propio partido que la condenó al fracaso. Ya es tarde para lamentarlo, pero si la noche del escrutinio se vuelve amarga para Ciudadanos habrá que recordar su responsabilidad histórica ante ese proyecto no nato que reivindicaba una alternativa mayoritaria de centroderecha entre el consorcio Frankenstein y el populismo bizarro.

Sumando los porcentajes del promedio de las encuestas, la coalición entre el PP y Cs estaría hoy en condiciones de disputarle al PSOE el primer puesto: una opción de investidura en la que Vox, aunque mantuviese su previsto crecimiento, se vería relegado a un papel subalterno. Y con una buena negociación de las candidaturas, la formación naranja hubiera podido sacar el domingo bastantes más diputados de los que le vaticinan los sondeos. La operación fallida era un

win-win, una apuesta ganadora desde su planteamiento, que beneficiaba a sus partícipes y articulaba una propuesta reformista y templada propia de un país moderno, un modelo constitucionalista sereno, solvente ante los retos económicos y socialmente integrador y abierto, alejado de las ruidosas tentaciones populistas que a izquierda y derecha cuestionan el pacto plural del 78 como una historia de éxito. Pero Rivera no supo o no quiso verlo, obcecado en su inviable «estrategia Macron», incapaz de admitir y/o enmendar su probado desacierto. Ahora ya no le queda otra que persistir en su empeño e invocar un cierto hueco en medio de una confrontación bipolar que augura desencuentros a cara de perro.

Son malos tiempos para la moderación. La presión separatista ha mutado en episodios de violencia ante los que muchos ciudadanos sienten la necesidad de una reacción enérgica. La debilidad del Gabinete Sánchez lo vuelve rehén de partidos rupturistas que mantienen frente al Estado una actitud insurrecta. La abusiva unilateralidad de la memoria histórica confunde la justa apertura de fosas con la de trincheras. Y ante la palpable tensión de la convivencia hay una creciente corriente de opinión que tiende a aceptar recetas de garrote y arpillera. La España de la idea, el espacio de la razón y de la sensatez, se estrecha; si Cs se desploma, le va a tocar al PP sostener de nuevo en solitario esa bandera. Quizá el mismo Casado, envuelto en el fragor cortoplacista de una campaña sin tregua, no sepa aún lo que pesa.