La España que resiste

ABC 13/10/16
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Mariano Rajoy será investido presidente con el mínimo respaldo imprescindible por parte del PSOE responsable

EL Palacio Real se convirtió ayer en termómetro para calibrar el grado de deterioro que ha sufrido la cohesión nacional en los últimos años. También la fortaleza de esta vieja piel de toro capaz de resistir sin hocicar, bajo el paraguas integrador de la Corona, la embestida conjunta del populismo de extrema izquierda y el separatismo obcecado en su empeño de destruir España.

Ayer despreciaron la invitación de los Reyes los presidentes de las comunidades autónomas de Cataluña y el País Vasco, máximos representantes del Estado en dichos territorios a quienes la Constitución, y nada más que la Constitución, otorga el poder que ejercen. Como me comentaba con acierto un paisano vasco, mundialmente reconocido por sus aportaciones al campo de la investigación, uno y otro habrían acudido gustosos de habérseles garantizado un salón aparte, con jamón y vino de calidad superior. Nada de compartir espacio con los asistentes procedentes de Andalucía, Extremadura, Ceuta, Melilla, Castilla-La Mancha o Murcia. Ellos son españoles ricos, aristócratas peninsulares que exigen privilegios de primera clase, empezando por un mejor trato. Cuantos más consiguen arrancar de gobiernos débiles en minoría, más elevan el listón de la exigencia. Y si nadie lo remedia, todo indica que en los próximos meses asistiremos a otra subasta de soberanía, acompañada de beneficios fiscales, a cargo de un Ejecutivo desesperado por aprobar los presupuestos del año próximo. Porque una cosa es la investidura y otra la gestión del Gobierno. En las filas del socialismo sensato que ayer acudió a celebrar con orgullo el Día de la Fiesta Nacional, el que se ha rebelado ante la «podemización» del partido a costa de abrir una herida profunda en su propia carne, el que ama a España y respeta las reglas del juego democrático, se da por hecho que Mariano Rajoy será investido presidente con el mínimo respaldo imprescindible por parte del PSOE, equivalente a una abstención técnica sin compromiso ulterior en lo referente a las cuentas. Es decir, que el PP tendrá que «comprar» casi literalmente el apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos a los presupuestos generales del Estado, pagando en la moneda de siempre.

Porque la responsabilidad termina donde empieza la supervivencia y lo cierto es que el PSOE vertebrador de España, el PSOE alternativa, anterior a Zapatero y su infausta herencia envenenada, está amenazado de muerte. Superado el trámite de permitir la formación de un gobierno, los de Ferraz deben contener su hemorragia, cerrar filas alrededor de un/a candidato/a leal al ideario descrito e impedir que el sanchismo utilice ese ejercicio de patriotismo para culminar la okupación, con k, de la formación, apoyándose en unas bases deliberadamente radicalizadas desde las televisiones amigas de Pablo Iglesias.

Él, que aspiraba a mandar en la sombra como vicepresidente de Sánchez, tampoco acudió a la conmemoración del 12 de Octubre. No comparte el amor a España ni ha leído lo suficiente como para calibrar la magnitud de la hazaña inherente al Descubrimiento o el significado profundo del concepto Hispanidad. Se limita a repetir consignas bolivarianas huecas sobre presuntos genocidios, tan ajenas a la realidad histórica como bien retribuidas. Él y su corte de satélites políticos, empezando por la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, forman parte de la tropa empeñada en acabar con lo que es y representa España, despojar al pueblo soberano de su inalienable derecho a decidir todo aquello que le atañe, hacer pedazos la Carta Magna que más prosperidad y estabilidad ha proporcionado a este país y seguir vendiendo humo demagógico en forma de soluciones fáciles a problemas sumamente complejos. No acudieron al Palacio ni tampoco se les echó en falta.