JON VIAR –

Dicen que la Historia es la biografía de una Nación. Hay dos tipos de héroes trágicos: los que llegaron demasiado pronto a su momento histórico -­‐ acelerando el curso de los acontecimientos -­‐ y quienes llegaron demasiado tarde pues sus ideales eran justos pero innegociables. Puigdemont llegó pronto, Rajoy llegó tarde. Pedro Sanchéz no llegó, porque Pablo Iglesias se lo impidió. El líder del Podemos citó de oídas a Maquiavelo en el Congreso de los Diputados el día que votó “no” a la investidura del candidato del PSOE. “Eso que Maquiavelo llamaba Fortuna” – dijo Iglesias.

En la tragedia griega, la Fortuna es una Diosa que decide el destino de los mortales. El Edipo de Sófocles no puede escapar de su destino. Cuando Tiresias – el primer transexual de la Historia – desvela al Rey de Tebas su verdadera identidad, Edipo acepta la condena. En cambio, para el Edipo de Séneca las cosas son diferentes. En la obra de Séneca, cuando Tiresias y Creonte desvelan a Edipo su pasado, el Rey de Tebas no les cree. Es más, Edipo está convencido de que la revelación del oráculo es una mentira inventada por el propio Creonte -­‐ confabulado con Tiresias -­‐ para arrebatarle el poder. Porque de eso se trata, del poder. Finalmente, Edipo conoce la verdad y acepta su tragedia con estoicismo. En la obra de Séneca, el hado sigue decidiendo el destino de Edipo pero las maquinaciones de los hombres pueden influir en el devenir de los acontecimientos.

En la mal llamada Edad Media, la Fortuna es una alegoría que hace referencia a los caprichos del destino, la tiranía del azar. Está asociada al riesgo, al zodiaco y al mar. En la cúspide de la rueda, el monarca lleva su corona y un cetro en la mano.

Pero la rueda sigue girando y la Fortuna no siempre le acompaña. En las obras atribuidas a Shakespeare, la imagen del poder es la corona y los monarcas carecen de ideología. No sostienen ideas filosóficas aunque en algunos casos muestran inquietudes intelectuales. Ricardo II, culto y mesiánico, habla de sí mismo en tercera persona. Es un protagonista de la Historia. Y lo sabe. Pero Ricardo II no tiene la malicia de Ricardo III.

Podríamos pensar en una lógica según la cual, la Historia es una escalera que progresa. Podríamos creer en una teología finalista del progreso pero entonces aparecen los humanos y nos damos cuenta de que la buenas intenciones no bastan y el bien no está garantizado. El absurdo, el malentendido, el hecho de ser hablante y la muerte conforman lo irremediable de la condición humana. Puigdemont proclama la independencia pero la suspende en la misma frase. Rajoy pide al President de la Generalitat que se aclare. Todo es un malentendido pronunciado en un tono bufo propio de la farsa.

En Ricardo II, en Ricardo III y en Hamlet, las conspiraciones se fraguan en los despachos. Sin testigos. Una noche de verano, Pablo Iglesias y Xavier Domènech – portavoz de En Comú Podem – acudieron a una cena en casa del gran empresario de comunicación Jaume Roures. En esa cena estaba Oriol Junqueras, vicepresident de la Generalitat. ¿De qué hablaron? Básicamente, los dirigentes de Podemos y

 

confluencias comparten un objetivo con los nacionalistas: la demolición del “régimen” de 1978. Y para ello es necesario un frente común contra el Estado, y por ende, contra los catalanes no nacionalistas. En el fondo, lo que pretenden en esa cena es repartirse el poder. Pero la conquista del poder no es un regalo de la Fortuna. Exige violencia. Hay en esta cena un aroma fáustico. Iglesias vende su alma al diablo -­‐ como el Doctor Fausto -­‐ pensando que así obtendrá el poder. Pero a veces se produce un conflicto entre la voluntad y la Fortuna. Los comensales de la cena, embriagados en el sueño de una noche de verano, recuerdan a los señores feudales que conspiran contra el monarca, girando la rueda de la Fortuna. Ahora sabemos que la Guardia Civil ha descubierto unos documentos secretos en el domicilio de Josep María Jové, secretario general de Vicepresidencia, Economía y Hacienda de la Generalitat. Esos documentos revelan que la acumulación de las fuerzas independentistas no es suficiente para lograr su propósito y que por tanto, las filiales de Podemos, lideradas por Ada Colau, son imprescindibles para provocar la ruptura con el resto de España. Los “comunes” y sus confluencias representan entre un 10 y un 15% del electorado. Semanas después de esa cena, Ada Colau facilitó a Puigdemont la colocación de urnas y la apertura de colegios electorales aún sabiendo que era ilegal. La alcaldesa de Barcelona acudió también a votar. Quizá no sepa que al poner una frontera estamos convirtiendo en extranjero a quien no quiere ponerla. Privamos a esas personas de sus derechos. ¿Puede votarse la exclusión del disidente?

Cuando se analizan los hechos históricos con perspectiva, pocas cosas son casuales. Decía David Mamet que en la dramaturgia y en el psicoanálisis, nada es casualidad. Quizá para entender lo que ahora sucede debamos remontarnos algún tiempo. Diecinueve meses. Apenas dos semanas antes de la votación de investidura para elegir un nuevo Presidente del Gobierno de España, el Pablo Iglesias de Podemos exigió al PSOE un referéndum de autodeterminación para Cataluña como condición indispensable para abstenerse en la investidura de Sánchez y permitirle así gobernar. Iglesias sabía que lo que pedía era un imposible. Decidía entonces el destino de su rival socialista y giraba la rueda de la Fortuna para dejarla a los pies de Rajoy. Y con su postura a favor del referéndum de secesión, Pablo Iglesias impidió un gobierno socialdemócrata que habría mitigado los recortes sociales. La Fortuna parecía abandonar a Sánchez pero la rueda volvió a girar y el líder del PSOE destituido por su partido, fue elegido de nuevo por su militancia.

Hoy Rajoy estaría despojado del poder si no fuera por la oportuna – o inoportuna – abstención de Podemos en la investidura de Pedro Sánchez. Hoy en Cataluña, los partidarios de la secesión habrían perdido la batalla contundentemente si no fuera por la ayuda de Podemos, un partido que sin ser independentista, asume la principal reivindicación de éstos: el denominado “derecho a decidir” si ponen o no ponen una frontera. Como explica Félix Ovejero, “no hay nada más comunista que el territorio político, todo es de todos sin que nadie sea dueño de una parte”. Pero Iglesias y Colau quieren decidir si se pone una frontera. Iglesias afirma que la situación de Cataluña es prebélica después del referéndum ilegal convocado por la Generalitat. Necesita un clima violento pues en lugar de apelar a la razón, recurre a los sentimientos, como hacen los románticos. Iglesias busca una dinámica de cuanto peor, mejor. Todo o nada. Quiere parecer equidistante pero se alía con Puigdemont para provocar la gran crisis que acabe con el “régimen” de 1978.

Jon Viar es cineasta, actor y doctorando en Estudios ensayísticos, literarios y teatrales por la Universidad de Alcalá de Henares.